Poco después de que el criminólogo Alphonse Bertillon sentara las bases de las actuales técnicas de identificación aplicadas al proceso penal, el fotógrafo forense Luigo Tomellini que trabajaba en Génova a principios del siglo 20, se dedicó a la fotografía forense, algunos incluso aseguran que fue Tomellini quien, gracias a su contacto con Bertillon, introdujo en Italia el método de las huellas dactilares.
Sus placas fotográficas se convirtieron en una herramienta esencial para las investigaciones policiales de la época.
Tras la muerte de Tomellini, su trabajo desapareció inexplicablemente y de la misma manera volvió a aparecer en un maletín en la década de 1980.
En la actualidad, las imágenes captadas con agudeza y objetividad por el fotógrafo, siguen siendo un valioso documento para la fotografía forense, además de ser un suerte de «ticket al pasado» que nos permite acceder a un fragmento de la historia de la delincuencia en Italia.
Riccardo Sezzi fue quien encontró estas fotografías en un maletín abandonado en las calles de Génova en la década de los 80. Se trataba de un portafolio completo con imágenes de personas asesinadas 70 años antes. En un comienzo no sabía qué hacer con ellas, así es que las guardó en su casa hasta 2013. Decidió revelarlas justo antes de mudarse a Londres.
Sezzi decidió junto a su amigo Stefano Amoretti estudiante de Industrias Culturales y Creativas en la City University of London y Mino Tristivskij fotógrafo crearon Clue: Cold, una exposición de fotografía forense histórica cuyo catálogo se ha publicado en Londres, como una muestra del arte de su autor, y de la evocación entre realidad y ficción que nos presentan las imágenes, terriblemente realistas, pero que sin embargo, nos hacen sentir en la escena de una novela negra.