Santiago. Chile. 1996, 97, 98. Rabia. Jóvenes. Exclusión. Capitalismo. Música. Aglutinaciones. Combos. Catarsis. Piscolas. Desenfreno. Idiosincrasia. Escena. Contracultura. Sociedad. Drogas. Autogestión. Pisco. Testigos. Gargantas. Escupos. Gritos. Empujones. Chaquetas. Cuero. Tatuajes. Anarquía. Nacionalismo. Nazismo. Punks. Ropa negra. Energía. Rabia. ¡¡¡Rabiaaa!!! Pertenencia. Fanzines. Ferias. Afiches. Opresión. Libertad. Patadas voladoras. Trauma. Pinochet. Neoliberalismo. Enemigos. Dictadura. Concertación. Engaño. Desilusión. Plata. Rascacielos. Galpones. Vino. Poesía. Margen. Testosterona. Sombras. Minas. Pacos. Cuicos. Cumas. Sudor. Humos. Coros. Intolerancia. Chile. Jaguares. Sudacas. California. Skates. Cuneta. New York. Melenas. Chelas. Mohicanos. Casettes. Rapados. Distorsión. Valpo. Cigarros. Fachos. Incendios. Cuchillos. Autoridad. Resistencia. Desafío. Muerte. Separación.
Conceptos que retengo luego de ver Hardcore, la revolución inconclusa (Susana Diaz. 64 minutos. Chile). Radiografía social de una escena musical. Un espacio y tiempo determinados, como un espejo, una provocación mental: No ha pasado tanto tiempo y las cosas no han cambiado tanto.
Conceptos clave a destacar en el discurso hardcore. Autogestión, entendiéndola como una postura política de hacer sin esperar que otros (la industria) lo hagan por ti (nunca lo hará). Marginalidad. Orgullo por el margen, por lo no oficial, por lo no contaminado por el dinero. Por lo rechazado y lo políticamente incorrecto. Sintomático al hablar del Chile consumista y arribista que nos heredó la dictadura y la transición.
Fuera de cualquier maquinaria este movimiento se gesta y se encuentra por una necesidad de pertenencia, los que resisten y se resisten a tragarse el sueño chileno de las tarjetas de crédito, de la prosperidad y del orden. Más bien lo que los une es el descontento con The chilean way. Los jaguares de Latinoamérica, decían que nos apodaban en las noticias. Ese arribismo hueón los despertó, los motivó, los unió y dos años después los separó.
Yo tenía 16 años y vivía en Quillota cuando los hardcore se reunían en Santiago. Yo estaba en otra. Con rabia, pero solo. Sintiendo que no pertenecía a ninguna parte. El documental tiene la gracia de hacerte pensar, extrapolar, tomar recuerdos prestados y emparentarlos con otros propios que ocurrieron en otros años y otros lugares, de recordarte esa furia incontrolable contra no sé qué que se tiene a cierta edad, o que ciertas personas tienen –tuvimos, tenemos- a cierta edad.
La manufactura: Imágenes en formatos baratos. Digital. Mucho trabajo de montaje y edición. Uso de filtros. Buen sonido, mezclas, música y relatos. Fotografías, lo más bello a nivel visual del documental. Esas secuencias en blanco y negro y la avalancha de fanzines, afiches y dibujos sabiamente superpuestos. Las entrevistas, las voces y opiniones de los protagonistas. Herramientas todas con las que la directora guía el relato por los temas que ella estima convenientes. Se detiene. Cambia. Continúa. Gira.
Documental premiado por el público cibernético del último Fidocs, Hardcore, la revolución inconclusa se hace cargo de una época y la inmortaliza con equilibrio equidistante entre lo remoto y lo próximo. Un trabajo de recopilación de imágenes a esta altura histórica. En eso estaban los jóvenes quince años atrás. Hoy, pienso de nuevo, las cosas no han cambiado tanto. Las causas e influencias que motivaron su movimiento siguen engendrando reacciones sociales. ¿En qué terminará todo esto?
«HARDCORE, la revolución inconclusa»
64 minutos. Digital. Chile.
Producción General: Susana Díaz
Investigación: Bosco González, Susana Díaz
Cámara: Maricruz Alarcón, Juanjo Sanchez, Efraín Robles, Gary Go, Susana Díaz, Yohanna Ovalle.
Post producción de sonido: Outro S.A.
Montaje y post producción: Efraín Robles
Diseño gráfico y web: Estudio Navaja
Fotografías: Gary Go, Christian Kastro Bekios
Guión y Dirección: Susana Díaz
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Por Matías Sánchez López
Periodista y cineasta, creador del Festival Sanfrik de Contracine
El Ciudadano