Al analizar una obra, no solo nos valemos de su contenido. Las condiciones de producción que atraviesan al artista se reflejan en los materiales que la constituyen. Estos otorgan impronta y sentido a la misma.
Vik Muniz (São Paulo,1961) se vale de latas oxidadas, llantas desinfladas, botellas de gaseosa vacías y tapas de inodoros desechadas para construir imágenes poéticas y enigmáticas que, vistas desde lejos, parecen creadas por un dibujante cualquiera.
De cerca, sin embargo, revelan que fueron armadas por una mente audaz, interesada en reflexionar sobre el poder que tiene el arte para crear ilusiones. Al respecto, el artista nos dice: «Pienso que el arte es político en tanto opera dentro de la interfaz entre la mente y la materia y actualiza y revela nuestros medios para describir y , por consiguiente, imaginar el mundo a nuestro alrededor».
Vik Muniz pasó tres años en Jardim Gramacho, uno de los basureros más grandes del mundo, ubicado en Río de Janeiro. De esta experiencia, surgió la serie Imágenes de basura (2008). Allí encontró gente que vivía de los desechos de otra gente y una panorámica monumental: «Movían 200 toneladas de basura por día, muchos de ellos trabajando hasta 16 horas diarias».
El artista decidió cambiar la vida de esas personas. Manipuló los mismos materiales con los que ellos trabajaban. Tomó fotos de los recicladores en medio del vertedero. Luego reconstruyó esas imágenes utilizando los objetos que ellos recolectaban en una escala enorme. Después las fotografió, las enmarcó y las puso a la venta. Las ganancias eran repartidas para los protagonistas de las obras y sus colegas.
La gitana (Magna) es uno de los retratos que conforman la serie. La protagonista es una de las personas que Vik Muniz conoció en ese encuentro. Este retrato revelaba tanto la dignidad como la desesperación de su oficio. Transformando la vida de estas personas, registró la identidad de cada uno de estos trabajadores perdidos en la multitud.
Un día, cuando salía de un evento, una bala perdida alcanzó su pierna. Se despertó en el hospital y su atacante le ofreció dinero por los daños ocasionados. Con esa plata, viajó a Estados Unidos, donde probó la escultura, el dibujo y la fotografía, para, finalmente, construir un estilo único en el que confluyen las tres artes.
Aunque hace 30 años vive en Brooklyn, el trabajo de Vik Muniz está marcado por Brasil. «Yo soy un producto de la dictadura militar —dijo hace unos años en una galería de Nueva York—. En una dictadura no puedes confiar en la información o difundirla con libertad por la censura. Así que los brasileños nos volvimos flexibles en el uso de metáforas. Además, surgió un tipo de sensibilidad desorganizada, satírica y burlesca». Por esta razón, en su obra resalta el doble sentido, pero sobre una base lúdica y curiosa que atrae a todo tipo de espectadores. A través de la ilusión creada en estas imágenes, Vik Muniz trabajó con el entorno y la condición humana.
En ellas involucra lo social, lo creativo y lo estético para llevar adelante un fin: hacer visible lo invisible. Y llevar estas imágenes al campo artístico haciéndolas circular dentro del circuito.
En resumen, el trabajo de Vik Muniz es juguetón, invitador, audaz y él, como artista, se deleita subvirtiendo las expectativas del espectador, de tal forma que, al igual que los magos, su truco artístico trascienda la ilusión: «No se trata de producir algo increíble, sino de producir algo en lo que quieres creer».
Escribió: Magdalena Verdejo