Por Flor Coca Santillana
“La noche para mis ojos se ha acabado, las tinieblas de mi inteligencia se han transformado en luz transparente, ella es hija de corazón, de espíritu, de edad, la pasión ardiente, la esperanza, la ilusión y el amor sobre todo me enfurecen como un formidable huracán en medio del desierto”.
No llamaría tanto la atención un bello poema cargado de pasión, pero cuando sabemos que lo escribió una mujer que en ese entonces tenía solo 10 años, nos impacta. Ella fue Carmen Mondragón Valseca, hija de un acaudalado general porfirista. Ella nació el 8 de junio de 1894, en la ciudad de México. Cuando Carmen tiene 4 años la llevan a vivir a Francia. En el internado parisiense aprende danza, teatro, literatura y pintura. Pasa 8 años estudiando y regresa a México. Vienen los años convulsos del inicio de la revolución mexicana. Para 1913, la esperanza de los mexicanos de un gobierno democrático se desvanecía con el asesinato del presidente Francisco I. Madero. El padre de Carmen, el general Manuel Mondragón es acusado de traición por colaborar en el derrocamiento del presidente Madero y su asesinato. Se exilia en París con su familia, excepto Carmen que se casa ese año con el pintor Manuel Rodríguez Lozano, reconocido por su elegancia, su porte y su carisma y que años después arrebataría el corazón de una mujer extraordinaria, Antonieta Rivas Mercado.
Casada ya, Carmen emprende un viaje nuevamente a Europa y durante su estancia conoce a grandes artistas como Pablo Picasso y Henri Matisse. No se sabe en realidad cuales fueron las detonantes del fracaso de su matrimonio con Rodríguez Lozano, se ha dicho que después de nacer su hijo, Carmen se entera de la homosexualidad de su esposo y poco después, la muerte del niño termina por separarlos definitivamente, aunque nunca se divorcian. Ellos regresan a México en 1921 y ella escribe poesía, pinta y se reúne con el círculo de intelectuales más importante del país. Conoce a Tina Modotti, Frida Kalho, Antonieta Rivas Mercado, Edwar Weston, que algo tenían en común estos artistas e intelectuales. No se ceñían a las reglas de la sociedad y marcaron con su arte, sus escritos, sus fotos, una de las grandes épocas de la cultura en nuestro país.
En ese mismo año, 1921; regresando de Europa, Carmen Mondragón recibe su segundo bautizo y adopta el nombre con el que hará historia: Nahuí Ollin, que en náhuatl significa Movimiento perpetuo o movimiento del cuarto sol. Ese nombre es el que le daría su nuevo compañero de vida, Gerardo Murillo, conocido como el Dr. Atl. Periodista, escritor, explorador y vulcanólogo, además de pintor y maestro. Él la conoció en una reunión de amigos e inmediatamente llamó su atención. Antes de darle un nuevo nombre, expresó: “Entre el vaivén de la multitud que llenaba los salones se abrió ante mí un abismo verde como el mar, profundo como el mar: los ojos de una mujer. Yo caí en ese abismo instantáneamente”. De ahí nació una nueva relación, un nuevo nombre, una nueva vida. Ella deja a su marido y se refugia en los brazos de Murillo.
Nahuí Ollin, era una mujer de una belleza extraordinaria, además de una gran pasión por todos los proyectos y aventuras que emprendía y de una inteligencia privilegiada y que decidió ser libre por encima de todo. Posa para Diego Rivera en su primer mural realizado en México en 1922 y representa a la poesía erótica, en la gran pintura llamada La Creación.
Desde su regreso de Europa, Carmen, Nahui, no deja de escribir poesía, discutir, posar y dar a conocer sus puntos de vista que junto con los de otras mujeres reivindican los derechos y la libertad de las mujeres y que, desde luego; escandalizan a la sociedad mexicana de esa época. Nahuí, fue la primera mujer en México que posó desnuda en una serie de fotografías para Edward Weston, fotógrafo estadounidense y después seguiría posando para diversos fotógrafos.
Su relación con el Dr. Atl, es de una gran intensidad, no solo físicamente, también en el plano intelectual. Los dos eran escritores, pintores y libertarios en su andar por la vida. Cuando la pareja comienza su relación, habitan en el lugar que él había escogido como morada, el exconvento de la merced, en el centro de la Ciudad de México. Un lugar lleno de historia, que quedó plasmado en el libro “Gentes profanas en el convento” que escribió Dr. Atl o Gerardo Murillo.
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El amor entre los dos artistas era de tal intensidad que los celos y las peleas constantes, acabaron por separarlos. Cada día eran más frecuentes sus peleas y es que la juventud y la belleza de Carmen, despertaban los celos feroces del Dr. Atl, 18 años mayor que ella.
Cartas, fotografías, recuerdos, que hablan de su vida y de su relación más intensa, la que tuvo con el pintor a quien le escribía cartas que eran más bien poesías.
“Yo no tengo edad. La pasión no tiene edad. Yo soy toda inteligencia y toda amor. Las mujeres sólo tienen la edad de su pasión en flor. Cuando esa flor se marchita la mujer perece”, dice una de las muchas cartas que Nahui Ollin escribió a su amado. 5 años después termina con Atl. Y su último amor fue el Capitán Eugenio Agacino, un militar español que trabajaba en una compañía trasatlántica y quien muere trágicamente en el mar.
Sin duda, la vida de Carmen Mondragón, Nahuí Ollin; fue un torbellino de sensaciones, palabras, miradas y amores. A partir de 1945, sola, decide retirarse de la vida pública. Su soledad es acompañada por recuerdos que guarda en su mansión de Tacubaya. Sus largas caminatas por la alameda central llaman la atención de quienes pasean por ahí. Con su pléyade de gatos y caminando lentamente, una anciana recuerda el esplendor de su vida y sus amores.
Otoño de 2021