Film experiencia de Francisco Huichaqueo, así termina el ensayo fílmico del cineasta mapuche Francisco Huichaqueo “Kalul Trawun” realizado en 2012. Después de haber propuesto diferentes ideas fílmico-visuales (Che Uñüm-Gente Pájaro, 2007; Lo clandestino del paisaje, 2008; Antilef La caída del sol, 2009; Mencer ñi pewma, 2011) Francisco termina con lo que él llama un film experiencia. Es esto, a lo que se le puede llamar también cine ensayo, que el cineasta nos propone.
Sin duda un cine intuitivo que genera una ruptura neta con respecto a la producción cinematográfica indígena que se lleva a cabo en América Latina de forma general. Aquella estandarización en el fondo como en la forma que la producción indígena desarrolla, Huichaqueo la omite para presentarnos este espacio constructivo y creativo que puede ser la realización cinematográfica entre cine indígena y cine experimental (experimental más bien tomado desde su punto de vista de experiencia). Así la propuesta estética de Francisco modula y utiliza conceptos académicos de la construcción fílmica tradicional para transformarlos en lo que sería su propio gesto cinematográfico.
La mirada que se le tiene a determinadas culturas y sus manifestaciones culturales (cine tradicional-nacional de ficción o documental) no es la misma que se le otorga a la creación cinematográfica venida de culturas indígenas. Pensar que ésta no se ha desarrollado siguiendo una dinámica donde se toman elementos a la cultura externa y del cine no indígena (la cultura nacional desde donde se esté haciendo cine indígena) es pensar y dar una imagen estática y pasada de aquellos quienes hacen arte: cineastas, pintores, poetas etc. Constatar lo contario, ver que éste cine se nutre de elementos externos hace ver justamente toda la inteligencia y creatividad de las formas cinematográficas indígenas.
Entender el cine, la propuesta cinematográfica, es considerar la visión sensible del autor con respecto al mundo que lo rodea, esto va más allá de la pequeña historia de amor de los protagonistas de un film de ficción o todo otro drama esquemático que el cine industrial ha desarrollado durante mucho y que seguirá realizando, obligando a los espectadores de considerar como “un buen film” aquel que nos muestra las imágenes más impresionantes o bellas en calidad técnica pero sin mucha profundidad estética (me refiero a la estética del arte)
Para nosotros espectadores el trabajo es de entender esta visión sensible del mundo que podemos compartir o no. El cine nos permite ver pero también observar.
Mencer ñi Pewma
En la proposición fílmica de Huichaqueo el espectro onírico, forma visual siempre llena de interrogantes y propuestas, hace parte integrante de su obra. Es el caso de su film Mencer ñi Pewma realizado en 2011 donde éste espectro se manifiesta de formas más evidentes. Film dividido en cuatro partes como la construcción de un puzle (forma quizás un poco recurrente en los films de Huichaqueo), el autor expone cuatro momentos que hacen relación entre ellos. Haciendo de su trabajo cinematográfico una serie de construcciones (oníricas, reales) de un proceso íntimo, se trata también de hacer el reflejo de una construcción sensible de muchos (aquellos que se identifican en este movimiento interno del ser). Siguiendo esta lógica de construcción y deconstrucción en imágenes, Huichaqueo da la posibilidad al espectador de sentir su film en el orden que le sea más adecuado pero siempre llevando al espectador a comprender que su film es más bien la expresión de un movimiento interno propio al autor y una puesta en paralelo de lucha permanente y conflictiva de ejercicio del poder en contra de un movimiento más concreto que es la lucha del pueblo mapuche.
El siguiente trabajo cinematográfico de Huichaqueo se diseña aún más en esta forma de construcción visual móvil y deslizante que ya le es propia. Kalul Trawun, Reunión del cuerpo es un film de una cierta interpretación de la relación de distancia que surge y existe permanentemente hoy entre la sociedad chilena y mapuche.
Los rostros de una familia mapuche, el silencio y éstas palabras “Reducción, reducción del cuerpo, usurpación, usurpación del cuerpo…”son el comienzo de este film que nos mostrará como la construcción de la mirada de una sociedad a otra se construye. En un movimiento espontaneo y de performance los diferentes actores de este film (incluyendo el autor) manifiestan en acciones corporales (la danza del ñandú) o poéticas (David Aniñir) toda la envergadura de la expresión que lleva el título del filme “reunión del cuerpo’. Esta expresión, manifestada no solamente con el contexto de realización del film (en una galería de arte situada en un centro comercial), pretende mostrar cómo el autor y aquellos que componen su trabajo (el público de la galería entre otros los que entran y los que miran desde el exterior a través de los vidrios) sienten el aspecto; el espectro; de la relación que existe en chilenos y mapuche que en el film se manifiesta como un acto de liberación y de preguntas.
Esta interrogante se manifiesta con diferentes elementos que componen su film: una bandera mapuche en un muro encerrada con alambres de púas, una familia (y luego el público) dentro de este encierro, el ave que danza dentro de su jaula oscura mientras que ojos poco videntes la observan, los nombres de presos políticos mapuches inscritos en un muro, los nombres de jóvenes mapuche asesinados escritos con hojas de eucaliptos donde dos niñas asisten a lo que sucede en este llamado conflicto (que se comprende a través del audio) y a lo que ocurre a pesar de sus presencias, finalmente el testimonio, aquel testimonio que es el mismo de tantos que exprime lo vivido desde hace ya tanto tiempo.
El cine de Huichaqueo no nos ofrece, a nosotros espectadores, la misma impresión que el trabajo cinematográfico usual sobre el mundo indígena, que es aquel de tomar una historia venida desde el mundo indígena y adaptarla a la visión de aquel o aquella que hace una película. La forma de trabajo del cineasta es de trabajar una propuesta visual (que nosotros llamaremos el gesto cinematográfico) donde circulan todos los otros eventos que le interesan y le son importantes que van hacia una misma dirección, aquella de observar y poner en imágenes la conversación que existe en el ser creativo y el mundo que le rodea.
Las películas de Huichaqueo no solamente son el reflejo de un dialogo permanente que el autor tiene consigo mismo sino que también son reflejo del dialogo que se puede generar (y que se genera cada vez más seguido) en las personas que toman este camino de observación sobre su identidad.
Ilwen, la tierra tiene olor a padre
Con su último trabajo cinematográfico Ilwen, la tierra tiene olor a padre (presentada entre otros lugares en el Festival de Cine de Valdivia o en el Festival de cine Indígena Imagine Native en Canadá, y durante la semana del 24 de marzo del 2014 en el Festival Rencontres Cinématographiques – Cine Latino de Toulouse – Francia) film de 35 minutos realizado en 2013, Huichaqueo sigue con la línea de propuesta cinematográfica que le es propia dejando de lado ciertos códigos que le eran recurrentes hasta ahora (como el montaje en diferentes partes dentro del mismo film) pero siempre utilizando diferentes formatos (súper 8 y HD)
En este film Huichaqueo habla de sus orígenes, del amor de su padre por la tierra y del amor que el cineasta le expresa a su padre. La tierra tiene olor a padre nos quiere indicar que es desde allí, desde la tierra, que se nutre el ser mapuche (de la ciudad o del campo) y que sería el lazo que reúne al padre e hijo y a ambos en ese proceso de sentir el lugar desde donde se viene.
Se trata también de mostrar de cierta forma este conflicto profundo provocado por la negación del otro y ese lamentable (a veces terriblemente concreto) alejamiento de aquello que implica el sentir profundo del pueblo mapuche que es su vínculo con la tierra (en su sentido más noble por supuesto).
Dentro de la producción cinematográfica indígena en América Latina, pocos son los trabajos que como los de Francisco Huichaqueo han sabido generar una ruptura y han contribuido a evitar que este proceso de “formato recurrente” de lo que sería el cine indígena no siga generándose. Esto permite no solamente diversificar la propuesta cinematográfica venida de realizadores de origen indígena sino que también contribuye a que nosotros espectadores podamos educar nuestra mirada crítica haciendo el ejercicio de posicionarnos no solamente como espectadores de un cine con bellas performances visuales en términos técnicos sino que también como espectadores pensantes que son capaces de descubrir lo que un cineasta y su film nos quiere comunicar.
El cine nos muestra un pensamiento (una forma de ver y sentir el mundo), y criticar no es solamente dar una opinión sobre lo que nos puede gustar o no de una película, también es dar a ver, mostrar, explicar una experiencia emocional particular que es propia a cada cineasta y a su sujeto fílmico.
Por Gabriela Chihuailaf Q.