Los del Maipo: Las respuestas del cuaderno

Videoclip de "Las cosas que me faltan" (2020). Animación de Ignacio Weiss.

Los del Maipo: Las respuestas del cuaderno

Autor: Carlos Montes

Los reveses del encierro han sido muchos. Cesantía, soledad, aislamiento, mirarnos frágiles frente a las pantallas y más frágiles cuando vivimos huérfanos sin alguien que nos prodigue lo mínimo para sortear los caprichos de este bicho y sus movimientos.

Y si bien estos meses de ausencia en las calles y en las faenas significaron una oportunidad para repensarnos y reentendernos, la porfía del capitalismo no cesó su dictamen y fue capaz de embrutecernos en el silencio del teletrabajo y confundirnos con la idea de que vivimos en una eterna reunión por Zoom. Mientras los pumas bajaban a la urbe de más arriba, las casas de más abajo seguían con las luces prendidas en mitad de la noche despejada.

Mejor es tomados de la mano

El proyecto musical, Los del Maipo, acaba de estrenar la canción “Las cosas que me faltan”. Acompañada de un videoclip entrañable, este grupo liderado por el compositor y multiinstrumentista, Alfonso Ureta, nos comparte un nuevo tema que cuenta en esta oportunidad con la colaboración en la voz del señero, Pancho Sazo. Y cómo brilla su presencia en esta entrega.

Con el encanto de un 3×2 de espíritu afro-uruguayo, “Las cosas que me faltan” conjuga la riqueza sonora de la fusión latinoamericana junto a la tibieza lírica del poeta, Eduardo Misán. Necesaria mención es la interpretación impecable de los músicos Isaías Zamorano en saxo soprano, Adrián Gottlieb en piano, Juan Carlos “Tito” Pineda en el bajo, Omar Carrasco en batería y Hermes Villalobos en cuerda de tambores.

La pieza audiovisual -a cargo de Ignacio Weiss- se urde como una animación que recuerda a esos dibujos hechos con palitos en alguna hoja de cuaderno Auca, como recuperando la simpleza y la hondura de ese viejo imaginario que portamos en nuestras postales de cabres chiques. Porque parece que las respuestas a un mejor vivir están cada vez que nos juntamos en las calles o miramos la intimidad de nuestras primeras historias.

“Yo te he visto a veces, niña mía / Tomar los gusanos por jugar / Sacarlos de su tristeza / De la tierra con tus manos”, canta Ureta compartiendo una pequeña escena de su hija -de cualquier hija- mientras transita su vida de juegos, de exploraciones, tan lejana a los azotes de la adultez que termina por pisarnos los talones. Los dibujos de la banda hecha con palitos junto a personajes como una niña inquieta que crece, un papá, una pareja de chiquillos y un abuelo, se suceden en medio de promesas necesarias para que de una buena vez, convirtamos este mundo de mierda en algo distinto: “Amor, amor / ves que nunca más / te dejaré soltar mi mano”. El compromiso que faltaba.

Así como jugando

Cómo cuesta la vida en un país así. Cuesta cuando una buena parte del planeta se ocupa de enfrentar con sensatez la pandemia y en un país como este la policía nos empuja de un puente, nos miente en la cara y se empecina en que volvamos a las aulas. Porque chucha que cuesta vivir aquí, tratando de sanarnos a punta de rifas o cuidando a nuestras y nuestros tatas en nombre de una solidaridad oportunista y de cartón.

Cuando vemos las fracturas que dejó la dictadura facha, Los del Maipo apuestan por juntar todos estos pedazos con cariño, unir cada trozo con la energía de lo simple. Así perfecto, como la mano de un niñe empuñando un lápiz de mina sobre la hoja de un cuaderno. Así como jugando.


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