Respiró profundo y se dejó caer, aliviada. Se sacó las desgastadas zapatillas de punta, las besó y, después de un apretón sobre el pecho, las puso en el medio del escenario. Paloma Herrera estalló en lágrimas, como cuando era una chica de siete años y veía todo un mundo nuevo por delante, que ya la emocionaba. Ese vuelo llegó a su fin el jueves 19. Fue un exigente y largo camino, de 25 años, y el último gran paso lo dio poco antes de que el reloj biológico marque los 40. Ahora sabe, con seguridad, que empieza otra aventura, más íntima.
Con los ojos vidriosos y desbordada de ramos de flores, la extraordinaria bailarina argentina dijo adiós en Mendoza a las tablas de todo el mundo, con un espectáculo cargado de pasión, que terminó con el público aplaudiendo de pie más de 15 minutos; intentaban filmarla y sacarle fotos, mientras el telón subía y bajaba; una, dos, cinco veces más. Sorprendida, enmudecida, agradecida y, finalmente, relajada, supo que cumplió con su misión, para siempre.
Así las cosas, la noche del jueves 19 de noviembre el teatro Independencia recibió el mejor regalo para su 90° aniversario: ser testigo de un hecho histórico, que quedará flotando en el aire de la sala, con una Giselle revoloteando en escena, como una joven paloma blanca.
Fuente: La Nación