La categoría “de culto” suele institucionalizar artistas. Aumenta cuantitativamente la audiencia, los vuelve intocables, por muy descompuestos que estén. Álvaro Peña, a juicio de varios, corrió el riesgo de pasar a ser uno de esos casos, cuando en cada una de sus visitas a Chile era presentado como “leyenda”, vendida como garantía de genialidad sus años en Londres junto a punks como Joe Strummer (The Clash) y de su rebeldía el hecho que vivió en okupas y uno de sus primeros temas famosos se llamó “Bebiendo mi propia esperma”. No contra su decisión, fue presentado en pulcros escenarios; excéntrico y rodeado de curiosos, faltó que le dieran las llaves de Valparaíso o lo invitaran a televisión cual Redolés junto a Pedro Carcuro.
Probablemente, su carisma particular, del cual brotaban canciones particulares, llamó la atención del melómano arty. Pero su ética DIY y su veta compositiva -una luminosa deconstrucción pop, dadá, y cosmopolitamente chilena- no era un cuento, no eran elementos inventados: sus canciones y numerosos discos existían y se movían por Europa fluidamente en la época del correo postal, llamando la atención de músicos y públicos de diversas procedencias, aún cuando en Chile tuvimos acceso más constante hace no más de cinco años.
Todo lo anterior valga para decir: Peña está vivo, y parece gozar de una excelente salud desde que se junta más cerca de la Plaza Echaurren de su querido puerto. Y así queda demostrado en “Se vende”, disco en que lo acompaña el trío porteño Fatiga de Material (FDM), dándole un espaldarazo instrumental tan robusto como elegante.
“Se vende” es un muy buen disco, redondo. Por un lado, Peña se concentra sólo en la interpretación vocal de nuevas y viejas canciones de su repertorio. Hay nuevas versiones de “Rubber Hammer”, “Papayas”, “Uncle Victor’s Squeaky Shoes” (una de las mejores), entre otras. Y la mayoría gana. También se da el tiempo de escribir y cantar la letra de dos canciones de FDM: “Dirty guitars” y “House of 1,000 flies”, una larga epopeya de tonos sicodélicos En todo el disco, la voz de Peña resuena dramática y muy expresiva.
Por otro lado, instrumentalmente, el trío no ejerce búsquedas de sonoridades, sino que opta por consolidar un sonido que a la larga es claramente reconocible. Esto se da, principalmente, por la guitarra de Bernardo Naranjo, los efectos que usa, y la manera que tiene de moverse en los desarrollos de cada canción. A ratos suena postpunk, a ratos ruidoso y ratos más pop, pero siempre sutil y fluido. El resto lo aporta una base rítmica potente, a cargo de Naty Lane (bajo) y Gonzalo Navarro (batería), que completan el aporte.
“Se vende” viene a refrescar a Alvaro Peña, lo devuelve de pie y enérgico a los escenarios, representa un hermoso cruce de generaciones, y es una inyección de vitalidad a la ya larga carrera del músico nacido en Valparaíso.
ALVARO PEÑA & FATIGA DE MATERIAL
“Se vende”
Oveja Negra
CD, 2012
Por Cristóbal Cornejo
Publicado en Onda Corta, El Ciudadano 135, 1º quincena noviembre 2012