Al conocerse los resultados, las redes sociales no se hicieron esperar y hubo comentarios tan inspiradores como los que nos invitan a seguir soñando y declaran que este Oscar ha venido a permitir que niños que sueñan con dibujar o ser creativos sientan que existe una posibilidad de reconocimiento, que quizás la Industria nacional pueda abrir más espacios, recursos y mejore la difusión de las obras nacionales. Al tiempo que otros, sienten que no es digno de aplaudir que el perverso país del norte pueda limpiarse las manos del los «premios más blancos de la historia» teniendo un gesto mínimo de reconocimiento con un país casi invisible en las alfombras rojas del mundo.
También hubo quien celebró la historia tras la historia de un Oso, el bien a la memoria colectiva y la belleza con la que ha sido llevado un tema tan profundo como las heridas dentro de una familia tras el exilio y el quiebre de la historia de un país, cosa que ha dividido (como es habitual) en comentarios extremos a los usuarios de las redes sociales…
Los más felices, salieron con una bandera a celebrar en Plaza Italia que la pequeña gran historia de un chileno y que ha sido la de muchos, ganó un Oscar y que ese hecho nos recuerda que aún podemos soñar con ser la mejor versión de nosotros mismos, en un país lleno de adversidades, corrupción y dificultades para dedicar tiempo a la creatividad o las emociones.
La Historia tras la «Historia de un Oso»
Un oso triste y solitario, construye un mágico diorama con sus propias manos como un intento de recordar la vida tranquila de otros tiempos, en donde era feliz junto a su esposa y su hijo, antes de que un circo lo arrancara de su hogar y lo hiciera trabajar por la fuerza, condenándolo a una vida triste y solitaria.
Eso es a grandes rasgos lo que un niño puede ver de la historia. Sin embargo, la verdadera Historia que Osorio quiso contar «Tiene que ver con el exilio de mi abuelo. Se tuvo que ir a Inglaterra en 1975, antes había estado dos años en prisión», según ha relatado el creador.
La Historia de un Abuelo
Leopoldo Osorio fue militante del Partido Socialista, concejal de la comuna de Maipú y secretario del derrocado presidente Salvador Allende. Lo detuvieron en 1973, con la llegada del régimen militar de Augusto Pinochet.
Tras la cárcel y una estadía en México, terminó viviendo en Reino Unido donde experimentó el exilio durante diez años. Se volvió un abuelo «vivo, pero invisible», ha declarado Gabriel Osorio.
«Yo no entendía muy bien qué era esto de la política que le impedía estar con la familia. Fue una cosa muy tremenda, porque por un hecho político, ajeno, mi familia quedó desmembrada. Ese es el mensaje que quise trasmitir con el cortometraje, de algún modo. Que no hay nada que valga para separar a una familia», declara el creador Osorio, quien a los 8 años finalmente conoció al abuelo.
El corto es sin duda, una bella y cuidada metáfora que narra los horrores de lo que vivieron los presos políticos, los exiliados y desaparecidos bajo la dictadura de Augusto Pinochet.
Y como en la historia de Chile, en la de los desaparecidos y sus familias, el corto deja preguntas sin responder que nos invitan a la reflexión.