La superioridad del hombre en el arte se ha visto desde las sociedades griegas en las que las mujeres no tenían ningún valor intelectual. Hasta nuestros días, el mundo del arte y la cultura se ven plagado de hombres que realizan obras espectaculares en todas la disciplinas artísticas, mientras que la cuenta de mujeres está aún muy rezagada, no porque no existan, sino por el poder que tiene la imagen del hombre dentro de la sociedad.
Las mujeres han influido en gran medida a la cultura literaria del mundo, aunque tuvieron que hacerlo personificadas de hombres para ser tomadas en cuenta.
La necesidad que tienen las mujeres por ser tomadas en cuenta es más fuerte que la censura a la que están ligadas por su género. Estas escritoras sabían que el mundo necesita de sus palabras para liberarse, tanto a ellas como a todas las demás.
La lucha que hacen las mujeres, tomando como arma una pluma, ha hecho que el mundo note su valor artístico y literario sin la necesidad de estar bajo la sombra y firma de un hombre.
J.T. Leroy
El mundo creyó que el pobre enfermo de SIDA, violentado y dedicado a prostitución fue uno de los escritores de la era contemporánea más sobresalientes de Nueva York. La triste historia que contaba a través de Sarah y sus demás novelas, hicieron creer a los lectores de una existencia real sobre el autor. Seis años después de la primer publicación de la novela, un juzgado de Nueva York sentenció a Laura Albert por crear una identidad con la que iba a ganar millones de dólares a causa de la producción de una película con la misma temática de la novela literaria.
Las hermanas Brontë
Jane Eyre, uno de los clásicos de la literatura inglesa, no fue escrito por un hombre como se firmó en su primera publicación en 1847. La obra fue escrita por Charlotte Breontë, quien formaba parte de una familia que tenía una afición grande por las artes. Sus hermanas, Emily y Anne, también tuvieron que esconder su identidad para ser tomadas en cuenta con novelas como Cumbres borrascosas y Agnes Grey.
J.K. Rowling
Se podría pensar que las limitaciones para las mujeres eran mayores en el siglo XIX, pero muchos años después, en los 90, una madre soltera y desempleada escribió una de las historias más exitosas de las que se tenga recuerdo: Harry Potter y la piedra filosofal. La historia que narra la vida de un mago inglés huérfano fue un éxito en ventas, lo que después la llevó a escribir seis historias más, todas con el mismo éxito. Éstas fueron llevadas al cine con éxitos millonarios en taquilla. La editorial que contrató a Rowling para publicar la famosa historia del mago, le pidió firmar con sus iniciales y no con un su nombre de pila Joanne, ya que pensaron que la gente no iba a comprar un libro tan entretenido escrito por una mujer.
George Eliot
La opresión hacia la mujer hace que se tenga que recurrir a pretender ser un hombre para que su obra sea tomada en cuenta. Mary Anne Evans publicó su primer novela bajo el seudónimo de George Eliot en 1850. Mary fue una mujer que trató de proponer un nuevo estilo de novela literaria y logró que sus historias fueran reconocidas por la crítica literaria de su época. La sociedad moralista también juzgó su amorío con un hombre que ya había estado casado. Sus obras más importantes son Middlemarch y El molino del floss.
Colette
Uno de los grandes éxitos literarios de Colette fue Diálogos de animales, en el que narra el horrible castigo que sufrió al estar casada con un hombre que usurpó su identidad para tener los elogios de la crítica literaria. El hombre del que después se divorció la encerró en su casa para que ella pudiera escribir sus recuerdos de niña y adolescente mientras él gozaba del dinero que Colette generaba con sus obras.
Fernán Caballero
Hija de un cónsul, Cecilia Böhl de Faber firmaba con un seudónimo masculino. Por la época en la que vivía, España estaba cerrada a tener la presencia de una mujer dentro del mundo literario. Enviudó tres veces y murió en la pobreza.
Caterina Albert
La infanticida, obra escrita por Caterina causó revuelo en la sociedad cuando fue publicada por primera vez en 1898 y más por el hecho de ser escrito por una mujer. Caterina cambió su nombre de autor a Victor Catala con el que siguió escribiendo novelas y cuentos, pero sin ser perseguida por escribir como se veía y maltrataba a la mujer en su época.
George Sand
Aunque París se caracteriza por ser una ciudad libre, en los tiempos de Amandine Aurore Lucile Dupin, mejor conocida como George Sand, se les prohibía la entrada a las mujeres a ciertos lugares que estaban destinados a hombres solamente. La doble identidad de Amandine no sólo se quedaba en la firma de sus libros, también la llevaba a las calles de París donde se le veía pasear con ropa de hombre, todo esto para poder acceder a lugares a los que ella no podía entrar por ser de un género distinto.