La apropiación de la industria de las mentes brillantes de la época las coloca del otro lado de la vidriera; para acercarnos tenemos que acudir a la billetera o biblioteca. Pero el efecto Internet comenzó a socavar las barreras, primero y notablemente con la industria del cine y la música, y de una forma más silenciosa y subterránea con el libro. Hoy bastantes publicaciones se pueden obtener gratuitamente en formatos de lectura para la pantalla, y así circulan, pero algunos románticos decidieron materializar esas obras u otras que ya tienen derechos liberados.
A través del trueque, obtuve algunas de las ediciones Acéfalo, de Talca. Ellos desde la presentación asumen sus ideas libertarias en todas las ramas de la creación y el pensamiento llevado al papel. En su catálogo podemos considerar ‘El Derecho a La Pereza’ de Paul Lafargue, que deconstruye la conceptualización del trabajo como bendición, y critica cómo se ha ficcionado la labor para hacerla necesaria, enquistarse en nuestro interior, al punto que nos inquiete la falta de él, que no sepamos disfrutar el ocio:
“Los filántropos llaman bienhechores de la humanidad a los que, para enriquecerse sin trabajar, dan trabajo a los pobres. Más valdría sembrar la peste o envenenar las aguas que erigir una fábrica en medio de una población rural”.
Uno de los mayores aportes de esta publicación es la introducción de citas de otros autores, que nos permiten vislumbrar el proto ideario que dio sustento a nuestra vida de trabajar hasta morir:
“(…) La cura no se completará hasta que los pobres de la industria se resignen a trabajar seis días por la cantidad que ahora ganan en cuatro”.
Una profunda relectura de este libro es llevada a cabo en ‘El placer armado’ de Alfredo M. Bonanno (Ediciones Cuadernillos Incendiarios), un libro que de un modo más violento, paralelo a como también avanzo el sistema económico, nos desnuda:
“Los explotados también encuentran tiempo para jugar. Pero su juego no es placer. Es una liturgia macabra. Una espera de la muerte. Una suspensión del trabajo para descargar la violencia acumulada en el curso de la producción. En el ilusorio mundo de la mercancía, jugar es también ilusorio. Nos imaginamos que estamos jugando, mientras no se hace otra cosa que repetir monótonamente los roles asignados por el capital”.
Acéfalo también ha realizado ediciones de Maiacovski, Pessoa, Teófilo Cid y Omar Cáceres. Estas dos últimas son importantes en vista de que la circulación de los libros de esos autores está restringida a las compilaciones de alto costo; ‘Defensa del ídolo’, de Cáceres, está corcheteado y realizado de la manera más sencilla, y sólo cuesta 500 pesos.
Otra sección del catálogo está abocada a la difusión de las ideas, al desplazamiento de nuestras barreras mentales y desarrollo crítico, como en los textos de Thoreau, o Guy Debord, y en segunda parte a otros autores para la construcción de ideologías alternativas.
A este proyecto se le suman otros, como Sedición y Los Inapropiables. Notable es el criterio de difundir las voces de presos de estados, en el primer caso, y en el segundo la factura de los libros y su catálogo, una selección de agitadores de Occidente que habitualmente se comercializan a precios de abuso.
No es que quisiera cuestionar el concepto de derecho de autor, en tiempos que hasta los fondos de cultura estatales favorecen a las industrias, pero llega un momento que el escriba con éxito se convierte en producto, y a esa altura, debe ser tratado como tal. Un producto se puede piratear y difundir; en su ataúd o academia, difícil que sienta las magulladuras del asfalto; quizá, solo un orgullo del que no puede capitalizar.
SALIR, PARA VOLVER AL TERRITORIO
La línea editorial de Cinosargo se ha caracterizado por su vínculo territorial entre el desierto y la frontera; un espacio rizomático cargado de un imaginario que hiede cierta violencia, movilidad, discreción. Qué mejor ejemplo que Pop, de Rodrigo Ramos Bañados, vertiginosa novela corta de la que extrajimos un fragmento en estas páginas. Cinosargo ha reafirmado su identidad con completas antologías de escritores del extremo norte del territorio, pero ha sabido salir de lo que podría convertirse en una jaula con los poemarios breves ‘Le dan hueso’ de Andrea López y ‘Morgue y otros poemas’ de Gottfried Benn.
El primero es un campo de experimentación de una poeta argentina, que una primera parte se entrega al movimiento que parece una danza lisérgica de lagarto muy lograda, que subvierte el rito donde el Estado y la Iglesia entran a nuestras habitaciones:
Mantengo erguida la cabeza
Para que el peso
No me quite la elegancia
Ya en la segunda parte López se entrega a una asociación libre bastante indómita, que evita deliberadamente el probable encadenamiento que presenta el poemario en un comienzo, mostrando su registro arriesgado.
‘Morgue y otros poemas’ es una traducción de Daniel Rojas Pachas de Gottfried Benn, un autor alemán de las primeras décadas del siglo XX, un doctor que volcó sus experiencias médicas subvirtiendo la espesura, entregándose a cierta melancolía hasta indagar en la carne y hallar la belleza. El fluir es implacable, en tanto las imágenes se yuxtaponen como las manos del doctor penetrando el occiso; la estética es el aserrín que permite presentar el cuerpo a los últimos ritos: «cada uno llena tres bacines».
Benn, adelantado a la literatura gore, elige hacer un zoom a los cuerpos abiertos, presentándose como antecedente a autores de Cinosargo, como el mismo Rojas Pachas; quién mejor entonces para versionarlo con toda su crudeza, que se extiende a la percepción fuera de la morgue: los clientes de un café se vuelven también fluidos y viscosidades.
Bonn, de soslayo, nos habla de la salud de los marginales del sistema, un deja vu perfecto para quien haya transitado en la salas de espera de la salud pública:
“Toman un poco de alimento. Sus espaldas están
llagadas. Ves las moscas. A veces,
las hermanas los lavan. Como uno lava los bancos”.
Por Cristóbal Gaete
El Ciudadano Nº134, octubre 2012
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