Una historia antropológica y artística del tatuaje, compuesta de piezas que van desde las fotografías y los cuadernos de tatuadores hasta pieles humanas tatuadas, que hacían las delicias de los coleccionistas de curiosidades en el siglo XIX. De lo tradicional a lo más moderno, de lo decorativo a lo social, o de sus primeros usos a las creaciones más contemporáneas. El Museo del Quai Branly presenta Tatoueurs, Tatoués (Tatuadores, Tatuados), un completo recorrido por la historia de este arte.Esta exposición lleva la firma de dos comisarios peculiares: Anne & Julien, galeristas, y fundadores de la revista HEY!, dedicada al arte moderno y a la cultura pop. El espíritu trasgresor y una muy buena capacidad narrativa han sido los aliados de esta pareja de comisarios a la hora de enfrentarse a un tema amplio, tanto geográfica como cronológicamente.
La exposición comienza explicando la etimología de la palabra tatuaje, que viene del tatau polinesio, observado por la tripulación del capitán Cook en el siglo XVIII. En Europa, los tatuajes habían sido reprimidos por el cristianismo y se redescubrirán a partir del siglo XV, en la época de los grandes exploradores: en sus viajes por Asia, Oceanía y América van observando los tatuajes tradicionales, que distintas culturas conservan con usos mágico-religiosos, iniciáticos o curativos. Los marineros y los aventureros comienzan a tatuarse y a realizar dibujos en sus libros de viajes, como el de Thomas Harriot, astrónomo y matemático inglés que escribió una obra narrando su viaje por Virginia y Florida en el siglo XVI, en la cual se pueden observar dibujos de indígenas tatuados que llamaron su atención.
A la expansión del tatuaje contribuyen los sideshowsamericanos que, desde 1830, instalan sus caravanas en torno a los circos ambulantes
El tatuaje, además de elemento tradicional, es también entendido en ocasiones como un símbolo de marginalidad o exclusión: desde la antigua Roma en la que se marcaba a los esclavos, hasta el Código Negro de Colbert, que ordenaba tatuar a los criminales y a las prostitutas de las colonias francesas del siglo XVIII. En la era contemporánea el uso del tatuaje como estigma para señalar una clase social marginal pervivió en algunas ocasiones, como se puede observar en una fotografía de 1919 que muestra una mujer tatuada en la cara y los brazos: una forma de identificar a las mujeres armenias que huyeron a Siria y allí fueron obligadas a ejercer la prostitución y marcadas para ser reconocidas. La función del tatuaje como símbolo de lo marginal puede, sin embargo, invertirse y convertirse en una marca voluntaria: un ejemplo son fotografías de mujeres argelinas que, durante los años 60, recurrieron a los tradicionales tatuajes faciales para reivindicar su identidad frente a la ocupación francesa.
Hasta el siglo XIX estuvo firmemente asociado a los marineros, prisioneros y, por defecto, a los criminales. Los criminólogos se interesaron durante este periodo por el estudio de los tatuajes con fines científicos, para analizar la psicología de los individuos problemáticos a través de sus dibujos. Esto queda reflejado en la exposición a través obras como el libro del médico y criminólogo francés Alessandre Lacassagne (1843-1924). Durante su estancia en Argelia (Sétif), Lacassagne se ocupaba de los enfermos del II Batallón de África y de los prisioneros militares. Su trabajo allí le permitió hacer un compendio de fotografías de los tatuajes de sus pacientes y, a partir de ellas, analizar los motivos y las frases elegidas para el tatuaje y contrastarlos con la formación y perfil psicológico del paciente, lo que le convirtió en uno de los pioneros de la antropología criminal del tatuaje. Junto al libro de Lacassagne se exhibe también una improvisada máquina de tatuar creada en una cárcel…y formada por un motor de máquina de afeitar y un bolígrafo bic.
Pero con la llegada de la modernidad, el uso del tatuaje se empieza a normalizar y a convertirse en una marca de orgullo y diferenciación voluntaria. A esto contribuyen los sideshowsamericanos que, desde 1830, comienzan a instalan sus caravanas en torno a los circos ambulantes y muestran entre sus atracciones a hombres tatuados, que comparten protagonismo con otros personajes de feria como las mujeres barbudas o los escupe-fuego. Junto a estas atracciones se agrupan también tatuadores itinerantes, que esperan a los espectadores al final de cada función.
‘Al borde del agua’
Siguiendo la evolución de la concepción social del tatuaje en occidente, los comisarios de la exposición hacer una parada en Japón, para recordar la influencia que el irezumi, el tatuaje típico japonés, tuvo en Europa y América. La eclosión del este arte en las islas niponas viene del éxito de la traducción de una obra literaria china, el Suikoden (1757, “Al borde del agua”), una novela que narra las aventuras de unos bandidos tatuados que empiezan a poner de moda este fenómeno en Japón. A la influencia del Suikoden se une la tradición de la estampa japonesa, tan ligada al tatuaje que la palabra horishien designa indistintamente a los grabadores y a los tatuadores. También es curioso en el caso de Japón la popularización del tatuaje a través del teatro: una vitrina muestra una malla cubierta de tatuajes que los actores utilizaban como atrezo para introducir en sus obras a personajes tatuados. La tradición del tatuaje en Japón se hizo tan fuerte durante el siglo XIX que éste fue el primer país en el que los tatuadores se reunieron en sociedades, desde 1902.
La exposición recorre también otros lugares como América del Norte, que ve nacer en 1891 la primera máquina de tatuar eléctrica, inventada por Samuel O’Reilly.Mientras tanto, en Asia y Oceanía, exceptuando Japón, el tatuaje y sus usos tradicionales se abandonan desde el momento de las primeras colonizaciones, pero renacen a partir de los años ochenta del siglo XX, cuando son reivindicados como símbolos culturales e identitarios. La exposición termina con un recorrido por este revival del tatuaje en lugares como Samoa o Tailandia y, cómo no, Nueva Zelanda, donde el tatuaje (moko) tiene la categoría de tesoro nacional.
Este recorrido, que empieza con los viajes de los aventureros de la época moderna, está jalonado por obras de tatuadores contemporáneos. Creadas expresamente para la exposición, estas obras actuales muestran cómo el tatuaje se ha consagrado en nuestros días como un arte global, cuya historia del arte paralela se puede escribir, y se ha escrito, en esta exposición.