La relación entre moda y dictaduras no suele ser objeto de atención, ya que usualmente se asocia al manifiesto que la moda es un fenómeno estrictamente relacionado con el capitalismo y la democracia, ya que precisa “de una libertad de hacer y llevar”.
Todos los regímenes dictatoriales, aunque de diferentes ideologías, suelen utilizar el mismo vocabulario y la misma gramática en el lenguaje de la moda. Mientras el vocabulario se identifica con el estilo, la gramática sería el conjunto de estos estilos, dotándolos de un significado y de una razón.
Las dos funciones principales de la moda serían; la primera, la necesidad de la unificación en un grupo social y, la segunda, la necesidad de la diferencia frente a los demás grupos. Algo contradictorio quizá.
La moda de los sistemas dictatoriales pretende cumplir esa doble función. El grupo unificador es la nación, de forma tal que un modo de vestir idéntico de toda una sociedad determinaría la nación. No deja de ser, sin embargo, algo completamente utópico en la medida en que prescinde del sentimiento individual que existe en cada persona. No obstante, con este objetivo las dictaduras buscan crear un estilo propio ajustado a su ideología.
Por ejemplo, en España después de la guerra había que nacionalizar o “españolizar” la moda, y por ello, como en el caso alemán, había que desterrar toda influencia de la moda de París. A tal fin, las secciones de moda femenina de las publicaciones debían eliminar toda mención a los modelos parisinos como atractivos o dignos de imitación.
También uno de sus principales objetivos fue el de destacar la pertenencia nacional, demostrar patriotismo; que la gente se identificara y se sintiera parte de España, se podría decir. Aquí se imponían en las revistas los trajes de mujeres con toques típicos españoles.
Por otro lado, en todas las capitales del Bloque soviético se formaron en los años cincuenta institutos de la moda que colaboraban mutuamente, con funciones similares a las de los talleres de alta costura en París en el Occidente: marcar tendencias, informar a la sociedad, pero, al mismo tiempo, marcar la línea a seguir para el comercio y la industria textil estatales.
Otro ejemplo sería el de los ideólogos comunistas germano-orientales. Ordenaron la producción de prendas prácticas y accesibles a cualquier persona, de un estilo perdurable, cuyo corte y color cambiaría no por influencia de los individuos (por ejemplo, los diseñadores), sino por el desarrollo de la sociedad.
Todo esto hace referencia al lenguaje de la moda que las dictaduras crean para obtener sus objetivos políticos. Las ideologías, el lenguaje es idéntico, ya que comparten un mismo objetivo político: el poder. Este intento de influir en las formas de vestir puede explicarse siguiendo la teoría trickle-down, elaborada por Georg Simmel. Según él, son las clases altas de la sociedad las que propagan nuevas modas, mientras que las clases bajas se ven influidas y, en consecuencia, obligadas a cambiar su forma de vestir copiándolas e imitándolas.
Aunque esta teoría ha sido descartada en diversas ocasiones por otros filósofos, es justo reconocerlo. La situación política de un país no solamente se verá afectada en su economía, al contrario, la forma de vestir puede resumir bastante bien lo que está sucediendo.
Los sistemas autoritarios suelen utilizar el mismo vocabulario en el lenguaje de la moda nacionalización, traje típico, folklor, competencia, oposición, aunque las ideologías propagadas por unos y otros sean diferentes. Esto ocurre porque el objetivo de todos ellos es el mismo: el poder político.