A través de ellos fuimos diagramando una práctica colectiva nutrida de las múltiples miradas, enfoques y variaciones que fue adquiriendo la experiencia. Este proceso fue registrado paulatinamente en las crónicas que escribimos al finalizar los talleres, donde intentamos plasmar y enfatizar los momentos y recursos clave que surgieron. Así, acompañamos la práctica con la reflexión y socialización del proceso, los cuales fueron compartidos en el sitio web y difundidos a través de las redes sociales.
Seguramente muchos se estarán preguntando ¿por qué, entonces, hacer un manual? Casi a diario nos llegan invitaciones, consultas o dudas sobre los talleres de mapeo, que incluyen un pedido de asesoramiento o el diseño de recursos específicos. Muchas veces no podemos dar respuesta a todas estas inquietudes ni participar de todos los espacios, básicamente porque somos sólo dos personas. Si bien solemos responder a estos pedidos redirigiéndolos al sitio web, nos gusta reforzar el fundamento que guía toda práctica iconoclasista: eludir la especialización y liberar los recursos, animando a los interesados a que realicen sus propios talleres y prácticas.
Con este manual compartimos nuestra experiencia para mostrar cómo a través de los talleres de mapeo se pueden favorecer las distintas formas de comprender y señalizar el espacio a través del uso de variados tipos de lenguaje, como símbolos, gráficas e íconos, que estimulan la creación de collages, frases, dibujos y consignas. Hay dos acepciones de la palabra “manual” que queremos retomar porque nos gustan mucho y grafican claramente lo que buscamos: una refiere a aquello “que se hace con las manos” y la otra a alude a toda “publicación que recoge lo esencial sobre un tema”. Por ahí vamos, esperamos que lo disfruten tanto como nosotros.
La necesidad de crear nuevos relatos
Los mapas son representaciones ideológicas. La confección de mapas es uno de los principales instrumentos que el poder dominante ha utilizado históricamente para la apropiación utilitaria de los territorios. Este modo de operar supone no sólo una forma de ordenamiento territorial sino también la demarcación de nuevas fronteras para señalar los ocupamientos y planificar las estrategias de invasión, saqueo y apropiación de los bienes comunes. De esta manera, los mapas que habitualmente circulan son el resultado de la mirada que el poder dominante recrea sobre el territorio produciendo representaciones hegemónicas funcionales al desarrollo del modelo capitalista, decodificando el territorio de manera racional, clasificando los recursos naturales y las características poblacionales, e identificando el tipo de producción más efectiva para convertir la fuerza de trabajo y los recursos en ganancia. Los relatos y cartografías “oficiales” son aceptados como representaciones naturales e incuestionables pese a ser el resultado de las “miradas interesadas” que los poderes hegemónicos despliegan sobre los territorios. Nos referimos no sólo a las provenientes de actores o instituciones políticas y sociales, sino también al discurso de los medios masivos de comunicación, y toda otra intervención que modele la opinión pública y refuerce las creencias naturalizadas y los mandatos sociales.
Esta mirada científica sobre el territorio, los bienes comunes y quienes lo habitamos se complementa con otras técnicas escrutadoras del cuerpo social, como la videovigilancia, las técnicas biométricas de identificación y las fórmulas estadísticas que interpretan situaciones y ofrecen información para facilitar la ejecución de mecanismos biopolíticos orientados a organizar, dominar y disciplinar a quienes habitan un territorio.
La utilización crítica de mapas, en cambio, apunta a generar instancias de intercambio colectivo para la elaboración de narraciones y representaciones que disputen e impugnen aquellas instaladas desde diversas instancias hegemónicas. La elaboración de cartografías colectivas proviene de una larga tradición de trabajo participativo, con experiencias disímiles y resultados diversos la herramienta se solidificó desde el trabajo de organizaciones sociales, ONGs y fundaciones, tanto en zonas urbanas como en rurales. A esto se le sumó la disponibilidad tecnológica y el acceso a herramientas de georeferenciación (como el GPS o SIG) que potenciaron y ampliaron este proceso en diversas líneas de trabajo.
La difusión y uso ampliado de mapas y cartografías marchó paralela a la “muerte de los grandes relatos” como discurso hegemónico que organizó el paradigma interpretativo de los años noventa. Por esa fecha irrumpieron y se visibilizaron en Latinoamérica un amplio conjunto de movimientos sociales organizados de forma autogestiva y horizontal, que activaron reinvindicaciones campesinas, de pueblos originarios, de colectivos de género, entre otros. Estos nuevos o renovados protagonismos sociales retomaron un amplio reservorio de prácticas y discursos emancipatorios, e instituyeron un activismo político, cultural y comunicacional, vinculado a la cooperación social y afectiva, la libre circulación de saberes y prácticas, y la articulación en red.
Definiciones y certezas
Concebimos al “mapeo” como una práctica, una acción de reflexión en la cual el mapa es sólo una de las herramientas que facilita el abordaje y la problematización de territorios sociales, subjetivos, geográficos. A esto le sumamos otra serie de recursos que hemos apodado “dispositivos múltiples” y que consisten en creaciones y soportes gráficos y visuales que, mixturizados con dinámicas lúdicas, se articulan para impulsar espacios de socialización y debate, que son también disparadores y desafíos en constante movimiento, cambio y apropiación. Así buscamos abrir un espacio de discusión y creación que no se cierre sobre sí mismo, sino que se posicione como un punto de partida disponible para ser retomado por otros y otras, un dispositivo apropiado que construya conocimiento, potenciando la organización y elaboración de alternativas emancipatorias.
Por eso decimos que el mapeo es un medio, no un fin. Debe formar parte de un proceso mayor, ser una “estrategia más”, un “medio para” la reflexión, la socialización de saberes y prácticas, el impulso a la participación colectiva, el trabajo con personas desconocidas, el intercambio de saberes, la disputa de espacios hegemónicos, el impulso a la creación e imaginación, la problematización de nudos clave, la visualización de las resistencias, el señalamiento de las relaciones de poder, entre muchos otros.
De esta manera, el mapeo no produce transformaciones por sí mismo. Se conecta a un proceso de organización mediante un trabajo colaborativo en soportes gráficos y visuales. Y la difusión de este trabajo debe ser estratégica: toda la información que incluya debe estar consensuada con los participantes y amparada en un objetivo comunicacional, teniendo presente que ésto no amenace ni vulnerabilice a los participantes.
Proyecciones y límites del mapeo
“El mapa no es el territorio”: es una imagen estática a la cual se le escapa la permanente mutabilidad y cambio al que están expuestos los territorios. El mapa no contempla la subjetividad de los procesos territoriales, sus representaciones simbólicas o los imaginarios sobre el mismo. Son las personas que lo habitan quienes realmente crean y transforman los territorios, lo moldean desde el diario habitar, transitar, percibir y crear.
El mapeo es una herramienta que muestra una instantánea del momento en el cual se realizó, pero no repone de manera íntegra una realidad territorial siempre problemática y compleja. La elaboración de mapas colectivos transmite una determinada concepción sobre un territorio dinámico y en permanente cambio, en donde las fronteras, tanto las reales como las simbólicas, son continuamente alteradas y desbordadas por el accionar de cuerpos y subjetividades.
La construcción de un mapa constituye una manera de elaborar relatos colectivos en torno a lo común, monta una plataforma que visibiliza ciertos encuentros y consensos sin aplanar las diversidades, pues también quedan plasmadas. Gestar lo común, esto es, producirlo desde aquello que nos aúna y que reconocemos; o visibilizarlo desde lo espontáneo y desconocido pero a partir de objetivos claros, es una forma de combatir el individualismo y la segregación en la cual estamos inmersos como habitantes de este mundo.
El mapeo es una práctica para derribar barreras y fronteras, y permite encontrarnos en un territorio de complicidad y confianza. Es también una dinámica a través de la cual vamos construyendo y potenciando la difusión de nuevos paradigmas de interpretación de la realidad. Y es un modo de producir territorio, pues es a partir de la institución y renovación de las formas espaciales y los mecanismos de percepción del tiempo que nutrimos y proyectamos nuestro accionar.
¿Cómo usar este manual?
No hay una única forma de usarlo. Con esta publicación no estamos cerrando la práctica ni la experiencia. Creemos que todavía hay mucho por aprender y explorar y esto se va a lograr a partir de las apropiaciones y derivas que cada uno de ustedes vaya realizando. Sólo nos resta animarlos a que experimenten en los espacios a partir de los recursos disponibles, que se dejen llevar por las eventualidades y que acomoden la práctica para potenciar momentos de cooperación social y subjetiva que activen, a su vez, procesos de gestión colectiva del común.