Sobre el mapa histórico de la música, de vez en cuando, aparecen marcas con un valor especial. Me refiero a aquellas obras que emergieron a partir de conjugaciones particulares y que, más allá de su calidad musical, reúnen una serie de elementos que terminan por dotarlas de un aura extraordinaria. Tal es el caso del álbum Songs for Drella (1990), compuesto por Lou Reed y John Cale en honor a Andy Warhol.
A pocos meses de haber formado The Velvet Underground, en 1965, Cale y Reed conocieron a Andy Warhol, quien, para entonces, ya tenía una notable influencia en el mundo neoyorquino del arte. Tras adoptar a la banda, promoviéndola en sus eventos multimediáticos de Exploding Plastic Inevitable, Warhol se convertiría en su representante. Un año después, gracias a su nuevo mentor, grabarían su primer LP, The Velvet Underground & Nico (1966), y, a pesar de que pronto se distanciarían, el papel de Warhol en la difusión de su música habría sido ya decisivo.
Luego de una larga ruptura, en 1987, Cale y Reed se reencontrarían por primera vez en el funeral de Warhol, y la muerte de su paternal promotor fue razón suficiente para que el genial dúo colaborara de nuevo. Tras un par de años de trabajo, finalmente, estaba listo el emotivo tributo: quince tracks agrupados en un álbum titulado Songs for Drella —sobrenombre que contraía el de los personajes Drácula y Cenicienta, en alusión a la ambivalente naturaleza del multifacético artista.
Con letras que mezclan lo biográfico con lo interpersonal y lo anecdótico, musicalizadas con elegante simpleza gracias a los teclados de Cale y la guitarra de Reed, el disco resultó en una hermosa elegía. Sentimentalismo garage, nostalgia inteligente, y una madurez poética de la cual, probablemente, Warhol habría estado orgulloso, son ingredientes fundamentales en Songs for Drella. En cuanto a la estructura narrativa, se incluyen letras en primera persona (la mayoría), de pronto aparecen episodios en tercera persona, y, finalmente, un par de tracks donde los autores refieren directamente a su mentor. Si bien el álbum denota una cierta exquisitez integral, hay piezas particularmente finas, como es el caso de «Style it Takes» y «It Wasn’t me».
En síntesis, Songs for Drella reúne los elementos históricos, emotivos y musicales para ser considerada una peculiar reliquia envuelta en la sombra del encanto. Una obra que destaca por su terapéutica sobriedad y en la que cualquier admirador de Warhol o The Velvet Underground seguramente encontrará resguardo.
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