El artista visual Felipe Rivas San Martín comenzó a hacer una serie de fotos performáticas en 2010 para un número de la revista Garçons. La idea derivó a un videoperformance el año siguiente en el marco del taller El recorte del plano. La obra fue presentada en el Festival Dildo Roza, un certamen de videoarte pornográfico cuya primera versión fue realizada en el cine porno Capri de Santiago Centro en 2011. La obra presentaba un conjunto de imágenes de la época de la Unidad Popular, como fotos de obreros en faenas productivas y al clásico Salvador Allende. Al mismo tiempo, otro grupo de escenas homoeróticas son contrapuestas al texto. La obra es seguida de la masturbación de Felipe Rivas frente al retrato del ex presidente. Todo en cinco minutos.
Título de la obra: Ideología.
En la oportunidad, el escritor Pedro Lemebel, quien era jurado de la muestra, se molestó con el material. Según el escritor y puto, Josecarlo Henríquez, Lemebel “al verlo entró en cólera y exigió censurar el material “por irrespetuoso con la figura del ex presidente, por iconoclasta y por fascista”.
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Este año, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) invitó al artista a presentar su obra ‘Ideología’ a ser parte de la muestra In-visible del Centex de Valparaíso. Le compró la obra, fue firmado un contrato, pero casi al momento de inaugurarse, le pidieron al artista modificar el contenido, argumentando que el video contiene material sexual explícito no apto para menores. Por detrás estaba la mano del ministro de Cultura, Ernesto Ottone, quien no queria tener que enfrentar las quejas de los familiares o partidarios del ex presidente.
Felipe Rivas protestó por la decisión e hizo públicas las cartas exhibiendo los motivos del CNCA. Presentó además un recurso legal y la Corte de Apelaciones de Valparaíso falló a su favor. La obra deberá presentarse en el Centex durante el mes de octubre.
El proceso forzó a Rivas a reflexionar sobre los procesos de censura. En una reunión con amigos de Sagrada Mercancía surgió la idea de exponer el video en su espacio. “En un principio pensamos que se podría exponer sólo el video censurado, a modo de protesta y de acción anti-censura. Pero luego nos dimos cuenta que todo el material circulante producto de la censura era muy interesante y potente también. Se trata de emails, documentos legales y administrativos, prensa, redes sociales (posteos y tuits), fotografías, audios, columnas de opinión, crónicas, etc.”- cuenta Rivas.
Te tocó que la censura ha afectado tu obra, ¿Cómo resolviste enfrentar esa situación?
Efectivamente, como tú dices, en este caso la censura ha afectado la obra y abre líneas de lectura que no estaban antes. Pero en realidad eso es algo que le ocurre siempre a todas las obras, porque una obra no es una entidad cerrada, sino un sistema abierto y en constante transformación. Pensemos por ejemplo en aquella clásica idea vanguardista que se oponía al arte burgués entendido como autónomo del contexto social. Yo estoy muy de acuerdo con esa crítica. El arte no está desvinculado de su contexto y todo lo que le ocurre a una obra, incluso las lecturas que se hacen de ella, se integran a la obra misma porque la siguen configurando en el tiempo. Y ese reconocimiento al contexto es también un gesto político que le quita ese peso de autoridad que tiene el autor, porque si bien un artista es un autor, eso no significa que uno tenga el control absoluto de su obra. A una obra le pueden ocurrir muchas cosas inesperadas, como por ejemplo que venga un ministro y la censure, entonces el contexto te obliga a tomar posición y eso también afecta la obra.
La obra pasa así a establecer un diálogo con la realidad….
El tema aquí es qué es lo que uno hace con eso y cómo uno hace dialogar una obra con esas coyunturas. En este caso se trata de una obra conflictiva que obliga a la gente a tomar posición y produce antagonismos, es propiamente política. La posdictadura en Chile desde los años 90, nos adoctrinó en la lógica del consenso, evitar el conflicto político. Cuando el CNCA decidió impedir la exhibición del video Ideología, yo podría haber aceptado y trabajar en otra propuesta, pero me parecía que eso era volver a una lógica consensual, aquella que intenta evadir el conflicto político. Y el video Ideología es una pieza que funciona desde el conflicto, no desde el consenso.
La obra Ideología hace un uso pornográfico de la imagen de Allende, un uso no habitual en el contexto chileno ¿qué urticarias produce en Chile trabajar con la imagen de Salvador Allende?
Efectivamente, lo que ocurre con Allende y con otras figuras de la izquierda convertidas en imagen, es que esas imágenes se vuelven normativas, que su uso se restringe y resguarda. Existe una administración normativa de la imagen de Allende, que la cierra. Eso es un riesgo para la izquierda porque la izquierda no debería ser algo cerrado. Yo entiendo que la izquierda no tiene un contenido fijo, sino que es aquel lugar de oposición y crítica frente al poder instituido. Como el poder siempre cambia, la izquierda también debería estar abierta a una transformación constante. Por eso para mí, sexualizar la imagen de Allende es parte de ese compromiso con la izquierda como lugar de resistencia al poder, porque la sexualidad también es un territorio de dominación.
CUANDO PEDRO LEMEBEL SE ENOJÓ
¿Qué pasó con Lemebel en el Festival Dildo Roza?
Yo creo que por un lado está el hecho que Pedro nunca tuvo mucha complicidad con los activismos homosexuales. Si uno revisa con rigurosidad sus textos más políticos (no literarios) de principios de los ’90 en revistas independientes como Página Abierta, se da cuenta que tanto él como Las Yeguas del Apocalipsis se opusieron al activismo homosexual que en esos años se estaba formando. En cierto sentido pienso que la postura tan crítica de Lemebel hacia la disidencia sexual que surgió en la década del 2000 –y particularmente su aprensión con la CUDS- es una derivación de eso.
¿Cómo así?
Para mí fue muy sorprendente la actitud de Lemebel, pero luego hizo total sentido. Las Yeguas propusieron la performance travesti minoritaria o la figura de “la loca” como práctica subversiva y desconfiaban de la colectividad homosexual organizada, que aparecía como “masculina”. Se trata de dos modelos de política opuestos: por un lado la organización, por el otro la figuración. Y no cualquier figuración, sino específicamente la figuración travesti, la loca. Y creo que el gran problema de Lemebel fue ese, reducir la subversión a un lugar específico, que por efecto de su propio cierre termina siendo un modelo a seguir, es decir, una norma.
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A ver. Sigue con la idea…
Si uno revisa los últimos 30 o 40 años, la política sexual ha producido múltiples figuraciones o prácticas que se autoproclaman como “el lugar” de la subversión sexual: se ha dicho que es la loca, la drag queen, el drag king, el postporno, la travesti, el cyborg, el bdsm, la lesbiana, el homosexual, la camiona, la puta, la chicana, la negra, el gay, lo trans, lo bisexual, la marica, el queer, la abortista, la cabra chica, etc. Lo que yo veo en la Disidencia Sexual en la que habitamos, es que todas estas figuraciones son parte de un vecindario donde no hay ninguna “Sonia, la única” capaz de contrarrestar –por sí sola- el carácter totalizador y a la vez contradictorio del poder dominante. En último caso, ya la existencia de este vecindario es en sí un acto de resistencia porque al menos construye un territorio alternativo y está siendo ahora, no en el futuro. La Disidencia Sexual colectiviza las múltiples figuraciones, en vez de buscar un único modelo se subversión sexual a seguir.
La reacción de Lemebel no dirá también algo de su relación con la izquierda chilena.
Me parece tiene que ver con que Lemebel tenía una relación mucho más subordinada a la izquierda partidaria que la que tenemos nosotrxs. Y eso se extendía a la normatividad de la iconografía de la izquierda, como la imagen de Allende.
Yo considero que ambos casos de rechazo o censura en los que ha estado involucrado el video, el de Lemebel y el de Ottone son muy distintos. En el caso de Lemebel, de hecho él no consiguió que se censurara el video. Luego se fue del jurado y del festival. Pero de todos modos generó un conflicto muy fuerte en la organización del festival, a nivel interno. Cuando nosotrxs nos enteramos de todo lo que había pasado decidimos con la CUDS realizar una acción que era también un modo de resolver varios nudos conflictivos con su figura, que era un referente importante finalmente. Lemebel era como una mala madre y nosotras unas hijas mal portadas. Por eso nuestra respuesta fue hacer “El posporno mató a Lemebel”, una performance-homenaje donde ficcionamos su muerte y paseamos una corona de flores con su foto desde la Catedral hasta el cine porno Capri donde era el festival. Cuando Pedro murió de verdad, ese video volvió a circular en las redes sociales como si se tratara efectivamente de un homenaje póstumo. Eso me pareció muy bonito y es la gracia del arte de la era en red, porque los archivos digitales se resignifican de manera impresionante en el tiempo. Con Ottone fue distinto, a él no le iba a hacer una performance. O fue una performance de otro tipo, mucho más “performativa” que “performática”, porque ocurrió en una Corte. Ahí tú ves claramente que uno está tomando siempre decisiones distintas, de acuerdo al contexto. Y en esta comparación no cabía ninguna duda que Lemebel claramente no es Ottone.
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Hace poco se armó una polémica por el manual de sexualidad y por los dichos del senador Manuel José Ossandón en contra de esa iniciativa. ¿Qué piensas tú de ese debate?
Me parece muy bien que se esté dando este debate porque surge justamente en un momento en que los colectivos de disidencia sexual han planteado que ya no basta con la educación sexual, sino que hay que apuntar a promover una educación no sexista. En ese sentido el manual abre debate pero es insuficiente. Todos sabemos que Ossandón es un conservador. Lo interesante es cuando se empiezan a desmontar sus argumentos y el carácter ideológico de su propia posición. En última instancia, Ossandón, la iglesia y la derecha defienden un modelo de educación que es conservador y neoliberal al mismo tiempo. Ossandón dice que son los padres –y no el Estado- quienes tienen el derecho a decidir qué educación tendrán sus hijos. Si uno reflexiona bien sobre esta idea, se da cuenta lo que eso significa. Para Ossandón y la derecha, los niños y jóvenes son propiedad privada de sus padres. Para él, los niños y jóvenes no tienen derecho a una educación sexual amplia. Lo que nos dice Ossandón es que un padre, por el sólo hecho de ser padre, tiene el derecho a mantener en la ignorancia sexual a sus hijos o a inculcarle valores conservadores, reaccionarios, racistas, clasistas, homofóbicos, etc. Así es como la derecha entiende el principio de “libertad de enseñanza” de las familias, un principio constitucional ideado por Jaime Guzmán, de corte neoliberal y religioso. Por eso hay tantos colegios-empresa llenos de cruces en las salas de clase.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
Fotos: Jorge Matta
El Ciudadano
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