El mes de enero en Santiago se destaca por ofrecer diversas alternativas culturales, más allá del teatro. Desde diciembre se encuentra en Chile el músico nacional radicado en Alemania, Álvaro Peña, el que junto al trío porteño, Fatiga de Material, ha realizado varias presentaciones en vivo.
Por su parte, el improvisador japonés Sabu Toyozumi, en el marco de su residencia en Chile junto al Proyecto Tarabust, pasó por Santiago y realizó un par de impactantes presentaciones.
A continuación, un breve comentario de estos conciertos.
PEÑA + FATIGA DE MATERIAL
El jueves 12 de enero se presentó en el Bar Loreto de Santiago el músico Álvaro Peña, de dilatada carrera en el exterior y escaso reconocimiento en nuestro país. Peña, que suele visitar el verano chileno, es considerado algo así como un ‘artista de culto’, tanto por su interacción con la escena de squatters ingleses previo y durante el apogeo del punk ’77 –donde llegó a formar, 101ers, una banda con el Joe Strummer pre The Clash- como por su extensísimo y particular universo creativo.
Pero este año no vino a tocar solo. Como una mágica aleación, unió su semblante con la banda porteña Fatiga de Material, dueños de un depurado estilo sónico; aleación que en Santiago tuvimos la oportunidad de apreciar en esta jornada, por un precio muy asequible y frente a una cantidad pequeña de público.
Un show breve, pero suficientemente efectivo para barnizarnos con su entrañable talante, demostró que más que un ‘mito’ congelado en el tiempo, Peña está vivo, sudando en el escenario y dispuesto a estrechar nuevos lazos que potencien los resultados creativos.
Temas en inglés, todos de su autoría, salvo “House of 1,000 flies”, del trío porteño, que se pasearon por un rock de características sónicas, a medio tiempo, en la vena de lo que el grupo y algunos de sus afines en el sello Acople hacen: Herencia post hardcore, post rock, instrumental, Familea Miranda, etcétera.
Canciones para el tío que le crujían los zapatos, pero también para los diez años de la muerte de Strummer (“My friend joe”); momentos de intimismo (“Papayas”) y crítica a la economía (“The Bank Snatchers”), un despliegue de energía eléctrica a borbotones, dibujó una cara de Álvaro Peña que no es la ya conocida, y que refresca su ya dilatada carrera musical.
La música fluyó rápida y natural, en un cruce generacional entre unos que comparten una ciudad en común, pero más allá, una sensibilidad, que impacta en las canciones. Puestas a prueba en diferentes formatos, seguro saldrían bien paradas, dado el blindaje emocional que contienen.
Muy compenetrados y alegres, Peña cantó y rió junto a Naty Lane, bajista del trío, y hacia el final, en un segundo bis, se dio tiempo para reír junto a todos, cantando a capella, palmas y voz, “Tonteras”, un clásico de su repertorio en solitario.
foto: Jaime Coronil & Entoxicosmos
+ INFO: Acople Records
SABU TOYOZUMI
En otro frente estilístico, desde hace más de una semana se encuentra en Chile el experimentado improvisador japonés Sabu Toyozumi, quien a sus 68 años y con el apoyo de la Japan Foundation, llegó a Chile a compartir con el Proyecto Tarabust, colectivo de improvisadores y artistas sonoros asentados en Valparaíso, quienes ya reciben por cuarta vez, músicos extranjeros. Ute Volker, acordeonista alemana, fue la última, en 2009.
El sábado 14, Toyozumi se presentó por segunda vez en Santiago. La noche anterior había tocado en la capital junto a 27 músicos en la Sala Master de Radio Universidad de Chile, en un concierto de improvisación dirigida con señas (lea un review aquí), experiencia también realizada con Volker.
La Santa CD, casa mutante ubicada en el centro de Santiago, fue el escenario de un concierto mucho más íntimo, tanto por lo pequeño del lugar como por el formato de interacción.
Una primera pieza junto al saxofonista Edén Carrasco, uno de los improvisadores nacionales más versátiles, evocó el espíritu que trasformó al free jazz histórico en la música de las revueltas proletarias negras, contexto político que ha pasado a mistificarse con el tiempo, ofreciendo una mirada muchas veces academicista, reduccionista y blanca de dicho fenómeno musical.
Los japoneses saben de ruido y de improvisación. Libertarios y radicales a la hora de experimentar, siempre estos elementos han estado presentes en sus músicas más interesantes, populares, étnicas o doctas, superando dicotomías que en occidente son problemáticas a resolver. Así, el maestro Toyozumi tocó en los ‘70 con Kaoru Abe (aunque antes lo había hecho con Mingus), el maldito del free jazz japonés, pero también tocó con Mizutami (de la banda japo de psicodelia Les Rallizes Dénudés), Keiji Haino y junto al marginal y fantástico Arthur Doyle. La lista de colaboraciones que ha realizado es inmensa y habla de una personalidad musical muy flexible y abierta.
El dúo Carrasco-Toyozumi, como decía, se adentró en aguas torrentosas, transmitiendo una comunicación efectiva a la hora de encontrarse y componer en tiempo real. Si bien hay una tendencia actual en la música improvisada a reducir los sonidos al mínimo, dejando mucho espacio al silencio y las intervenciones piano y pianísimo, lo desplegado en este set fue una descarga de energía e intensidad, matizada con momentos calmos, que aportaron distensión y otros aires a la sesión.
Toyozumi utiliza baquetas, plumillas, macetas, cascabeles, sus manos. Restriega, rasguña, golpea la batería, la pared, los platos, y todo lo que tenga a mano y produzca sonido. Demostrando un control absoluto de sus recursos, el dúo dibujó momentos extáticos y circulares, así como otros más puntillosos y de texturas.
Carrasco luego pasó a la gaita colombiana y Sabu al Er-Hu, especie de violín vertical con menos cuerdas, con lo que los paisajes finales se volvieron más calmos y “espirituales”. Sin embargo, no terminaron decreciendo, y el final fue un buen ejemplo del nivel de comunicación que lograron.
El segundo momento tuvo a Toyozumi interactuando con el percusionista Matías Mardones y el guitarrista Diego Aguirre.
De entrada, más disonante, dado el set de artefactos de acero con que se presentó Mardones sobre el piso. Con éstos, no sólo armó una especie de xilófono lo fi, sino que frotó, llegando a texturas y sonoridades tensas y agudas. Por su parte, Aguirre utilizó una guitarra eléctrica y algunos pedales con los que hizo loops, eco, frecuencias.
Aunque al principio se notó una cierta dificultad para encontrarse, a medida que avanzó el minutaje lograron una comunicación más efectiva. Aunque hubo varios momentos de baja intensidad, cuando Toyozumi propuso subir, sus compañeros respondieron con prestancia, aglutinándose y cohesionándose, llegando a paisajes sonoramente muy estimulantes.
Una excelente ocasión para apreciar a un histórico improvisador acompañado de la nueva camada de improvisadores de esta región. Toyozumi continúa esta semana sus actividades en Valdivia, donde compartirá con improvisadores locales. Bien por Tarabust y bien por la música improvisada.
Fotos: Rockaxis y Carlos Ormazábal
+ INFO: Tarabust
Por Cristóbal Cornejo
El Ciudadano