Hayao Miyazaki que estás en los cielos. Algo parecido a eso es lo que el ilustrador polaco susurra todas las noches antes de acostarse.
La aventura comenzó cuando Urbanowicz se trasladó a vivir a Tokio tras cursar una beca en la Kobe Design University. Se había graduado en electrónica en Polonia y decidió convertir su hobby, el dibujo, en algo más serio. Embarcó a Japón para especializarse en anime y manga.
Ya en Tokio, el ilustrador se dio cuenta de que su vida transcurría en los mismos escenarios de las películas que más le gustaban. «Por ejemplo, el barrio Seiseki Sakuragaoka fue utilizado en Whisper of the Heart. Solo tenía que salir y explorar», cuenta.
Urbanowicz comenzó con este proyecto hace seis meses. Lo desarrollaba durante el tiempo libre que le quedaba tras salir de, Comix Wave Films, el estudio en el que trabaja.
La primera ilustración mostraba una serpenteante calle en el mencionado barrio de Seiseki Sakuragaoka. Paseando por allí, había visto a un chico con camisa blanca pedaleando «¡y se parecía al personaje principal de la película!». El polaco decidió que los vibrante colores de la acuarela harían justicia a Japón y comenzó a dibujar. La respuesta en internet, donde colgó ese dibujo, fue tan positiva que decidió continuar la serie «hasta un romántico final al atardecer», señala.
El polaco, que ofrece sus ilustraciones en una tienda en Society6, afirma que su objetivo es crear su propia película de animación, «algo que escape a todo el soso mainstream que se está haciendo en Japón ahora mismo, algo que continúe con lo que Studio Ghibli comenzó. Pero no es tan sencillo. La industria, aunque es muy grande, está realmente ceñida a las producciones que se venderán con seguridad y que se pueden hacer fácil y rápidamente con personal no muy experimentado».
Por ello, admite que esa no es su prioridad ahora mismo. Mateusz Urbanowicz sigue dibujando, pintando, animando, editando e incluso programando mientras espera a que llegue su momento. «Intento poner mis manos en todo tipo de campos creativos», explica.
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Fuente: Yorokobu