Entras a una laberíntica galería de arte: a tu alrededor todo es blanco, deambulas por los pasillos y al final de un gran recorrido descubres un cuadro que brinca con colores, trazos y, sí, sí es posible, chispas saltarinas; así es conocer a Elmer Sosa y su obra.
¿Cómo conocí a Elmer Sosa?
Elmer fue de mis últimos profesores de la carrera, él impartía la clase de Cartel. Yo sólo lo conocía de oídas, como un profesor cachetoncito, de buen carácter, con mucho talento para el dibujo y el cartel, la verdad no ubicaba nada de su obra.
Recuerdo que tenía una amiga que siempre me hablaba maravillas de él, que si un buen profe, que no, que si el mejor profe de la uni, que no, que el mejor profe que había tenido. Me colé en alguna de sus clases con mi amiga, recuerdo que Elmer no se opuso a que entrara, hasta me invito a participar en lo que estaban haciendo: hablaban sobre crear una serie de carteles con algún poeta que les gustará y no sé, me quedé hasta el final de la clase y me puse como meta no irme de la uni hasta que Elmer me diera clase.
Un par de años más tarde logré tomar la clase de Cartel con él, en lo que fue de hecho mi último semestre en la universidad (antes de que el covidiento nos obligará a tomar clases virtuales). Ahora, a un año del inicio de la pandemia, recurrí a él para entrevistarlo:
–Neta yo???
La entrevista
El máster del cartel, el Rey Cartel, me hizo (nos hizo) el honor de darnos una entrevista y esto fue lo que nos dijo (esto, claro, junto con mi habilidad discursiva de componer literatura con choro y chismecito):
Nos conectamos un sábado a eso de las 12:30 de la mañana. Yo con un cafecito, un chonguito mañanero y unas preguntas medio redactadas para sentirme más profesional. Le mandé el link a Elmer y a los minutos se conectó.
–¿Estás listo para la gran experiencia de tu vida?
–Ok. Jajaja.
–Jajaja, a ver Elmer, preséntate, ¿quién eres? ¿de dónde saliste?
–Ah, ¿De dónde salí? [con cara de laguna reflexiva y sorpresa]. Soy originario de Zacatlán de las manzanas…
–¿A pocooo? [con mi tono poblano que lleva rato arrasando al toluqueño]. ¡No sabía eso!
–Mira… Te vas a enterar de muchas cosas [risita nerviosa]. Soy de la sierra, cuando entro a mi carrera universitaria me vengo para la capital, a Puebla, era como la costumbre.
[Procedo a darle el micrófono total a Elmer y que él nos cuente su historia (me reservo el derecho ilimitado de comentar todo lo que él diga, jiji)].
Mis hermanos se fueron a la capital y se quedaron allá, bueno, nos quedamos. Realmente la única que regreso fue mi hermana, mi cuata. Somos cuatro hermanos: mi hermana y yo nacimos el mismo día, no a la misma hora, ella nació a las 8 de la noche y yo unos veinte minutos después. [¿Se parecen?] No, no, para nada, gracias a Dios ella está bonita [risas nerviosas de ambos].
No, no nos parecemos, tampoco en el carácter, eh, tampoco, tenemos un carácter bien diferente, pero cuando éramos pequeños sí sentíamos cuando uno estaba triste, ella sentía, o al revés [chasquido de lengua incrédulo de mi parte]. Cuando empezamos a estudiar [la universidad], ella estaba en Zacatlán y yo estaba acá [Puebla]. Me acuerdo de que me hablaba y me decía «Oye, ¿te sientes bien?», y yo de «No, la neta ando medio raro». «Es que siento, siento que estás como mal». La conexión era como rara. Ahorita ya, ya no [con un tono de bendito sea el cielo ya no], ya pasó esa etapa. Creo…
[Nos trabamos un rato]
¿Qué estudié? Bueno, ahí te va la historia: entré a estudiar primero Diseño urbano ambiental en la BUAP, y estudié un año, año y medio. Después de toda la presión de los amigos, y también personal, me salí de la carrera y esperé medio año para volver a intentar, pero ahora para estudiar Diseño Gráfico y ya no entré a la BUAP, me metí a una escuela incorporada a la BUAP, pero ya en Diseño Gráfico como tal. Así que tuve experiencia previa estudiando Diseño urbano, que fue divertido eh, no me arrepiento.
La verdad fue una burrada, una especie de broma, porque el día que estaba yo parado en la línea para poder dar el examen, te pasaban una hojita en la que tenías que escribir tres posibles carreras. Resulta que veo la lista, me fijo en la parte de Humanidades y decía: Arquitectura, Diseño Gráfico y, con una barrita que decía, NUEVO, Diseño urbano ambiental y dije «¡Ay jijo! ¡Esta se oye más chida!» Entonces primero puse Diseño urbano, segunda Diseño Gráfico, o sea, me fui por el nombre en realidad, y porque era nueva, y dije «Lleva la palabra diseño, ha de ser lo mismo».
Y aquí punto importante, éramos primera generación y todos los que pedimos entrar, entramos. Entonces entré a la carrera, ya después me di cuenta de que, era una mezcla entre diseño gráfico, arquitectura e ingeniería, bastante rara. Recuerdo muy bien que mis amigos me decían «No ca’on es que tú deberías de estar en Diseño Gráfico».
Te digo que se oye como una burrada, pero te digo que así fue. Que digo, a pesar de que sí fue una especie de tropezón, sí fue algo que me hizo sentar las bases de lo que quería; y luego bajo el enojo y la presión de mis papás pude, por así decirlo, sentar cabeza, era muy relajiento. [No… cómo crees Elmer].
Y pues ya estuve año y medio dejé la carrera, y me metí a trabajar, a sentir lo que era ganarse la vida, mi papá sí se molestó bastante y me dijo Órale, ponte a trabajar: fui chef, souchef, ayudante de arquitecto y mesero igual. [¿Mientras estudiabas la carrera o en lo que se le pasaba el enojo a tu papá?]. No, no, amm, cuando entré a la carrera… pues, ya sabes que las mamás son las mamás y son súper poderosas. Pues me defendió ante mi padre y le dijo «No, dale su carrera a tu hijo, y ya después que se meta a trabajar». Te digo, esas bases fueron las que me obligaron a sentar cabeza y a tratar de demostrarle a mi papá que sí podía. Él literal dejó de confiar en mí, así tal cual. Hasta que le entregué el papelito y le dije Mira aquí está, ahí ya fue como que otra vez diferente, ya creyó otra vez. [¡Zaz!].
«El cartel es el rey del diseño»
[¿Y cuándo empezaste a dibujar?] Mira, empecé a dibujar desde chiquito, me llevaban a cursitos de dibujo, y sí, dibujaba y toda la cosa, pero no era algo que yo quisiera hacer, en realidad era el hobby. ¿No? Pero cuando entro a Gráfico… Bueno la idea que yo tenía de Diseño Gráfico era solamente diseñar logos, Yo voy a hacer marcas y ya, se acabó. Pero entro a la carrera y me doy cuenta de que hay un montón de variantes y dentro de esas estaba la caricatura, la ilustración, el dibujo de figura humana, y pues me doy cuenta de que el dibujo sí se vuelve algo importante.
Yo ya traía algo de práctica, no tanta, pero me doy cuenta de que sí dominaba mucho la perspectiva (tuve un maestro en la secundaria que nos enseñaba mucha perspectiva y a mí me encantaba, se me daba muy bien esa parte, me la vivía rayando mis libretas cuadriculadas). Recuerdo que cuando tomamos Geometría descriptiva [en la carrera] yo la dominaba así quitado de la pena [chiflidito silencioso propio de los masters], me divertía bastante.
En esa materia empecé a meterle más feeling a esta cuestión de dibujar, de ahí en cuarto semestre me encontré con dos materias que cambiaron toda mi vida: Cartel e Historieta. Cuando descubro la Historieta me digo “quiero ser caricaturista, para ser caricaturista tengo que dibujar”.
Entonces comencé a ponerme retos semanales: con cinco frases célebres armaba historias, y me proponía ilustrarlas para antes del fin de semana, aparte de mi tarea me ponía a hacer eso, para practicar, y pues ya, de ahí hasta el real. [¿Todavía lo haces?] Sí tengo tiempo sí, soy muy dado a ponerme un retillo virtual y trabajar sobre él, pero pues bueno, gracias a Dios hay chamba.
[¿Y con cartel cómo empezaste?] Recuerdo muy bien que, en esa materia, el maestro nos puso un cartel de un autor llamado Shigeo Fukuda, era un japonés que utilizaba la metáfora bien bonito, lo llamaban El loco de lo absurdo. Me gustaba mucho eso, su gráfica era muy absurda y aparte utilizaba sólo colores mínimos, dos, tres colores máximo, y su forma de representación era muy simple. Me enamoré de su gráfica y sobre eso empecé a investigar, me encontré a otros autores: la escuela polaca del cartel, la escuela cubana, a los rusos, y entonces ahí se me abrió otro universo súper cañón.
Ahí me propuse también ser cartelista, quiero tener nivel y entonces me ponía a hacer carteles-homenajes, igual con frases célebres, con frases de amorrr [así con el tonito de falso francés que nos heredó Bob Esponja], se los regalaba a mi novia [Risas mías].
Ya después también empecé a hacer carteles de mis libros favoritos, por ejemplo, hice: Ensayo de la ceguera de Saramago, que estaba leyendo en ese tiempo, los cuentos de Edgar Allan Poe, e hice uno de “El Cuervo”, otro igual de El hombre duplicado de Saramago, y así. Esos carteles los enviaba a las trienales y a las bienales.
Fukuda era el presidente de la Trienal de Toyama en Japón, y dije “No manches, es el presidente de la trienal, yo quiero que vea mi trabajo, aunque lo vea y lo escupa” [Me rio porque Elmer es ahora mi Fukuda]. Recuerdo que ahorré para enviarlo, el envío costaba $800, y para cuando yo estudiaba era un montón, si ahorita es un montón, entonces era más. Ahí me ves sufriendo dos semanas sin comer bien para poder ahorrar y mandé mis carteles.
En esa trienal, pues obviamente no me seleccionaron, pero fui muy feliz porque a los tres años, me llegó mi invitación para volver a participar. Y entonces dije “¡Sí llegaron!”. No me seleccionaron, pero al menos me estaban tomando en cuenta para participar de nuevo. En esa ocasión no pude enviar mis carteles porque no tenía dinero, pero a la siguiente sí envíe y ese cartel de Ensayo sobre la ceguera y «El cuervo» quedaron seleccionados. [Wooooow] Déjame te enseño. [¿¡Los tienes!?] Sí, a los dos meses me llegó mi catálogo. [Wooooow] Este fue en el 2009, ¡imagínate! [Apenas ayer] [Me enseña el catálogo con mucho orgullo y alegría, como la de un niño que colecciona carritos y es feliz porque tiene uno que brilla en la oscuridad, parte de su gran tesoro].
«El concepto debe ser lo más contundente en un cartel»
[Oye, y ¿alguna vez conociste a Fukuda?] Sí, sí lo conocí. [¡Qué increíble!] Vino a Xalapa eh, yo no fui, vino a la Bienal de México y tuve el placer de tomarme una foto con él. Él estaba súper enojado, en la foto se ve que yo estoy súper feliz y él está todo encabronado. Mi esposa en ese tiempo me consiguió una firma de él. Lo conocí, me sacó la foto, termina la foto y le digo a mi bombón [Aiñ, su esposa Fabiola] “Pues ya se puede morir Fukuda”. Y no manches, que se muere en enero... [Cara de sorpresa y una perfecta “o” en mi boca”], nos tomamos la foto en noviembre de 2008 y en enero de 2009 se muere. Digo, no creo que haya sido por lo que yo dije.
Pero bueno, esos dos carteles fueron los que me abrieron el mundo del cartel en el mundo; porque esos dos carteles quedaron seleccionados en Japón, en Francia, aquí en México, y en Bolivia. Entonces fue así de ¡tómala! La gente, quieras o no, comenzó a escuchar mi nombre, y pues, surgieron invitaciones, más participaciones y pues de ahí pa’l real igual, sigo haciendo cartel.
[Oye, pero entonces ¿tú cuándo acabaste la carrera?] En 2013. [Ah, entonces ¿seguías estudiando cuando te seleccionaron?] Ay no, espera, no es cierto, estoy retonto, qué 2013, ¡2003! [Risas de ambos] 2013… vas a decir “Ay güey, este güey está rejoven”, no, no, no, para nada.
[¿Y qué hacías entre 2003 y 2009, antes de que te seleccionaran?] Tuve la gran oportunidad de que en ese tiempo la universidad tenía un programa de becarios llamado Docente adjunto, en el que agarraban a los chidos y los ponían con un maestro, para que ayudara al maestro a hacer material didáctico y pudiera dar también clases. Entonces los maestros entrenaban también a los alumnos para dar clases.
El coordinador de ese tiempo me metió a ese programa, un año antes de terminar la carrera. Fui becario que daba Historieta, casualmente, y daba Geometría descriptiva, y pues lamentablemente le quité la chamba… Me quedé con sus materias… [Destino]. Comencé a dar clases de Diseño y a la par estaba en una secundaria como maestro de rondalla, tocaba la guitarra, y también me puse a buscar trabajo en un periódico. Me obligué a buscar más fervientemente por la propuesta de mi coordinador cuando me dijo que me iba a dar la materia de Historieta, y entonces pensé que yo siendo alumno hubiese pensado “¿Cómo me va dar Historieta este güey si ni la ejerce?”.
Dije no, tengo que buscar trabajo. Seleccione un periódico que iba empezando, muy picudo, que decía las cosas neta, metía mucha carrilla, era el Intolerancia Diario, pero en sus inicios eh. Después de un mes de rogar, de rogar y de rogar me aceptaron. Estuve ocho meses ahí publicando, estuve poquito y también publicaba poquito. Mario Alberto Mejía era entonces el director, que ahora es el director de Contrarréplica, se fue con un equipo de trabajo: Arturo Rueda [de repente algo huele a tlacoyitos…], director de Cambio, Zeús Munive, director de la Revista 360, Héctor Hugo, el ahora director editorial de Cambio; todo ese equipo se fue y Mario me invitó a irme con ellos. Y pues nos fuimos a Diario Cambio.
[¿En Cambio cuánto tiempo estuviste?] Estuve 17 años… [Carita matemática] 17 años, dos meses y siete días, me salí en febrero. [¡¿Este febrero!?] Este febrero [¿Este, este?] Este febrero. [No mancheeeeeees]. Tuve unas rencillas por ahí, no difíciles, sólo ya no era la relación que solíamos tener y pues ya. Decidí salirme del medio, en realidad ahorita no hago cartón político, estoy descansando de esto, cosa que me hace bastante bien… déjame decirte [jeje]. Es bonito dejar un poquito ese lado político un tanto complicado.
[Nos trabamos otro tantito] [Algo logro entender entre la voz robotizada y la imagen pixelada que Elmer me cuenta que Diario ha sido cantera para muchos medios]. Hice un recuento de todo lo que hice en el Cambio y no manches, hice un montón de cosas.
«El cartel es el punto más alto que un diseñador gráfico puede alcanzar» –Kasumaza Nagai–
[Comenzamos a platicar un poco sobre su trayectoria como monero, Elmer es un master, me iré a la tumba diciendo esto, es un verdadero crack.] [Entre un par de minutos trabados, de sonar como Daft Punk medio reconectamos.]
[“Alguna vez leía que dar clases en línea es como tratar de interactuar con aliens o hacerla de médium frente a la ouija”, le digo a Elmer, fingiendo intelectualidad mediocre con un video chistoso que vi en TikTok] Fíjate que sí es medio raro. [Conversamos un ratito sobre la pena ajena al dejar el micrófono encendido, sobre las vergüenzas ajenas y propias y luego le pregunto a Elmer sobre cómo ha sido su experiencia con la docencia]
[Daré un poquito de fast forward a todo lo que me dijo:] Estuve como docente adjunto, a los dos años el que era coordinador sube como director y me pone a mí como coordinador. Era reñoño entonces yo creo que por eso me puso, pero imagínate, iba a ser el jefe de mis maestros, no puso a otro maestro, de los viejitos digamos, puso al chavito, me puso a mí. Y pues qué crees duré 15 años de coordinador.
En el 2018 dejé la coordinación ahí en el Instituto de Estudios Superiores en Arquitectura y Diseño, por problemas de envidia con el director, el que fue mi coordinador y amigo. Pero así, dejo la coordinación, preocupado de ¿ahora qué va a pasar? Y pum, llegaron ofertas de trabajo de UNARTE, y pues yo súper feliz, yo le había escrito a Ricardo, así de “Aquí está mi CV, por si se te ofrece, cualquier cosa aquí estoy”. Me dieron chance de dar clase muestra, me dieron Cartel y yo de “No manches voy a dar Cartel en UNARTE”.
Casualmente llegó también otra propuesta para dar clases en la Anáhuac Puebla, di otra clase muestra, me dijeron chido, ten estas cuatro clases, que son: Ilustración, Medios promocionales, Principios de dibujo y Forma y percepción. Y doy también en la Bauhaus, ahí ya llevo como 10 años dando clases.
Luego me preguntan que por qué doy clases y cómo le hago para tener tiempo para lo demás [y siento como me robó la pregunta de la boca], pues nada más es cosa de organizarse. No dejaría las clases, porque 1) es divertido, 2) conoces a chavos y te mantienes jovencillo, y 3) estás muy actualizado siempre. Definitivamente no dejaría de dar clases. Tengo la oportunidad de que todo el tiempo cae chamba y eso igual está chido para los chavos porque al final es experiencia que les pasas, en lo que te va mal, lo que te va bien. Siempre que doy clases me pongo a pensar en lo que me hubiera gustado o lo que me gustaría aprender como alumno, hacer una clase amena, divertida, que lo logre es otra cosa [Risillas de ambos, una pequeña complicidad porque ambos sabemos que sus clases son de lo mejor].
Retomo el micrófono. Elmer es sin duda un profesor increíble, apasionado, divertido, de esas personas que te enseñan cosas sin que te des cuenta. Aquí te comparto una pequeña selección personal de algo de su obra. Ojalá te encante tanto como a mí.
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