Este martes 4 de octubre se celebran 99 años de una de las más grandes artistas chilenas de todos los tiempos: Violeta Parra. La conmovedora historia de la compositora, tejedora, poeta, pintora y escultora nacida en San Carlos ya casi cumple un siglo y desafía a un país que la vio crecer sin valorar ni conocer su arte en profundidad. Una ingratitud nacional que aún es posible palpar ahora, luego del desarrollo de varias películas e investigaciones vinculadas a cada una de sus facetas creadoras.
En entrevista con la investigadora independiente y licenciada en filosofía, Lucy Oporto, profundizamos en algunos aspectos de la vida de Violeta, como su relación con la muerte, los prejuicios que cayeron sobre por el hecho de ser mujer y la forma en que Chile ha enfrentado su legado. La autora del ensayo «El diablo en la música. La muerte del amor en El gavilán, de Violeta Parra» (Editorial USACH, 2013) recuerda que hasta hoy existe una carta, conservada por Nicanor Parra -«como un trofeo», según sentencia Oporto- de la cual sólo se conoce el extracto final, que fue reproducido por El Libro Mayor de Violeta Parra, editado por su hija Isabel.
«El texto completo ayudaría a comprender mejor qué la condujo a tomar una decisión tan drástica, pues se trata de un documento de primera fuente que tiene, además, una importancia cultural y social», agrega, a modo de reproche hacia el antipoeta.
Para la investigadora es claro que la artista pensó mucho en la muerte, no sólo a raíz de sus experiencias personales (con la muerte de su padre y de su hija Rosita Clara), sino que además «tuvo un contacto profundo con el ritual del velorio del angelito, como lo muestra su composición alusiva a esta experiencia, Rin del angelito, de alto contenido metafísico. Y, en general, con la precariedad y la inestabilidad asociadas a la pobreza, la enfermedad y fenómenos naturales como el terrible cataclismo de 1960″.
Por ello, enfatiza Oporto, aunque el deterioro de su relación con Gilbert Favre debió afectarle profundamente, pero atribuir su muerte a dicha causa no es preciso y que el fracaso de su proyecto de la Carpa de La Reina pudo haberle golpeado de forma más importante, pues se trataba de su más ambicioso proyecto artístico.
La autora ubica a Violeta en una línea de suicidas cuyo legado forma parte de la cultura chilena en sus expresiones más elevadas, como aporte al conocimiento y el desarrollo de la conciencia, de amplio alcance social: entre ellos, Balmaceda, Recabarren, De Rokha, Olivares y Allende.
«Chile continúa siendo el país que destruye a sus mejores elementos y se place en su propia ignominia y vileza. El estado de inconsciencia es más poderoso, cómodo y preferible. Cualquier esfuerzo cultural en la línea de una ampliación del conocimiento y la comprensión de la realidad, surgido desde el fondo del espíritu y unido a un sentido moral, como era el caso de Violeta y los nombrados, parece estar destinado al ostracismo, la soledad y la muerte. O bien, a formas de apropiación institucional en función del mercado, carentes de contenido e irradiación como, por ejemplo, la intervención de BHP Billiton como financista de eventos relacionados con la obra de Violeta, organizados por la Fundación Violeta Parra», argumenta.
EL TEMIBLE GAVILÁN
La investigadora va más lejos y explora en la relación de El Gavilán, una de las piezas más conmovedoras de la obra de Violeta Parra, con la propia muerte de la artista y una especie de vaticinio sobre el Golpe de Estado de 1973.
«Fue un descubrimiento. Me imaginé esta hipótesis a medida que fui analizando El gavilán. Lo impresionante era su coherencia interna, la relación entre forma y contenido. El uso del tritono, llamado diabolus in música, “el Diablo en la música” o “el intervalo del Diablo”, es sistemático en esta obra», comenta.
El tritono en cuestión es un intervalo disonante y prohibido en la música medieval, ya que sobre la base de argumentos teológicos y filosóficos, se pensaba que a través de él, entraba el diablo en la música. El tritono aparece en las secciones más dolorosas y violentas de El Gavilán. A su vez, el gavilán es la representación del Diablo y de la perversión del poder del espíritu, en su relación con el águila, una criatura opuesta.
«La pieza en su conjunto expresa una violencia extrema. Describe una persecución seguida de homicidio, de carácter colectivo, y un sacrificio cruento (al Diablo), unidos a la traición y la mentira, que también son conceptos de connotación diabólica. Hay un largo análisis de esto en El Diablo en la música… Pero, a partir de aquí, y basándome en Girard y Jung, concluí que describía un proceso de persecución y homicidio, de carácter sacrificial, que prefiguraba no sólo la muerte de la propia Violeta, sino también la destrucción de Chile unida al golpe de Estado de 1973, la dictadura y la postdictadura«, afirma.
El gavilán fue compuesta a fines de la década de los ’50 y Violeta Parra la pensó originalmente como un ballet. En la pieza, la artista aborda el problema del mal y hay quienes piensan incluyo, que Violeta la concibió como un rito de exorcismo, «pues al dar nombre y dar una forma estética a lo diabólico, hace explícito ese mal y sus implicaciones en todos los niveles». Sin embargo, para la puesta en escena original del ballet se requerían condiciones excepcionales.
EL LARGO CAMINO HACIA SU RECONOCIMIENTO
Para los especialistas, considerando el tiempo transcurrido desde la muerte de Violeta Parra, es muy poco lo el país ha producido que se ha hecho en materia de homenajes. En Chile hay numerosas biografías basadas en los relatos de terceros, aunque todavía pocos estudios teóricos. «Ha sido más valorada en el extranjero«, sentencia Oporto.
Quienes han profundizado en su vasta obra aseguran que es necesario imaginar otras hipótesis e interpretaciones de sus obras, aunque al demostrarlas fallen. «Lo que importa es buscar el fondo de las obras de Violeta, contribuir a profundizar en el conocimiento de su pensamiento. Esto puede realizarse desde múltiples puntos de vista. Y puede ocurrir en cualquier lugar, no sólo en Chile. Por ejemplo, un artículo publicado en una revista extranjera, relaciona las teorías económicas en auge, en la época de las Décimas. Sin duda, una contribución interesante, entre muchas otras que se podrían elaborar», apunta la investigadora.
Tras su muerte, a los 49 años, el entonces rector de la Universidad Católica de Chile, Fernando Castillo Velasco, organizó una mesa redonda a la que asistió José María Arguedas, el escrito peruano que se declaró un admirador de su obra, y el artista plástico Eduardo Martínez Bonati. Desde la literatura y la musicología, en tanto, se han escrito tesis doctorales acerca de la artista.
Sin embargo, todavía parece difícil que Chile, un país golpeado aún por la dictadura y la postdictadura -desde una dimensión política, económica y cultural- pueda reponerse de su ruina moral y espiritual para avanzar al reconocimiento de la figura de Violeta Parra.
«La Concertación de Partidos por la Democracia es la principal responsable de su ruina moral y espiritual, en razón de sus negociaciones espurias implicadas en la llamada transición a la democracia, sus leyes para la impunidad en los casos de violación a los derechos humanos (constituida ahora en norma de conducta social) y su fomento a la sociedad de consumo, expandida como una enfermedad moral, que ha ido destruyendo progresivamente la capacidad de pensar. Y Violeta representa exactamente lo contrario a esto, en razón de su alto nivel de conciencia, por lo cual siempre ofrecerá una resistencia. Aun así, es necesario continuar pensando, estudiando y escribiendo acerca de ella, bajo las condiciones que sean», recalcó Oporto.
Para algunos, más que un reconocimiento, existe una tendencia a un determinado populismo académico a la hora de valorar el legado artístico de Violeta Parra. Por ejemplo, quienes sostienen que no puede ser estudiada desde marcos teóricos que desborden su carencia de educación formal, o el entendimiento de su arte popular desde una vertiente purista.
«Hacer esto equivaldría a afirmar la hegemonía de la cultura occidental y el orden burgués. Pero este criterio es de una mezquindad inaceptable y no contribuye en nada a la comprensión de la obra de Violeta. Ella tuvo otras escuelas y viajó por el mundo. Pero el provincianismo chileno y sus imposturas de transgresión se niegan a aceptarlo, prefiriendo entronizarse en su mezquindad organizada, en el mismo horizonte de aquélla que terminó con su vida», enfatizó la investigadora.
ACTIVIDADES DURARÁN TODO UN AÑO
A casi un siglo de su nacimiento, las autoridades buscan reparar la indiferencia histórica del Estado chileno hacia el arte de Violeta Parra y contemplan una celebración que durará todo un año. El calendario anual conlleva una serie de actividades a lo largo y ancho del país, desde diversas disciplinas artísticas, y se ha planteado como gran objetivo la difusión amplia de su figura, obra y legado en la ciudadanía. En total, serán más de 300 las actividades en su honor.
Las diversas celebraciones necesitaron de la coordinación de diversos ministerios y el festejo oficial comenzará este martes, al mediodía, en el Museo Violeta Parra, con un esquinazo y la presentación del músico Manuel García, junto a la familia de la creadora. Posteriormente, a las 18.30 horas -y con entrada liberada, en la Plaza de la Constitución- se estrenará la obra «Canto para una semilla», a cargo del Ballet Folclórico Nacional (Bafona).
En tanto, el próximo sábado se celebrará en todo Chile el Día de la Música y los músicos chilenos, una fecha establecida en su honor por la Ley de Fomento a la música nacional y que desarrollará una serie de conciertos gratuitos en diversos puntos del país. En adelante, se esperan actividades hasta octubre del próximo año y la atención estará centrada en la calidad y difusión de los festejos que el país ofrezca a una de las artistas más grandes y decisivas de su historia, con la que aún se mantiene una deuda.