Emilia Pequeño Roessler (Santiago, 1997). Estudiante de Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad de Chile. Ha participado en talleres de poesía con Héctor Hernández Montecinos, Javier Bello y Raúl Zurita. Forma parte del colectivo de poesía Taller Juan Gabriel. Actualmente trabaja en sus proyectos La Tumba Serás y La ronda del hambre. Este último obtiene en 2016 la Beca de Creación del Fondo del Libro del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
A continuación los dejamos con la segunda parte del poemario La ronda del hambre.
CARNAZA
Tú dices que eres la luz en medio de nuestras almas,
pero yo sé que en nuestras almas no hay más
que una sucia oscuridad
y el miedo a la muerte.
(Diego Maquieira)
***
Y sobre ti yo aspiro las llagas de mi padre
(Gabriela Mistral)
***
veleidosa sin pecho
anfibia
rito de hembra constituida sin ubres
el plexo como casa de pájaros abierta
chorreando descarnado
a la intemperie
nada por sorpresa
contradicción de esta matriz inhóspita
toda cableada
tupida de vellón
palmeada la entrada
taponada en azotes
el cielo de la piel explotando en estrellas
puntos rojos como galaxias
dibujadas
succionadas
impresos a manotazos
como los cardenales
agonizantes entre el amarillo y el verde
van quedando
huellas de peregrinaje
***
sinuosos los caminos
por los que es arrastrado en el deseo
de sus labios
solo oscuridad
una sonrisa más siniestra que la piedad de Dios
entre todas las palabras que no dijo
estaba la palabra amor
contenida entre los dientes
solo para mí
la soberana del amurallado de su voluntad
la que habita su hambre
como leona amarrada
él es un hombre que se viste de silencio
aspira sobre mi ombligo
la decadencia de su matonaje
la sombra de todos mis contornos en interminables rayas
blancas fulgurantes
y se va
dejándome sedienta de sus manos
las caderas como manillas claveteadas
este miedo es solo parte del delirio de su amor
en un beso doloroso
saluda cada esquina de mi pellejo curtido
jalándose
mi vida con su boca
dime padre me decía
pero mi lengua no sabía qué era eso
desconocía todas las palabras
que se me iban descubriendo en ese instante
como torrentes bajando por sus garras sucias
perdóname
yo gritaba
perdóname
yo gemía
entre arañazos salvajes
había un mar de besos muertos
boca abajo
dime padre
me decías
***
con tus ojos marmóreos, Saturno
me fuiste sacando la piel de a poco
y entera me devoraste
tú eras todos los hombres desgarrándome a latigazos de silencio
coronada de espinas me arrastraste hacia a un foso constelado
para amortajarme, convertirme en piedra sobre la tierra
desnuda y azotada
me explotaste hasta secar la última gota de mi sangre
y estuvo mi cuerpo blancuzco enfriándose en tu mirada
cuando el hambre misma de esos ojos se comió mi vergüenza
rasguñones de gato montés trepándome la espalda reposarían ahí por siempre
como testigos de que el amor no era para nosotros
***
apedréame ahora que soy el cuerpo del pecado
acepta de una vez por todas que te equivocaste
tú sabías que las olas del mar me llamaban y no las quise oír para seguirte
pero para tus labios fui siempre innombrable
aunque sea ahora que nada vale quiero que me digas que era cierto
me habría astillado la cara de vidrios rotos solo para que me miraras
pero tú no habrías visto en ellos más que tu reflejo fraccionado
sé muy bien que no conoces la culpa
pasarán los años y solo habrás sufrido por ti
me verás entre los abedules disfrazada de cristo
en la cruz sobre una montaña erguida bajo el sol eclipsado
las gotas de sudor frío bajando por mi sien te hablarán al oído
te contarán los secretos de los ruiseñores que viven en mi tumba
pero tú no querrás oírlos ni les dirás nada
mi recuerdo será una leve punzada en la nuca los días de lluvia
nada más que un detalle molesto en el rabillo del ojo
los jazmines que me amarré en el pelo para ti
y sus pétalos que gritan tu nombre en su último hálito
***
me dices que las llamas que te visten
son fuego sacro que crepita sobre la sal de tu piel
palomas que rodean tu figura como aureola
chispazos del éxtasis rozando nuestros nervios que son lenguas
muriendo en espasmos circundantes
me dices que conoces cada grano de mi espalda
que tus pupilas son dueñas de todo lo que tengo
le caes a mi cuerpo magullado como piedra
a horcajadas asfixiándome me dices que te llame padre y tiemble
que llore suplicando tu perdón a cachetadas
tus manos cruentas solo temen por sí mismas
ahora que quité tus palabras de mi voz
nadie más habita ya esa jaula de los sellos de tus labios
me amarán los perros del infierno
pero mi boca ya no sangrará más tus letras de cuarzo