Cuentos Ciudadanos: «48 ejercicios antes de que te vayas de casa» de Pablo Natale

Pablo Natale, nacido en la ruta interestatal Córdoba-Rosario, Argentina, en la década de los ochenta,  es autor de Un oso polar ( 2008; 2015), Vida en Común (2011), Viaje al comienzo de la noche (2014), la nouvelle Los Centeno (2013); y de los libros para niños Berenice y las ocho historias del pálido fantasma (2012) […]

Cuentos Ciudadanos: «48 ejercicios antes de que te vayas de casa» de Pablo Natale

Autor: Francisco Ide

Pablo Natale, nacido en la ruta interestatal Córdoba-Rosario, Argentina, en la década de los ochenta,  es autor de Un oso polar ( 2008; 2015), Vida en Común (2011), Viaje al comienzo de la noche (2014), la nouvelle Los Centeno (2013); y de los libros para niños Berenice y las ocho historias del pálido fantasma (2012) y Cuatro Cosmo Cuentos (2012). En la actualidad coordina talleres de escritura, colabora en suplementos culturales y es integrante de la banda argentina Bosques de Groenlandia. Próximamente publicará el libro de poemas Las siete maravillosas antologías contemporáneas.

Esta vez, en Cuentos Ciudadanos, publicamos un fragmento  de «48 ejercicios antes de que te vayas de casa».

(Imagen: Bruce Newman)

48 ejercicios antes de que te vayas de casa

 

Ejercicio 5: gráficamente llamativo

Se puede decir que tiene tengo una doble vida. Programo música en una radio de la ciudad desde hace muchos años. Alguna vez pensé que era el mejor trabajo: ¿qué más podía pedir? Es un trabajo que hacen pocos y que determina lo que escuchan les llega a muchos. Soy como un fantasma musical y, a la vez, una máquina. Estoy saliendo juntado con una chica Ana, nuestro hijo se llama Ismael y pronto llega el tercero segundo. Desde que la conocí empecé a elegir un bloque entre las 1 y las 2 de la mañana y ponía canciones románticas de amor. Por tradición costumbre seguí haciéndolo, pero hace meses tiempo empecé a poner canciones que hablaban de parejas rotas, de infidelidades. Es que un día un tipo llamó a la radio y contó que salía con otra mujer, a escondidas. Y luego el programador de la tarde me contó que guardaba parte de su plata en una cuenta secreta, porque tenía pensado irse por si quería dejar todo alguna vez. Y pensé en Ana: ¿si ella estaba teniendo un amante o si pensaba en irse? Cuando volvía tipo dos de la mañana la despertaba y le preguntaba de las canciones, pero ella suspiraba y seguía durmiendo: ella era como una canción instrumental, yo como un aparato cada vez más viejo. Cada día llego más tarde a casa, total, ella duerme. Voy a las escaleras del zoológico y escucho al león rugir. Voy a los hospitales y huelo ese olor nauseabundo y escucho la respiración entrecortada de los desesperados. Después me meto en un bosque que hay a la salida de la ciudad. Vuelvo siempre antes de que amanezca. Me apoyo contra la panza, contra el bebé. Se puede decir que tengo una doble vida.

Mañana será un día perfecto, siempre.

 

Ejercicio 6: con boyband

 La biografía (incompleta) de un grupo de cuatro jóvenes millenials que durante el 2016, motivados por el auge del Apocalipsis político, forman una banda llamada “Ansiedad por la catástrofe”.

Es una boy band atípica: el primer disco tiene dieciséis temas. Cada uno de los cuatro millenial es la voz dominante en tres de los temas del disco: es decir, los primeros tres temas la voz principal es de X, los segundos tres temas de Y, y así hasta llegar a los doce temas. Las cuatro canciones restantes son temas “ocultos” en el disco, al que pueden acceder solo los atentos, pero que rápidamente se difunden en la red: un tema recurre a ritmos africanos, otro a la ópera, otro es un tema instrumental con ruidos lluviosos de fondo y el cuarto recurre a un coro gospel que cita fragmentos del Apocalipsis. En ese tema pueden distinguirse las cuatro voces de “Ansiedad por la catástrofe” pero también una quinta voz, grave, rasposa y semi femenina. Alguien señala que esa última canción echa luz sobre el resto de las canciones, que parecen canciones de amor, pero que son baladas románticas a favor del caos y la catástrofe, por ejemplo la letra del tema siete “contá conmigo”, que dice: “Podrás hacer un hueco de luz para llegar a casa / esconderte del sol / para lo que me necesites, contá conmigo”; o el estribillo, semi siniestro, del tema trece: “si se cae todo a pedazos / estaremos ahí / susurrándote el mensaje secreto”, o el solo de guitarra del meloso tema nueve, que cita sinfónicamente a “The End” de los Doors.

La banda tendrá dos discos sumamente exitosos pero se disolverá por motivos políticos durante 2020: el apoyo de uno de los miembros a los partidarios de la desaparición de Oceanía, la conversión al ultracatolicismo del cuarto miembro, nada menos que la primera travesti en la historia de las boysband y quien abogaba, años antes, por la destrucción del humanismo empresarial.

En 2026, el año más caluroso en la historia de la faz de la tierra, cuando los miembros de “Ansiedad por la catástrofe” parecen olvidados, comidos por la marea de la época y del caos, aparecerá un tercer disco: en la tapa son ocho miembros, en las notas periodísticas confiesan que todos tenían gemelos. El disco es doble. Una parte se llama “La construcción”, el otro “Antes de que se acabe el fin”. Uno de los dos discos es lamentable. El otro solo es un disco más. Los pocos shows donde toca la banda completa son a la vez épicos, monstruosos y deprimentes: cada miembro y su gemelo cantan distinto, y no hay armonía, y ni siquiera música, y se toquetean uno con el otro como si realmente, esta vez, estuvieran queriendo decir algo.

 

Ejercicio 12: con diálogo

–O sea que piensan que el mundo se acaba en unos años –dijo el profesor e hizo el gesto de llevarse el dedo a las cejas y acomodarse los anteojos, como si realmente tuviera anteojos.

–Sí, en 2050 –dijo uno.

–Se derretirán los polos por el calentamiento global y las ciudades costeras desaparecerán bajo el agua –dijo otro.

–Nueva York, Buenos Aires, Japón entero, todo eso quedará en ruinas –dijo la siguiente.

–Sin contar la próxima guerra mundial –dijo Claire, de quien el profesor olvidaría, en meses, el rostro y el nombre.

–Pero estamos en 2017, ¿se dan cuenta, no? –dijo el profesor, que antes de llegar a la clase vio que un hornero había hecho nido en el marco de la ventana y pensó en empujarlo pero después pensó que sería más bonito el efecto de que uno de ellos lo encontrara así, cerca de la clase, casi apretujado contra la ventana.

–Sí, es irreversible –dijo uno.

–Es responsabilidad de los gobiernos –dijo otro.

–No, es de las empresas –dijo Claire.

–Una vez quisieron frenar la instalación de una central atómica y no pudieron, cómo van a poder frenar el fin del mundo –dijo otro, y varios asintieron.

Después cantarían una canción de moda, después saldrían de la clase juntos, bailando, con los celulares bien arriba, saludando en medio del sol. El profesor podría haber estado entre ellos, podría haber regresado el tiempo atrás, recordando aquellos días.

–Estás un poco perdido hoy –le dijo la esposa cuando llegó a casa.

–Sí, puede ser –dijo el profesor. Acomodó las sábanas y empujó el velador, de modo que no lo cegara la luz.

–Tuve un sueño raro ayer. Soñaba que vos soñabas lo mismo que había soñado yo –le dijo ella.

Pero él no la escuchó. Hace rato que se había quedado dormido: como un pájaro en una nube.

 

Ejercicio 1: comienzo 

Hay varios cuadernos en que anota diferentes cosas que se le ocurren.

En uno de los cuadernos (una libreta pequeña, sin reglones), aparecen diversos detalles de su propia biografía: cierta obsesión con las goteras, titulares sobre el desastre climático, la sensación de que si no deja la vida que tiene el tiempo se lo llevará por delante, lo que sea que signifique eso.

En otro de los cuadernos (un cuaderno regalado por un artesano de quien de pronto no se supo más nada, como si se hubiese ausentado de su propia vida), anota diferentes ideas para una película que sabe que nunca hará: una historia que recomienza cada vez que el protagonista toma una mala decisión; la historia de un tipo que de pronto se da cuenta que su vida está siendo relatada mientras la vive, como si alguien “la leyera en voz alta”.

En otro de los cuadernos (o, más bien, una lista de ideas en wordpad), anotará ejercicios en los que piensa para poder dormirse: contar una historia cualquiera al revés; tachar las partes importantes de su propia biografía; registrar las anécdotas que escuchó en el día relatadas como si hubiera una gotera y recién hacia el final levantáramos la cabeza y viéramos esa mancha enorme en el techo.

Hay un cuaderno más: un cuaderno (pequeñísimo) de detalles, de frasecitas con las que sueña y que escribe apenas después de despertar y que a veces sabe de donde vienen (una voz que parece hablarle desde abajo, o desde arriba, no sabe bien): “48 noches antes de que te vayas de casa”, por ejemplo; o “era de noche y el tipo caminó sobre el lago”.

Cuando los cuatro cuadernos están llenos, recién entonces va cortando hoja tras hoja, y las mezcla y las acumula apretujadas en bolsas de basura. Después se sube al techo y se queda contemplando el barrio hasta que viene el camión de la mudanza.

Un albañil llega unos días después. Entra a la pieza, rasquetea la pared, ve pedazos de papeles tirados en un rincón, arregla la gran gotera del techo.

Llega otra gente a la casa, una casa inmaculada, una casa inicial.

Qué es eso, dirá un ciudadano cualquiera, señalando uno de los rincones. Llévense eso.

El ciudadano

 


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