El deseo invisible /Gonzalo Asalazar/Editorial Cuarto Propio/108 Páginas
Por Juan Francisco Urzúa
La lucha por los derechos homosexuales y la diversidad sexual ha rescatado espacios que por siglos les fueron negados, y su tarea en Chile no ha sido fácil. Han intentado ser anulados por la retrógrada oposición de la derecha, que hasta 1998 abogó por seguir condenando la sodomía consentida como un delito, claro ejemplo del nulo respeto a los derechos humanos y de la visión peyorativa hacia la población LGBT.
La oposición a la diversidad de género no ha sido un hecho aislado en la historia de Chile, que vio como la conservadora política de principio de los años cincuenta imponía la ley de Estados Antisociales, una de las muestras más terrible de lo que la intolerancia del segundo gobierno de Ibáñez del Campo podía lograr. Con esta ley se intentaba criminalizar principalmente a vagabundos, locos y homosexuales, disponiendo que cualquier inducción o práctica homosexual sería sancionada con cárcel. También podían ser relegados a campos de trabajos forzados hasta por 5 años, donde se les ofrecía una supuesta rehabilitación de la enfermedad que sufrían, sirviendo como leña en la pira experimental de psiquiatras inescrupulosos.
Es en este contexto donde se propone “El deseo invisible: Santiago cola antes del golpe”, híbrido intertexto que toma voces del ensayo y la narrativa de ficción, para reconstruir la topografía homosexual capitalina entre 1950 y el Golpe de Estado de 1973.
“Son las once de la noche, y su andar es lento y rudo, lo que contrasta con su vestuario: pantalones claros ajustados y un suéter de color rojo italiano. Esto lo hace reconocible para quienes anden en busca de amor bajo los pilares del Portal Fernández Concha… El Fabián desde hace mucho aprendió el código de la mirada, tan típico de los colas. De todos los códigos secretos que utilizan los maracos para reconocerse entre ellos, la mirada es, sin duda, el más sutil y decidor”.
El texto, que tiene como gran virtud el salir del manoseado campo académico, se construyó en base a entrevistas realizadas por Asalazar a homosexuales que vivieron la bohemia de dichos años, en la búsqueda por ampliar la diversidad de inclinaciones eróticas y modos de relacionarse ya fuesen colas, mostaceros, hampones, obreros o heterosexuales los dispuestos al placer masculino. Cabe hacer mención que las terminologías que utiliza Asalazar son principalmente sacadas del imaginario cultural de la época, haciendo una reconstrucción del lenguaje propuesto por la literatura del Paco Rivano, Benjamín Subercaseaux y Alfredo Gómez Morel, entre otros, en la misión de resignificar términos muchas veces peyorativos, pero que al ser apropiados dan profundidad a la multiplicidad de expresiones homoeróticas provenientes de la oralidad popular chilena. Esta última intención creo que es uno de los puntos importantes del libro, ya que se dedican amplias aclaraciones de los principios semánticos que moverán la obra, preocupándose en desplegar un repertorio terminológico nutritivo para comprender el recorrido historiográfico. La consideración de estos miramientos se hace importante, más cuando las conductas éticas han permeado a la lengua, y exigen una mayor agudeza en la utilización de términos, buscando excluir expresiones heteropatriarcales reconocidamente ofensivas. Queda restado de esta importancia el flaco glosario, que al parecer fue considerado un anexo sin importancia, más que una oportunidad clara de renombrar.
El libro se propone como un mapa, 13 relatos situados y que se extienden entre el Cerro San Cristóbal hasta el Barrio Rojo y San Camilo, abarcando por el este hasta la Cárcel Pública en General Mackenna, deteniéndose en los principales cines, bares, boites y quintas que daban cabida a los furtivos encuentros homosexuales, ampliado a espacios públicos como punto de contacto o de consumación. Esto articula una serie de hitos en la ciudad, donde destaca el Black and White, los cines Rex y Roxy en Huérfanos, el Waldorf, La Carlina, o la misma Plaza de Armas, mostrando la columna vertebral de la activa vida homosexual subterránea. Esto, sumado a que se incluye un plano del centro de Santiago indicando cada uno de estos reductos, completa la cartografía propuesta como intención, dejando el pie inclusive para ampliar los mapas a otras topografías regionales, que claramente se articularon paralelas a la capitalina. Conocidas son las historias de la nutrida bohemia homosexual en Calama, Concepción o Valparaíso por nombrar algunos ejemplos.
“En 1969, Huérfanos continuaba siendo un espacio de encuentro entre colas y mostaceros. Y jóvenes como el Óscar la recorrieron como un eslabón más de mapa del deseo. Después de ser violado en la celda de la Primera Comisaría de Carabineros, fue rapado y estuvo preso durante tres días, en los que fue acusado de ofender la moral (católica) y las buenas costumbres. Cuando salió, llevaba una ficha policial a cuestas. Refugiado en su casa, las coloradas manos sin tregua de su mamá le hicieron volver. Hasta que a las pocas semanas estuvo lo suficientemente repuesto para seguir con sus correrías por las calles del centro”.
En “El deseo invisible” reside una historiografía homoerótica importante, que se hace más relevante en días en que la cultura homosexual ya no es un tabú, cuando las librerías consideran ampliamente el “tópico” en su anaqueles, y las teorías de diversidad de género ha sido utilizada facinerosamente por el mercado editorial para expandir o blanquear sus catálogos – Anagrama como un ejemplo-. Este libro contiene el acierto de negarse al canon descrito, y se dispone dentro de su facilidad a devolver una amplia gama de hitos desplazados o invisibilizados de la ciudad, reponiendo la necesidad de contar con revisiones de la homosexualidad santiaguina, refundacional y perpetuadora de una herencia homoerótica, fundamental para construir los nuevos espacios de libertad que cimentaron los escarnios de su abusada historia.