En un claro atentado contra la condición efímera del stencil, Edwin Campos y Alan Meller, editaron el libro Santiago Stencil, una selección de los mejores stenciles hallados en las calles de la capital durante algunos años.
Si el rostro de Mussolini en la Italia fascista diseminado por las calles inventó una nueva forma de propaganda política, 80 años después al otro lado del mundo el rostro del dictador criollo se disemina junto a calaveras, meados y Se Busca en los muros de Santiago. Pero también está la imagen de un niño ícono de la UP, otro sacado de una fotografía, el Chapulín, don Ramón o chicas anónimas. Todos ellos a partir de una plantilla multiplicada por aerosoles y ánimos clandestinos.
La segunda edición del libro es autogestionada y constituye un valioso documento sobre los muros, los imaginarios y los íconos de nuestra época. El Ciudadano conversó con uno de sus autores, Edwin Campos, diseñador, quien apuesta por el rescate de este arte urbano.
¿Cómo te llegaste a interesar por el stencil?
– Siempre me llamó la atención el graffiti y un día descubrimos en el barrio República un graffiti que estaba muy detallado y cachamos que se hacía con plantillas: era un stencil. Así que partí haciendo un sitio web donde mostraba stenciles, gestioné más el asunto y empezaron a llegar solas las fotos, luego hice una exposición con otros stencilistas. Siempre tratando de masificar el tema.
¿Qué te sedujo de esta práctica?
– Creo que el stencil se adapta al lugar y representa símbolos de un momento.
¿Hay algún stencil hecho por ti que le tengas especial cariño?
– No me siento un gran stencilista, pero uno que hice de Florcita Motuda me lo comentaron harto.
¿Y algún stencil preferido?
– Creo que Acuario tiene un gran talento. Su stencil con el logo de McDonald’s simulando unos aviones sobre las torres gemelas es muy bueno.
¿Qué condiciones debe tener un stencil?
– Impactar, que no pase desapercibido. El impacto es lo importante.
¿Y respecto a lo que remite?
– De hecho, tiene mucho de modificar alguna imagen conocida. Como uno que a partir de la imagen de tránsito que señala la cercanía de un colegio, pero en el que las figuras de los niños llevan molotov funciona muy rápido.
¿Qué criterios definieron la selección del libro?
– Que los stenciles estuvieran bien hechos y que tuviesen un contenido bueno.
¿Qué te parecen los tag en tanto ampliación del graffiti y del stencil, pero que a diferencia de ellos ya no apuesta por comunicar algo a un destinatario?
– Es como dejar tu nombre en todos los lugares posibles y ni ahí con que me entiendan sino que funciona con los que cachan las firmas de cada tageador.
¿Cómo evaluarías el estado actual del stencil en Chile?
– Creo que le falta un poco, pero no sé hacia donde se pueda avanzar ahora. Lo que si considero importante es que no hay apoyo de instituciones tradicionales para que exista. Piensa que nuestro libro está bajo la categoría de patrimonio, es un registro de lo que los jóvenes piensan y expresan en un momento concreto. Nuestro objetivo es que la gente lo conozca, lo entienda y valore. Si en Argentina o Brasil, los stencilistas realizan encuentros financiados por el Estado o empresas.
Pero el stencil tiene un gesto clandestino al no pedir permiso para rayar un muro.
– Creo que los que hacemos stenciles ocupamos la calle porque nadie te censura o no hay curadores, como en una galería. La calle es el mejor lugar para mostrar tu trabajo.
+ INFO o si quieres adquirir el libro: www.santiagostencil.cl
El Ciudadano