En su casa de la calle Fuego, de la colonia Pedregal de San Ángel, al sur de la Ciudad de México, el escritor colombiano Gabriel García Márquez, el Gabo, celebró su cumpleaños número 86. Ocurrió el 6 de marzo recién pasado y el novelista y Premio Nobel de Literatura (recibido en 1982) celebró con chocolates, vino, y típicos guisos mexicanos, entre ellos, huanzontles con frijoles negros. El intelectual salió un momento al portón de su residencia y allí recibió un ramo de rosas amarillas, dicen que sus favoritas, que las pone o ponía cada mañana antes de sentarse a escribir en su escritorio. Por supuesto que hubo mariachis que le cantaron “Las Mañanitas”.
“¿Por qué tanto alboroto?”, preguntó García Márquez a periodistas y fotógrafos que llegaron a la calle Fuego a ver qué pasaba con su cumpleaños, él vestido de impecable terno y corbata, sus tradicionales lentes grandotes y la sonrisa que es parte de su sello, de su carácter.
Quizá el alboroto tenía origen en noticias menos gratas sobre este escritor que marcó a América Latina y El Caribe y que impregnó a los habitantes de Europa, Asia, África y otros lares del planeta con su escritura; sus novelas, sus reportajes periodísticos, sus cuentos. Hace no mucho se habló de que el autor de “Cien años de soledad” sufría de “demencia senil” y de Alzheimer y que, por tanto, ya no escribiría más, y que estaba ante un grave riesgo de su vida. Todo rodeado de incertidumbres y sombras, porque sobre el novelista han girado novelas, incluso textos con su firma que él jamás escribió.
Circuló una declaración de su hermano, Jaime, quien habría dicho: “Aunque no ha entrado en etapas críticas ya tiene algunos conflictos de la memoria. En la familia todos sufrimos demencial senil, yo también comienzo a tener algunos problemitas”. Y habría agregado que “él ya tiene los estragos, pero se le adelantaron debido a su cáncer linfático, que en 1999 lo puso en una situación casi de muerte. Las quimioterapias que utilizaron le salvaron la vida, pero también acabó con muchas neuronas, defensas y células, lo que le aceleró ese proceso”. Lo del cáncer está comprobado y sin duda lastimó la salud del Nobel. El día de su fecha de nacimiento, una de sus asistentes, Mónica Alonso, dijo que el escritor colombiano “está muy bien, lo digo de verdad, muy contento”.
Este inmortal de la literatura universal nació el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, Colombia, hijo de Gabriel Eligio García y de Luisa Santiaga Márquez. Se casó para siempre con Mercedes Barcha con quien tuvo dos hijos varones, Rodrigo y Gonzalo. Trabajó primero como periodista, sobre todo en el diario “El Espectador”, para luego consagrarse a la literatura y también al cine. Recibió premios de primera línea como el Nobel de Literatura, Rómulo Gallegos, Neustadt, Águila Azteca, entre muchos otros. Los títulos de sus obras son reconocibles, inolvidables y hasta usados para construir titulares periodísticos o frases de estadistas. “El amor en los tiempos del cólera”, “El coronel no tiene quien le escriba”, “La hojarasca” (la primera novela), las memorias “Vivir para contarlas”, “Memoria de mis putas tristes”, “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada”, “El otoño del patriarca”, “El general en su laberinto” y reportajes de enseñanza como “Relato de un náufrago” y “Noticia de un secuestro”.
La inexorable realidad biológica hará avanzar la edad de Gabriel García Márquez, como la realidad material hará eterna su obra literaria traducida a decenas de idiomas y lenguas originarias, plasmada en hojas de libros o discos duros de computadores. Un tesoro para la humanidad.
Tesoro Humano vivo
El Ciudadano Nº141, abril 2013
Fuente fotografía