El arte de torcer el mundo: Bowie, Doctor House y «una oferta que no podrás rechazar”

Para un rockero, pocas cosas son menos rockeras que ir al psicólogo. No importa si no se trata de traumas de la infancia o delirios personales, sino de salvar la cordura colectiva de la banda. Fabio Lacolla, ha sido el psicólogo de bandas de rock tanto en Argentina como en España. Ahora llega a Chile con un nuevo libro bajo el brazo: El derecho a lo torcido. Una invitación a reflexionar sobre “el valor de la torcedura” de la mano de este psicólogo, músico, escritor y auténtico “service” del rock.

El arte de torcer el mundo: Bowie, Doctor House y «una oferta que no podrás rechazar”

Autor: amandaduran

Por Amanda Durán

La perfección es aburrida, pero la torcedura tiene estilo. Fabio Lacolla lo entiende a la perfección en su libro El derecho a lo torcido, donde argumenta que lo imperfecto no es un accidente que debemos corregir, sino un derecho que deberíamos abrazar. Esta no es una apología de los errores, sino un llamado a reivindicar lo que se sale de la norma. Lacolla nos invita a mirar directamente aquello que preferimos ignorar: lo incómodo, lo que no encaja. ¿Suena provocador? Lo es, y por eso mismo, necesario.

Lo curioso es que Lacolla, sin saberlo, comparte espíritu con personajes tan dispares como Ziggy Stardust, Doctor House o Vito Corleone. Bowie, con su maquillaje alienígena y plataformas imposibles, entendió que ser auténtico significa reinventarse constantemente. “Turn and face the strange”, cantaba en “Changes”, mientras creaba una galaxia de personajes que desafiaban la monotonía. Pero mientras Bowie lo hacía con glam rock y trajes brillantes, Vito Corleone lo hacía con balas y aceite de oliva. Ambos entendieron que, en un mundo obsesionado con lo predecible, la verdadera revolución es torcer las reglas.

Doctor House, por su parte, torció la medicina. Sarcástico, brillante y profundamente imperfecto, diagnostica enfermedades como quien resuelve acertijos, a menudo sacrificando las buenas maneras en el proceso. Al igual que Vito, House sabe que la moralidad es una línea demasiado recta para seguirla. Ambos tienen en común su desprecio por las normas que limitan su genio: House salva vidas haciendo lo que no está permitido, mientras que Vito protege a su familia rompiendo las reglas del mundo que lo marginó. Porque, como señala Lacolla, la verdadera autenticidad no está en parecer torcido, sino en serlo con propósito.

En el último análisis de Daniel Matamala sobre los nuevos «emperadores del caos» –léase Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos– se esconde una verdad que habría hecho reír a Bowie y preocupar a Vito: el poder ya no se mide en respeto ni en habilidades, sino en algoritmos. Según Matamala, estos magnates no construyen su dominio sobre la genialidad o la lealtad, sino sobre una red de desinformación y manipulación que convierte a las redes sociales en el opio del pueblo. Si Maquiavelo escribiera hoy, probablemente habría cambiado El Príncipe por El Influencer.

Aquí es donde la torcedura de Lacolla se enfrenta al filtro de Instagram. En el teatro griego, las máscaras eran herramientas para revelar verdades; en las redes sociales, los filtros no revelan nada, solo maquillan. Trump, con su “Make America Great Again”, no promete una auténtica torcedura, sino un filtro sepia para disfrazar un pasado inexistente. No, no se trata de evitar lo imperfecto, sino de habitarlo.

El problema, como señala Matamala, es que en la política actual no hay espacio para la autenticidad. Mientras Bowie se enfrentaba a lo extraño, los líderes modernos se refugian en clichés y eslóganes. Donald Trump construye muros –literal y metafóricamente– mientras promete libertad, y magnates como Musk y Zuckerberg convierten la desinformación en un negocio rentable.

Es cierto que la figura de Vito es polémica, pero tiene algo de redentor: protege a los débiles que el sistema abandona y construye un legado que, aunque manchado de sangre, busca preservar una idea de justicia (torcida) en su universo ya torcido. Trump, en cambio, no protege ni construye: deshumaniza a inmigrantes, amplifica el odio y quiere adueñarse de canales y países. Vito, que podría ser el malvado de esta comparación, de algún modo se enfrenta al desorden; Trump es el desorden.

¿Es necesario comparar a Vito con Trump? Probablemente no, pero el contraste sirve para resaltar algo fundamental: la diferencia entre torcer las reglas con propósito y deformarlas hasta el absurdo. El primero, con toda su violencia y pragmatismo, opera dentro de un código. El segundo lo hace de la ruptura de códigos, sí, su marca personal. Es la diferencia entre un padrino calculador y un magnate que convierte su imperfección en espectáculo.

Daniel Matamala lo describe con precisión quirúrgica: estamos viviendo un fascismo en esteroides, donde los algoritmos y las plataformas digitales amplifican los peores instintos de la humanidad. Hoy los magnates del Big Tech juegan a ser dioses, y nosotros, estos simples mortales, no sabemos si habrá filtro que pueda salvarnos de toda esta fractura que nos hace humanos.

En palabras del Doctor Strange de Marvel, “no se trata de eliminar el desorden, sino de entender que es el tejido mismo de la realidad.” En las grietas de lo imperfecto –en la fragilidad de Bowie, en el bisturí de Doctor House, en el legado de Vito– encontramos algo que las máscaras y los filtros no pueden ofrecer: autenticidad.

Fabio Lacolla

El derecho a lo torcido no es solo un llamado a aceptar nuestras rarezas, sino a celebrarlas. Como dijo Bowie, “Turn and face the strange.” Porque, al final, no será la perfección de estos personajes de ficción lo que nos humanice. Será la valentía humana de quienes se acepten como ellos, sin miedo y sin culpa, aunque eso signifique moverse entre las propias y prohibidas sombras. Quizás, al fin y al cabo, no solo nos falta error, también un Dr. como Fabio Lacolla, y con él, esperemos, un poco más de rock.

Por Amanda Durán


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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