Todo está guardado en la memoria
sueño de la vida y de la historia
El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas derrocan, a través de un golpe de Estado, a la entonces presidente María Estela Martínez de Perón. Los militares aseguraban que llegaban para restaurar la paz ante el desorden que vivía el país. Lo cierto es que era el paso inicial para imponer un proyecto de país para el cual se necesitaba, en un primer momento, la fuerza militar.
Pero el suyo no era el único proyecto existente. Las clases subalternas ya se habían organizado y tenían sus plataformas y mecanismos propios. Es así como la Junta Militar emprendió una lucha en doble sentido. Por un lado, destinó todos los instrumentos represivos contra las organizaciones particulares que intentaban «subvertir» el orden y, por el otro, en la sociedad civil en general, puso a funcionar un aparato de propaganda, destinado a conseguir el consenso a su favor y el rechazo del proyecto «enemigo».
En este contexto, las actividades de uno y otro sector eran planeadas tácticamente, pero las relaciones de fuerza objetiva beneficiaban claramente a quienes tenían en sus manos el aparato estatal. Como en todos los demás ámbitos, en el plano de la disputa por el sentido, la Fuerzas Armadas y el sector al que representaban tenían las de ganar: estaban en sus manos los aparatos ideológicos del estado —medios de comunicación, propaganda estatal, etc.—.
Hoy en día, se puede acceder a las «listas negras» de artistas, quienes, no obstante, antes, durante y después, lograron que la memoria del horror permanezca.