Teniendo que salir rápido de casa para no volver en un par de semanas, con poco espacio para acarrear cosas, la elección discográfica tomó un par de segundos:
Si hay que andar por la vida con un sólo disco bajo el brazo, que sea el Trout Mask Replica, editado en 1969 por el Capitán Corazón de Bistec y su Banda Mágica.
Todo está ahí: delta blues cavernícola, free jazz artesanal, cantos a capella, humor dadá, poesía protosurrealista, explosiones súbitas de chantofón y lo que venga.
La mayoría de los 28 temas duran entre dos y tres minutos, partiendo con «Frownland» (1:39) que hasta el día de hoy sigue impresionándome por la polirritmia galopante y caleidoscópica que hace que uno pueda elegir escuchar el todo, o las guitarras geométricas, o un ritmo u otro en sucesivas audiciones antes de pasar al resto del disco y sin agotar nunca el material allí reunido.
Siempre he escuchado la versión en CD (casi 80 minutos de música), pero dado que se reproduce el arte gráfico original, es fácil dividir la audición en los 4 bloques que configuraban los 4 lados del vinilo doble.
Así, tras las 6 piezas del lado 1, que incluyen algunas favoritas de siempre como «Dachau Blues» y «Ella Guru» para cerrar con «Moonlight on Vermont«, el lado 2 se inicia con «Pachuco Cadaver» (4:37, el tema más largo), el lado 3 con «Hair Pie: Bake 2», -en este lado se encuentra «Well», una de las mejores cantadas a capella de la historia-, y el lado 4 con «Orange Claw Hammer» (otra histírica cantada a capella) para cerrar con «Veteran´s Day Poppy».
El álbum fue producido por Frank Zappa, ex-vecino de Beefheart en sus años juveniles, e injustamente sobrevalorado en comparación a la genialidad del Capitán. Beefheart se retiró de la música en los 80 para irse a vivir al desierto con su esposa y dedicarse a la pintura, y murió en diciembre del año pasado. Tras su muerte se escribieron algunos homenajes. Uno de ellos, por ejemplo, se refiere en ests términos al disco:
«Producido por el viejo colega Frank Zappa y acreditado a Captain Beefheart & His Magic Band, “Trout mask replica” intenta traducir al lenguaje del rock las ideas aplicadas por Ornette Coleman en el jazz, en una suerte de decodificación quirúrgica de los doce compases del blues, magistralmente conducida por la voz alucinógena de Beefheart sobre un fondo de guitarras psicodélicas y vientos free, siempre al borde de la provocación y el desprecio por todas las reglas de la armonía.
Ejemplos paradigmáticos son temas como ‘My human gets me blues’, ‘Dachau blues’ y ‘Veteran’s day poppy’, en los que se huele la maestría de los miembros de la Magic Band, o ‘Sugar ‘n spikes’, ‘Hair pie: bake 2′ y ‘Dali’s car’, en los que destaca el divertido ingenio destructor del bizarro capitán, tan cercano en muchos aspectos al Frank Zappa de “Freak out”.
Brillante y/o irritante por momentos, en todo caso “Trout mask replica» es uno de los álbumes indispensables de la historia del rock».
Lo de «irritante» parece cierto en un mundo en que, pese a que harta agua bajo el puente ha pasado, incluyendo el punk rock, la moda «indie noise» y derivadas, el enfoque de Beefheart sigue siendo indigesto para las almas curtidas en estilos definidos y previsibles (pop, metal, etc.).
Recuerdo haber escuchado esto de un tirón en el patio de la casa de unos amigos en Buenos Aires, con gran entusiasmo por parte de uno de los oyentes (el gran Tommy Delmar), mientras el resto de los punk rockers escuchaban horrorizados y mostraron evidentes senhales de alivio al concluir la audición.
Unos buenos años después, recomendé a un amigo uruguayo que vestía polera de Sonic Youth la adquisición de este álmbum, y al verlo de nuevo un año después hasta su esposa y un primo decían: «este es el sujeto que te hizo comprar ese pedazo de mierda?!».
Incluso el dibujante Matt Groening (autor de los Simpsons y Futurama) relata que compró el disco cuando tenía 15 años, y que no podía creer que Frank Zappa le hubiera hecho eso: Pensó que era pura cacofonía desastrosa, hasta que a contar de la tercera escucha empezó a entender la idea, y por ahí por la sexta escucha decidió que era el mejor album rock de la historia, posición que mantiene hasta el día de hoy.
Alguna vez leí también a Joe Strummer de los Clash diciendo que cuando llegó a sus manos ese disco siendo adolescente no escuchó otra cosa por alrededor de un anho y medio. Y no es exageración: hay varios mundos habitando dentro de estos surcos, y sumergirse en ellos con o sin apoyos adicionales del reino vegetal es de las maneras más entretenidas de gastar 79 minutos de vida.
Para terminar, recuerdo a un viejo amigo muy viajero que disfrutaba tanto del ají en todas sus variedades que decía haber llegado a la conclusión de que quienes no gustaban del picante en general no eran gente buena. Yo creo que si a alguien no le gusta este disco, está en problemas.
Por Metal Gurú
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«That´s right, the mascara snake, fast and bulbous. You´ve got it?!!!».
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