Todo lo que rodea a Carlos Alberto Solari (nombre que no tiene ninguna potencia sin el “Indio”) parece necesitar cierto aura especial cargado de misterio. Desde todos los mitos que rodean a la ex banda argentina Patricio Rey y sus redonditos de ricota, pasando por todo lo que se genera cada vez que se presenta en vivo, la aparición de Escenas del delito americano (Sudamericana, 2017) no hace más que confirmarlo: Solari hace de la intriga y el ocultamiento su fuerza inicial.
La aparición fragmentada de la tan esperada y rumoreada novela en la que el músico viene trabajando, muestra la complejidad que este proyecto de escritura carga consigo. “Con El delito americano invito a un juego sintáctico y gramatical que oculta con ambigüedades – a eso me dedico- el objetivo de enfrentar al lector con el sentido del futuro atomizado y cruel, en el cual la ciencia ha dejado de robarle tiempo a la eternidad”, escribe Solari en la contratapa de la edición de lujo que el grupo Random House acaba de publicar, con un papel de ilustración que sirve para enaltecer las ilustraciones de Serafin, que acompañan los distintos escritos.
“Con El delito americano invito a un juego sintáctico y gramatical que oculta con ambigüedades – a eso me dedico- el objetivo de enfrentar al lector con el sentido del futuro atomizado y cruel”, escribe Solari en la contratapa
En esa dirección, lo visual es una de las cartas más fuertes en toda la obra del músico trasandinoi: desde las imágenes y metáforas oscurantistas que caracterizaron a las letras de Patricio Rey y sus declaraciones a la prensa, al arte de tapa de sus diferentes producciones, Escenas del delito americano no escapa a eso. El formato similar al de las historieta destaca lo visual de la escritura del músico, convirtiendo a este libro -que, repetimos, es un adelanto de El delito americano– en un verdadero festín para los sentidos.
Concluye Solari su breve comentario en la contratapa: “Esta aventura psicotomimética forma parte de un cuerpo mayor que quizá mi pereza y un interés ajeno a mí me permitan algún día sacar a la luz”. Lo mismo expresa Marcelo Figueras en el prólogo de esta edición, donde señala que se reproduce tan solo una zona de la narrativa original. En este libro se cuenta la llegada del Peregrino a la casa de salud dirigida “por un tal Semasendhi, en el Balneario de Doctor Belmes que existió en nuestra costa antes de que fuese devorada por la frivolidad”.
Tal como se podía esperar, la escritura de Solari y el recorte que se le ofrece a Escenas del delito americano no exhibe todo de forma sencilla y la incertidumbre juega un rol fuerte. Sirviéndose del doble sentido y lo que apenas se deja entrever, una de las especialidades del músico, la historia mezcla el futuro visto desde hace décadas atrás (la realidad superó a la ficción en muchos casos) y un mundo fragmentado luego de tantos intentos fracasados de unificación como la globalización financiera o el propio Internet.
Tal como se podía esperar, la escritura de Solari y el recorte que se le ofrece a Escenas del delito americano no exhibe todo de forma sencilla y la incertidumbre juega un rol fuerte.
Para los seguidores de la carrera musical del Indio, pueden hacer un ejercicio lúdico mientras se lee Escenas del delito americano: reconocer frases que no tienen nada que envidiarle a las canciones de Solari, componiendo nuevas letras. Acá, un solo ejemplo a modo de ilustración: “El Monstruo de Panamá sabe de los crímenes que puede cometer cierta calidad humana”.
Otro rasgo distintivo de esta edición es que no puede evitar centrarse en la figura del Indio Solari, lo que puede debilitar al texto en su carácter literario. La aparición de un personaje de aspecto similar al Solari de los 70’s y 80’s ilustrado por Serafin puede prestar a la distracción y a colocar al mito ante la producción escrita. En esa misma dirección, la tapa y la cubierta no hacen más que reforzar ese error.
A pesar de ello, se puede destacar que la narrativa de Solari se nutre de lo mejor de su poesía, esa que una buena parte de la población sabe cantar de memora: la ironía, las palabras precisas y las imágenes claras. Estas últimas no necesitan, pero agradecen y retroalimentan las ilustraciones tan delicadas y magistrales de Serafin. Puede leerse: “Los restos más reconocibles de toda esa gente transformada en gelatina fueron un par de brazos cremosos que parecían decir: ¡Creo que nos hemos metido en problemas!”.
En definitiva, Escenas del delito americano es un adelanto de un proyecto ambicioso que plantea un futuro -en apariencia no tan lejano- donde todo salió mal…o bien para algunos, los mismos de siempre. La extensión del mundo sirve para dar lugar a distintos escenarios que muestran la imaginación de Solari y su capacidad de plantear relatos con críticas al mundo del consumo y la crueldad humana disfrazada en las zonas de confort. Así, se logra algo particular: una ciencia ficción que escapa del costumbrismo, pero no tanto de la realidad.