Por estos días el Centro de Investigación Teatro La Peste prepara el estreno de su nueva obra, “Negros”, la que se presentará en enero en el Parque Cultural de Valparaíso. Conversamos con Danilo Llanos, director de este montaje que aborda un tema hasta ahora esquivado en la discusión sobre las violaciones a los derechos humanos en la dictadura cívico-militar: la experiencia de los conscriptos que realizaron el Servicio Militar en 1973.
¿Por qué hablar del tema de los conscriptos en dictadura?
Yo creo que una de las cosas de las que nunca se tiene que dejar de hablar es del fenómeno de la dictadura. Sobre todo en este país que sigue sufriendo nefastas consecuencias de la masacre y del modelo que se instauró a sangre, con costos de vida. Y eso pasó ayer, hace 43 años, hace muy poco tiempo. Y una de las cosas que siento yo que no se ha conversado, entre otros temas, es el de los conscriptos en dictadura. Tengo muy presente que cuando se conmemoraron los 40 años del golpe militar se tocaron muchos temas, hubo muchas series, libros, obras de teatro, actos, pero este tema seguía sin tocarse. Me parecía extraño y, claro, empezamos a investigar y es un tema políticamente incorrecto, ética y moralmente complejo, es un tema filosófico también, que claramente está desplazado de la discusión cotidiana en torno a la dictadura militar en Chile. Y el primer impulso es una intención tremendamente pedestre que es hablar de esto. Creo que el arte tiene que generar preguntas y una de las que no nos hemos hecho es: los exconscriptos de la dictadura, menores de edad, ¿fueron víctimas de la violación de los derechos humanos o no? ¿Tienen que tener reparación o no? ¿Fueron víctimas o son milicos, no más?
¿Qué desafíos te plantea hacer una obra como esta, en términos morales, éticos, filosóficos?
Plantea situarse en un lugar peligroso y es lo que nos parece seductor, por supuesto. Y es peligroso porque lo que queremos provocar con este ejercicio no es generar una pregunta, sino que situarse en el espacio perturbador de que alguien que tiene vestimenta militar y está ligado al Ejército de Chile, con todo lo que sabemos, con su dimensión nefasta que tiene, uno pueda empatizar con ellos. Y ni siquiera empatizar “amorosamente”, sino que al menos instalar allí una coyuntura. Es un tema filosófico, moralmente complejo, porque tiene que ver con estas agrupaciones de exconscriptos que están intentando reivindicar reparaciones y que están teniendo a ratos manifestaciones un tanto cuestionables o no -nosotros no queremos cuestionar nada-, en torno a cómo usar la información que tienen como moneda de cambio. Ahora, por otro lado, está el hecho de que una izquierda chilena -vinculada a la institucionalidad de los derechos humanos- ha desplazado estos cuerpos, los tiene absolutamente olvidados, lejos de la discusión; entonces ahí hay un tema no zanjado de la izquierda chilena, de cómo nos hacemos cargo de todas las violaciones a los derechos humanos que puedan existir en este país, sea quien sea, o no. Y ahí hay una cuestión moral, ética, política, ideológica, porque hay muchas cosas no solucionadas del fenómeno de la dictadura militar en Chile, entre otras cosas, porque pasó ayer no más.
“¿Quiénes hacen el Servicio Militar en Chile?…”
El equipo de La Peste que está trabajando en esta obra se amplió, con nuevos actores y actrices, están trabajando con la dramaturgia de Fernando Mena. En ese sentido, ¿cómo han sido estos meses de trabajo en términos de dirección?
Han sido intensos, muy complejos. A mí como director me gusta mucho el momento en que uno no sabe qué es lo que hay que hacer; eso es súper estimulante, es el momento que yo más disfruto en la obra, porque ahí empieza a aparecer el imaginario de una manera mucho más acelerada. Y poder dialogar con actores y actrices de distintas generaciones siempre es estimulante, y estamos trabajando con actores que son contemporáneos a esos hechos, tienen en el cuerpo ciertas máculas que nos parecen interesantes poder también desplegarlas ahí sin hacer una cuestión autobiográfica, porque estamos ficcionando una historia a partir de estos testimonios a los que tuvimos acceso. Entonces el ejercicio de dirección ha sido bellamente complejo, provocador de un imaginario exacerbado que nos está poniendo muchas dificultades estimulantes. Yo no me sitúo en el lugar de la dificultad como un freno; al revés, creo que son siempre oportunidades y están haciendo aparecer lugares, universos muy conmovedores. Ha sido un trabajo honesto, laborioso, profundo en el intento de generar una o dos preguntas, pero bajo ningún punto de vista una respuesta o una afirmación respecto a tal o cual postura que hay que tener en torno este hecho, eso nos parecería tremendamente arrogante. Estamos tratando de llevar la puesta en escena hacia un concepto que hemos conversado mucho durante el último tiempo, que tiene que ver con una ambigüedad moral en la que uno se sitúa, que me parece un concepto súper contemporáneo desde el punto de vista del ser humano; nos movemos permanentemente en una ambigüedad moral consciente o inconsciente, estamos en ese extravío y ese extravío te tiene que llevar a tomar decisiones sí o sí.
Respecto al tema de los conscriptos, en general, no hay una sola mirada, tampoco en este grupo de la obra “Negros”. ¿En qué se han traducido esas diferentes miradas en la puesta en escena?
Lo intentamos poner también en la propia mirada entre los personajes que tienen el rol de exconscriptos, entre ellos también hay distintas posiciones. Me parece necesario diversificar también los discursos. Quiero ir un poco más atrás, a la pregunta sobre lo ético, lo filosófico, porque también esto tiene que ver con una cuestión de clase. O sea, ¿quiénes hacen el Servicio Militar en Chile?: la gente más pobre, la gente semianalfabeta, la que carece de oportunidades o de capacidades para poder estar en la educación formal y, bueno, entra a este lugar, entonces hay una cuestión de clase ahí. Y no podemos olvidar que a estos cabros les tocó hacer esto cuando eran menores de edad, son niños con poca capacidad de discernimiento, entonces, ¿qué capacidad de enjuiciamiento puedes tener tú allí con esos cuerpos? Y hoy están muertos en vida, aunque suene cliché. Ahora, este diagnóstico que yo te doy no tiene que ver con generar una victimización de estas personas, sino que ahí empieza el debate filosófico, porque, bueno, ‘ustedes tienen información, tienen un pasado, pero también un presente, entonces ¿cómo podemos reparar juntos no solo a ellos, sino como país?’ Y gran parte de esa reparación está en lo que ellos saben, y sencillamente hoy, por distintas razones, por traumas, por miedos, por ambición, por escasa alfabetización, no lo dicen.
¿Cómo ha sido el proceso de conocimiento de lo que ocurrió? ¿Cuáles han sido los insumos para conocer esas diferentes miradas, pensando en que tampoco se ha tratado este tema de manera profunda, sino que más bien superficialmente?
Hay un primer insumo que es público, como los reportajes que se han hecho en programas de televisión. Pero quisimos ir un poco más allá y poder acceder a aquellas personas que dieron estos testimonios y poder establecer allí relatos cotidianos, cuál es su mirada, su intención política, humana, ideológica, y nos fuimos a ese territorio. Particularmente nos reunimos con Fernando Mellado, presidente de la Agrupación de Exconscriptos de Chile entre 1973 y 1988, y, por otro lado, nos situamos en un campo investigativo bien profundo con una arista periodística y una sociológica que nos permitieron situarnos en la mirada de la gente vinculada a la defensa de los derechos humanos; una en torno al síndrome post traumático, por ejemplo, a la idea de poder, a la idea de adiestramiento ideológico desde el punto de vista en la milicia chilena y la milicia en general. Hay varias aristas en las que nosotros nos situamos para investigar, que hacen que la idea de los testimonios de estos cuerpos, de estos niños, sea solo un pretexto para poder hablar del presente, es decir, cómo hoy podemos enfrentar aquello que sabemos que ocurrió, porque estos testimonios son públicos, pero el tema es qué vuelta uno le da y, finalmente, cómo resuenan estos testimonios, pero no intentando decirlos nuevamente. Entonces, ahí se tuvo que hacer un paneo teórico, conceptual, bien profundo, para poder entregar estos insumos que derivaron en la dramaturgia en un primer momento, y ahora en la construcción de la puesta en escena y del dispositivo escénico.
“Queremos que se hable del tema”
¿Qué esperas que se genere en quienes vean la obra?
Primero, lo que te decía anteriormente: Queremos que se hable del tema. Yo creo que este es un tema tremendamente escondido en las casas chilenas, de hombres y mujeres, de matrimonios que tienen entre 50 y 60 años en donde hay muchos temas que ellos cerraron y esas preguntas tienen que aparecer. Yo te diría que -más allá del interés de que se establezcan ciertos lugares de causas y efectos de esta situación- esas lecturas más profundas se van a desprender orgánicamente del solo hecho de establecer la discusión en torno a esto, que se abra esa discusión y si el teatro va a permitir ese lugar, maravilloso. Ya para nosotros el primer gesto de poder hacer un ejercicio como este es tremendamente político en el acto de congregar a más seres humanos a conversar de aquello; y el cómo podemos expandir eso es nuestra pega y si eso se logra, maravilloso. La idea es tener la capacidad de siempre visitar aquello que nos duele, aquello que nosotros mismos hicimos desparecer. Yo creo que la memoria no es el acto de recordar solamente; la memoria es el acto de habitar el olvido y cuando se habita el olvido la memoria emerge con mucha más celeridad, pero es porque está el temor del olvido. Entonces, hay que ir al olvido y estos cuerpos (los conscriptos) están olvidados, y el efecto memorioso no está en recordar el episodio sino que ponerlo en el presente, y si nosotros podemos conversar de los exconscriptos en dictadura no porque ocurrió algo en tal año, sino porque en el presente estos cuerpos están de tal forma.
¿Qué hermana a esta obra con las anteriores de La Peste?
Nos interesa situarnos siempre en los temas coyunturales, complejos, temas en donde nosotros como creadores estemos incómodos, primero nosotros, y si nosotros estamos en ese lugar peligroso, molesto, ruidoso, con un trabajo profundo se va a poder proyectar es incomodidad, esa peligrosidad, ese ruido. Creo que cuando uno habla del margen, de lo marginal en el teatro, no tiene solo que ver con situar esa mirada en lo que el cliché nos determina qué es lo marginal, la pobreza, etcétera, pero hay muchas cosas que están al margen porque uno las hace al margen, el establishment -que muchas veces somos nosotros- lo marginamos, entonces aquello que hemos marginado, o que la súper estructura ha marginado, allí queremos ir para poder instalarlo molestosamente, jodidamente en el centro para hacer estallar allí una discusión. Empatiza, une, liga a todos los trabajos que hemos hecho, esta idea de situarse en el margen, pero no en aquel asociado a una pobreza en tanto carencia de elementos económicos, sino que en el margen en donde está aquel silencio, lo que se ha acallado.
Por Daniel Labbé Yáñez