Con la dirección de Josefina Camus y un elenco de primer nivel, que conforma el colectivo Laboratorio La Extranjera, La Fiesta de los Caníbales se presentó con gran éxito en un ciclo de funciones que fueron del 04 al 21 de octubre de 2012, en La Casa Rodante en Santiago.
Esta es un obra de danza a la cual no le cabe el calificativo de contemporánea, tal vez vanguardista sería más indicado, pues exige dejar cualquier prejuicio escénico fuera del lugar y abrir los sentidos a un desfile de estímulos seductores y contagiantes, al punto de querer formar parte de este conjunto amalgamado y libre de las performances, que con secuencia rítmica van sucediéndose con una expresión corporal íntegra y expansiva.
La expectación se vivencia desde el comienzo, y es muy bien potenciada por cuatro elementos: música subterránea y visceral, a ratos ancestral; una iluminación que potencia la atmósfera insistentemente; el vestuario que acerca y aleja; junto con la escenografía que resulta ser exactamente la imprescindible. Así se inicia un recorrido por esta visión exuberante de una antropofagia profunda, espiritual, a veces aterradora, otras, desenmascarante, conectora, que lleva a la identificación en cada uno de los cuadros escénicos que se componen y decomponen con fina plasticidad y un dirigido caos.
Las ropas vuelan por el aire, – como los envoltorios propios que todos quisieran tirar a la basura-, luego se acumulan junto a los cuerpos enredados un poco devorándose, un poco amándose, por esa necesidad humana de querer engullir al otro para lograr su permanencia en nosotros, con nosotros…Los brazos, piernas, cuerpos desnudos, vestidos, piruetas, quejas, gemidos y risas de los bailarines, en esculturas en alto o desplomados, que hablan de todos los tipos de colonización que circundan al ser humano y su historia, llevan al enjambre de espectadores a un recorrido por los diferentes espacios escenográficos y se conforma, sin duda, una comunidad. En ésta, si bien hay quienes dirigen y los que son dirigidos, la unión se completa respetando las individualidades; las metas se comparten y el espectador sigue los movimientos y desplazamientos, con la libertad de decidir sobre la distancia de observación, y exponer tal vez, el grado de timidez, curiosidad, voyerismo o implicancia voluntaria que desee evidenciar y que se exacerba ante tal fina línea divisoria entre si mismo y la obra.
La dirección permite que la fuerza expresiva, el dominio espacial y corporal de cada uno de los integrantes del elenco, -en medio de una proximidad con el público que para cualquiera pudiera parecer abrumadora-, exalte la excelencia de esta obra de danza “La Fiesta de los Caníbales” que, además de retratar el padecimiento y placer del “canibalismo” inherente al ser humano, integra las artes escénicas sin limites, conformando una propuesta atrayente que insita a ser presenciada más de una vez.
Por Fernanda Rojas
El Ciudadano
Opiniones:
María Betania González (profesional de la danza):… “La idea de antropofagia más que un hecho de instinto de supervivencia, misticismo o espiritualidad, se ve connotada de un éxtasis corporal que logra prescindir de lo sexual, pero que aún así es entregada por la fascinación del cuerpo. Se visten y se desvisten, se cubren y se descubren, entre prendas, entre aberturas, entre sí, se muerden, suenan sus voces, se mueven por goce, se hurgan, se desquitan, se arriesgan, se agitan, se agotan; siempre oponiéndose a cualquier danza cuya interpretación y discurso se plantee desde la templanza de lo intelectual o de una casta belleza que durante tanto tiempo parece haber sido propia de la danza.”
Poly Rodríguez (profesional de la danza): “… Desde la entrada sin más que nosotros observándonos dentro de los espacios, pasando por la imagen de los «cuerpos» observados desde la ventana (desde mi mirada otros «cuerpos» subrayando la brutal diferencia de los «visitantes»- atemporal ), la ropa que remueve memorias y construye nuevos imaginarios; deliciosas imágenes: hombres elevados, culos, rincones, superposición de sentidos (comer-tocar…), sostener, apretar, meter. El estado de los interpretes, un estado que sumerge, que dan ganas de vivir. Un ficción que te permite estados de conciencia, desde la propuesta, desde la presencia, desde la memoria, desde la política, desde la escena…”
Francisco Bagnara (profesional de la danza) “…Una obra de danza que está cruzada por otras prácticas (dramatúrgicas, actorales, sonoras, visuales) que propone una textura escénica en que la danza es el lugar de preparación y entrenamiento de un cuerpo que busca en el conjunto una manera de instalar y proponer relaciones y lecturas en un ritmo y composición corporal.
En ese sentido, una obra sui generis, que apunta creo, al despliegue que puede tener un cuerpo a partir de la ruptura de la convención social y las formas de entender una lógica del cuerpo y de sus costumbres…”