La muestra reúne una serie de obras en blanco y negro, en técnica analógica, que presenta una selección del período de 1985 a 1996 de retratos a la cotidianeidad de las calles mexicanas, abordando diversos temas relacionados con la religión, las tradiciones, las máscaras y la cultura popular, además de explorar en la relación entre pintura, naturaleza muerta y fotografía.
TEXTO CURATORIAL | Realidades refractadas: al otro lado de la lente, *Elizabeth Ferrer
Selección del texto publicado en el libro A través del cristal, 2008, Artes de México, Colección Luz Portátil, México, D. F.En los años ochenta y noventa, Yolanda Andrade produjo una obra fotográfica poderosamente evocadora, centrada sobre todo en la vida urbana de la clase trabajadora y de los marginados. Con fotografías sólo en blanco y negro y casi siempre tomadas en el centro de la ciudad de México, logró captar gran número de expresiones de una cultura en trance de transformación social.
A menudo Andrade tomaba sus fotos en grandes manifestaciones públicas o procesiones religiosas, retrataba punketos, disidentes políticos, activistas homosexuales, niños de la calle y gente enmascarada y disfrazada. Al hacerlo imprimía forma visual a conflictos y contradicciones que son uno de los sellos característicos de la vida mexicana: entre la tradición y la modernidad, lo local y lo global, lo privado y lo público. Su forma de usar la cámara resultaba atinadísima para hacer la crónica de la vida contemporánea de una inmensa ciudad que es a menudo caótica, que en cada esquina ofrece narrativas enigmáticas. En resumen, Andrade enfocaba México como una especie de gran teatro callejero sin fin, un escenario para la ilimitada expresión humana.
México sigue siendo la ubicación predominante del trabajo de Andrade, pero en años recientes también ha viajado y hecho fotografías en ciudades como Nueva York, Las Vegas, París, Nueva Delhi y Jaipur. Rara vez se fija en los monumentos o lugares conocidos; más bien se siente continuamente atraída por la extrañeza y la singularidad que hay en lo cotidiano. Antes casi siempre trabajaba a la intemperie, particularmente en grandes espacios públicos como la Alameda o el Zócalo. Ahora, al fotografiar en color, halla buena parte de sus temas en interiores, en cuartos de hotel con decoraciones chillonas, cantinas populares, cafeterías decrépitas y antros decadentes. Andrade ya había tomado fotografías en ese tipo de sitios, pero su nuevo énfasis en el color ha agudizado su capacidad de captar con mayor poder evocador los notables juegos de color y decorado que caracterizan los entornos más comunes y corrientes. El color también ha permitido a la fotógrafa redoblar su énfasis en la iluminación, ya sea la luz artificial de tiendas y restaurantes o el insistente fulgor del neón en el recorrido nocturno de las calles. Lo que es mucho menos visible en este corpus es la figura humana. Se halla presente de vez en cuando, casi diluida en el trasfondo de una composición o pasando borrosamente por un cuadro. Pero salvo por la ausencia corporal, esas imágenes están llenas de vida, repletas de las huellas de los seres humanos y su imaginación.
A través de la lente de Andrade la realidad surge como algo retorcido y refractado; sus fotografías son inquietantes reflexiones sobre cómo vivimos. Los fotógrafos a menudo pasan del blanco y negro al color para lograr una visión más precisa de las cosas captadas por la lente de su cámara. Andrade ha conseguido lo opuesto: introdujo el color en su obra como un medio para invocar una visión más alucinada y fantástica de la vida a su alrededor, pero una vida que sigue siendo real y verdadera. A lo largo de su carrera, Andrade ha delineado con eficacia cómo las diferencias entre la gente –económicas, sexuales, religiosas, etcétera– crean disonancias en la esfera social. Con esta obra revela las posibilidades creativas de fuerzas tan disparejas y cómo las influencias de tantas culturas chocan y compiten para producir “realidades” nuevas y peculiares que enfocan con más nitidez nuestras propias versiones de la realidad. Pese a su extraña descomposición, las imágenes de Andrade ofrecen mundos ominosamente reconocibles, lugares donde todos podemos ubicar una parte de nosotros mismos.
* Elizabeth Ferrer es escritora y curadora de arte, especializada en la fotografía y el arte latinoamericanos. Coeditó el libro Latin American Artists of the 20th Century, del Museum of Modern Art de Nueva York. Ha sido directora del Austin Museum of Art y de la Art Gallery of the Americas Society de Nueva York. Actualmente es directora de artes visuales en BRIC/Arts/Media en Brooklyn, NY.