Muy temprano esta mañana, estaba desayunando con la mente en blanco. Pensaba en que tenía que trabajar y el «blanco» se transformaba en un abismo. Tenía que escribir sobre El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pero no se me ocurría el tratamiento. Con intermitencia, se me venía a la memoria una imagen, acaso un vestigio de sueño. La imagen de la que hablo es esta, «El sueño de la razón produce monstruos», de Goya.
Y ya que tenía que escribir sobre Stevenson, me dije porqué no: voy a comparar grabado de Goya con la novelita de aquel. Para mí, tenían una conexión evidente, que ahora paso a desarrollar.
La obra pictórica es de 1799 y pertenece e inaugura la serie «Los caprichos». Si observamos la imagen vamos a ver, en primer plano, un hombre recostado, probablemente un pensador o un artista, durmiendo o en meditación creativa. Detrás, hay lechuzas, murciélagos y gatos, es decir, seres nocturnos que lo invaden en ese momento de recogimiento. Estas formas son más claras cuanto más cerca están, y se vuelven difusas al alejarse. El espacio se abre al infinito. En una primera interpretación, podríamos decir que Goya representa una alegoría de la razón humana.
Pero recuerdo ahora que, Minerva, la diosa romana de la sabiduría, con frecuencia se representaba como una lechuza. Y lo que aquí es significativo, es que la lechuza más grande le está entregando una pluma al personaje principal. Así es que también podríamos interpretar el grabado como una alegoría de la creación artística. Dependerá, creo, del sentido que le otorguemos a dos palabras de la leyenda de la izquierda, «sueño» y «razón». Como veremos, en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1886), estas dos palabras resultan clave.
Digo esto, porque según el mismo Stevenson, el argumento de su obra surgió en sueños. Sin embargo, más allá de Jekyll y Hyde, este tema, junto con el del doble, parece haber sido una obsesión de toda su vida. Leamos una cita de su ensayo Un capítulo sobre sueños:
…comenzó a soñar secuencialmente y a llevar, entonces, una doble vida —una de día, otra de noche—: una, que no tenía pruebas para demostrar que era verdadera; otra, que no tenía pruebas para demostrar que era falsa (…) No puedo decir por cuánto tiempo mantuvo esta tendencia, pero fue suficiente como para dejar una gran mancha negra en su memoria, el tiempo suficiente para enviarlo, temblando de temor por su razón, a la casa de cierto doctor, donde con una simple poción se lo restituyó al común de los hombres.
En efecto, cuando leemos El extraño caso…, encontramos que todo el texto está atravesado por un ambiente onírico y nocturno. Pensemos en la escena del asesinato contemplado desde la ventana por la mucama, o la descripción de las vidrieras de los negocios que hacen Utterson y Mr. Enfield en «La historia de la puerta». Dos elementos, ventana y puerta, de suma importancia tanto para la narración como para el psicoanálisis.
Además, y simplemente, el tema del doble tiene raíz en lo onírico. De manera tal que los dos temas se desarrollan juntos y reclaman un ambiente nocturno.
La poción que le restituye el ser a Jekyll, según los críticos, es una concesión, un tanto burda, que el autor hace al pensamiento cientificista de su época. Pero pensemos también que el tema de la poción mágica tiene una raigambre tradicional asociada con lo maravilloso y onírico.
Sin embargo, es innegable que el ambiente cientificista convive con lo sobrenatural. Por ejemplo, recuerdo la enumeración de los títulos de Jekyll que remiten todos al mundo científico o la presencia excluyente de personajes doctores o abogados.
También, al margen, debería mencionar la convivencia de la moral puritana y acomodaticia de los victorianos con las zonas tabú de la personalidad, porque nos resultará útil para comprender el dilema de Jekyll.
Avanzando un poco, diré que Jekyll, en tanto científico, es un ser diurno y racional, y precisamente, la característica atribuida a la razón es la luminosidad. Hyde, por el contrario, es un ser nocturno, y aglutina en sí lo sucio, lo pulsional, lo irracional; lo oscuro, en definitiva.
Cito el siguiente fragmento de la novelita para ilustrar un poco lo que vengo diciendo hasta aquí:
El hombre no es esencialmente uno, sino esencialmente dos. Y digo dos, porque mis conocimientos no han ido más allá. Otros seguirán, otros llevarán adelante estas investigaciones y no hay que descartar que el hombre, en un último análisis, pueda revelarse como una mera asociación de sujetos distintos, incongruentes e independientes.
La transformación de Jekyll se va dando paulatinamente. En un principio, conviven los dos seres equilibradamente, complementándose uno al otro. Pero Jekyll dice «Hyde era una bestia que aún no había aprendido a conocer».
Según pasa el tiempo, Hyde se revela monstruoso y con una fuerza abismal, a la que Jekyll debe rendirse. Cuando comprende que ya no tiene más poder sobre su segunda naturaleza, debe morir. Y es lo que sucede; a fin de perpetuar al Jekyll previo a Hyde, es decir, al ser social primero, Jekyll se suicida.
Por lo tanto, lo que Stevenson nos muestra acá es una visión pesimista de la dualidad interna del hombre. Lanyon, el Dr. enemistado con Jekyll, lo censura a este por el cariz «místico y sobrenatural» que iban tomando sus investigaciones. Esta, sino es la voz de Stevenson, al menos podemos afirmar con seguridad que es la voz de sus contemporáneos victorianos. Jekyll se extralimita y paga sus pecados por haberse dejado seducir por lo irracional, como le sucede a Macbeth, por ejemplo. Y es revelador enmarcar esta obra dentro de la tradición anglosajona, pues no es casual que en los cinco textos que trabajamos (Cadacual, Fausto, Macbeth y La Tempestad y Dr. Jekyll y Hyde) aparezca lo sobrenatural.
Sin embargo, en el grabado de Goya, intuimos que el Durmiente, al despertar, exorcizará a sus monstruos con sus plumas y hojas. Es evidentemente lo que hizo Stevenson al escribir su obra, pero sin poder rechazar la moral en la que fue educado por completo; porque la metamorfosis Jekyll-Hyde es negativa.
El grabado de Goya, conservado en el Museo del Prado, aparece en un libro con el siguiente epígrafe: «La fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles: unida con ella es madre de las artes y origen de las maravillas». Es decir, nos ofrece una visión sanadora y positiva de la creación: el artista entra en contacto con sus propios monstruos y sin extralimitarse, sin perder los parámetros de la razón, los exorciza en su obra. Esto es precisamente lo opuesto de lo que le sucede a Jekyll: él, creador en tanto inventor, entra en contacto con su lado oscuro, pero pierde el control, el sueño de la razón lo destruye.