Kuervos del Sur: El regalo de otras partes

“El vuelo del Pillán”(2016). Independiente

Kuervos del Sur: El regalo de otras partes

Autor: Carlos Montes

kuervos del sur

Tanto se ha hablado y se sigue hablando sobre identidad, son tantos los mensajes que llevan colgada esa palabra entre ejemplos, excusas y sustantivos, que pareciera que la propia palabra se destemplara, como que perdiera su profundo eje en pos de argumentaciones mezquinas, de propósitos lejanos.

Con lo anterior no quiero caer en el otro linde, ese que entiende a la identidad como una suerte de lugar sacro, monolítico, espacio que se autocomplace y solo observa en el pasado y en prácticas añosas la verdadera manera de entender a este dinámico ideario.

La música es una enredadera

Kuervos del Sur con una historia que tiene su origen en un liceo de Curicó en la década del noventa, ha hecho una pega tan honesta como justa, en tiempos en donde disfrazarse de afanes que no son los que uno realmente cree es súper común. Y pasa que estos músicos han buscado en todo este tiempo una estética, un trabajo artístico que sea capaz de reflejar sus inquietudes más naturales ataviándolas con elementos sonoros que históricamente se asocian a géneros musicales diferentes al eje de su propuesta: el rock.

La historia de la música popular nacional ha tenido ejercicios fascinantes y honestos en donde se ha desarrollado con pulso natural la apropiación de un sonido particular –con un eje puesto en el rock como punto de partida-: pienso en El derecho de vivir en paz, pieza señera que cuenta con una cruza perfecta entre la lucidez compositiva de Víctor Jara y la estilística de Los Blops en plena Unidad Popular; pienso en Los Jaivas y su trabajo esencial en la exploración de un sonido desprejuiciado que abordó tarkas, trutrucas, cuecas, en mitad de un andamiaje claramente rockero; pienso por último en unos primeros Matorral, quienes desde una necesidad natural abordaron su trabajo compositivo con un ojo puesto en riffs y harto overdrive y el otro, en un secreto homenaje a las viejas glorias de nuestro rock casero.

Y es que hay algo tan bello en este disco de Kuervos del Sur, que es imposible no darles el crédito de que su música descansa en un afán identitario, más allá de que el trabajo de ellos te guste o no. En la canción que cierra el disco, Enredadera, hay unos versos que resuenan como confesión: “Tengo una emoción como enredadera / No hay cómo arrancar la memoria que plantaste aquí / Todo eso creció… / como una promesa”. Este grupo nos ofrece con este álbum, “El vuelo del Pillán” una experiencia sonora que procura desde la inquietud y el oficio, ofrecernos delicados guiños a esa memoria que nos precede como habitantes de esta Latinoamérica, en consonancia con los otros sonidos del mundo que a muchas y muchos busquillas de la música de otras partes, nos han significado una personal banda sonora. 

Identidad es lo quiero ser

Esto que escribo lo hago en octubre mientras se conmemora un nuevo año de la llegada de Europa a América Latina. Todas, todos sabemos las luces y las tristes sombras que este hito significa– ahora pasteurizadamente nombrado como el “Encuentro de dos mundos”- y que nos pilla con una terrible militarización del Wallmapu, con políticas educativas, culturales y laborales que nos castigan y nos obligan a parecer enemigos entre nosotras y nosotros.

Kuervos del Sur se hace cargo, desde su trinchera, en emitir su clara declaración de principios acerca de lo que significa su óptica sobre lo identitario: la mixtura, la cruza natural entre retazos que beben de la progresión y de elementos que habitan en la raíz del acervo musical latinoamericano.

Pienso en el cierre de este juicio mientras suena por enésima vez Los cometas, canción que abre este disco. Pongo la paila en esos casi cuatro minutos y en todo eso que aparece al poner play. Los cometas es esa gran invitación sonora que apuesta a entender que en una canción de un agrupación chilena pueden habitar todos esos elementos que en este momento de la ruta nos definen y nos confirman como habitantes de este proyecto. Porque esos teclados en una especie de rock progresivo, mientras charangos en otra capa sonora conviven con guitarras filudas paridas en el imaginario más fundamental del rock, terminan convenciéndonos de que la música es ese exquisito lenguaje en donde la identidad es eso que de verdad siempre debimos entender: identidad es la experiencia vital, es la suma de la memoria con esos regalos que vienen de otros lugares, esos que los termino haciendo míos.


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