La carta de suicidio de Virginia Wolf: las voces de concordancia

En 1941, a los cincuenta años de edad, Virginia Woolf se ahogó voluntariamente en el río Ousse, cerca de su casa en Sussex. La carta que dejó de despedida, aunque sencilla y pudorosa, ha sido caso de estudio para académicos y lectores por igual.

La carta de suicidio de Virginia Wolf: las voces de concordancia

Autor: Ángela Barraza

Virginia Woolf

Muchas veces la muerte ha sido ocasión para la literatura. Las cartas de suicidio de escritores famosos se leen porque destilan intimidad y realidad ahí donde sólo había ficción y distancia. Son estudiadas detenidamente tanto por lectores como por académicos (baste ver, por ejemplo, ensayos sobre las últimas palabras de Virginia Woolf editados por Smith College y Yale) quizá porque el suicidio siempre ha sido un tabú, y comprenderlo es comprender un proceso categórico, largo y sucesivo.

Es por ello que muchas veces cuando un escritor se suicida se abre una suerte de “caso”. El lector da seguimiento al suceso y cree conocer la razón detrás de todo; cree reconocer, en lo que ha leído del autor, las claves que anunciaban lo que estaba a punto de pasar. Y eso siempre es grato. Volvernos detectives literarios es una actividad que una vez probada no se querrá dejar a medias. Por ejemplo, en el caso de Virginia Wolf se podría relacionar la entrada de su diario de 1904 que dice: “A veces, a penas, puedo escuchar a los pájaros cantando en griego” con el decreto que dejó en su carta de suicidio en 1941: “Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo […] Empiezo a oír voces y no puedo recuperarme”. De tiempo atrás su locura (¿o su extra percepción?) se anunciaba en griego y en el momento en que muere todo cobra un nuevo significado.

La carta que Woolf le dejó a su esposo Leonard antes de ahogarse en el río Ouse es fría y luminosa dentro de su austera sinceridad, y por ello persiste como persiste el imaginario de los pájaros y de Las olas. Aquí una copia del manuscrito de la nota y abajo la transcripción completa.

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Querido:

Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que… Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.

No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros.

V.

[Open Culture]

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