En la calle la buena gente derrocha
sus guarangos decires mas lisonjeros,
porque al compás de un tango que es «La morocha»
lucen ágiles cortes dos orilleros
Evaristo Carriego
Al principio, muy al principio, a fines del siglo XIX, el tango se bailaba entre hombres. Cuentan los que conocen la historia de esta danza que lo bailaban entre ellos mientras esperaban su turno en los prostíbulos de las orillas porteñas. Y claro, también bailaban con mujeres. Mucho más tarde, cuando la danza entró en los salones de buena familia y logró la bendición de las clases acomodadas, solían pasar largas horas practicando pasos en los clubes de barrio (Atlanta, Sin Rumbo, entre otros tantos que ya no existen) para marcárselos luego a sus compañeras de turno en la milonga.
Hay muchos ejemplos de roles cambiados, por ejemplo, la dupla Julio Bocca y Carlos Rivarola en Tango, la película de Carlos Saura, una sublime lección de baile.
Otros dos que divierten mucho son José Garófalo y Carlos Stassi (dueños de la milonga Porteño y bailarín) que se burlan de los chichés del tango contemporáneo, y son un placer Los Hermanos Macana, que llevan su show por todo el mundo. Aquí, en Londres.
Por lo demás, quienes saben de danza dicen que el intercambio de roles sigue siendo una experiencia imprescindible para cualquier bailarín que tenga intenciones de mejorar, entre otras cosas, porque permite comprender mejor la marca y los movimientos del partennaire.
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