Las pinturas hiperrealistas de Christoph Schmidberger desprenden sensualidad. El artista hace retratos de amigos y conocidos y, de este modo, documenta un mundo poético donde se fusionan la naturaleza y la arquitectura, los interiores privados y los jardines iluminados por el sol.
Con superficies meticulosamente ejecutadas, en óleo y acrílico, Schmidberger logra un gran realismo. El espectador, de acuerdo con las composiciones, queda en un umbral de incertidumbre, como si estuviera invitado a la escena y a la vez fuera un intruso.