Fue Ludwig van Beethoven, sí Beethoven, el mismo que falleció en Viena, Austria, el 26 de marzo de 1827 y que compuso la mundialmente conocida Sinfonía n.º 5 en do menor, Opus 67, esa que -sin importar el idioma- es tarareada con un tono fuerte y exclamativo: ¡Ta-ta-ta-tán!.
Y es que la influencia de este compositor, director de orquesta y pianista alemán que dejó un amplio legado musical desde el Clasicismo hasta los inicios del Romanticismo
Precisamente es el legado de Beethoven el que terminó influyendo en uno de los inventos más innovadores de la tecnología contemporánea, el disco compacto o compact disc (CD, por sus siglas en inglés).
Más de dos siglos de su nacimiento en 1770 en Bonn, Alemania, pasaron para que la influencia de Beethoven terminara por decidir en la capacidad de almacenamiento en tiempo musical dentro de un CD.
“Cuando las compañías Sony y Philips se unieron a finales de los años setenta para crear un soporte óptico donde almacenar música, la capacidad del medio fue una de las primeras decisiones a tomar. El plan inicial fue fabricar un disco de 11,5 centímetros de diámetro y capaz de contener 60 minutos de música, lo habitual en las cintas magnéticas”, refiere el medio Minuto Musical.
Sin embargo, para el japonés Norio Ohga, quien entonces era presidente de Sony y amante de la música clásica, solicitó en 1980 extender la capacidad hasta los 74 minutos y 33 segundos para poder almacenar la interpretación más larga grabada hasta entonces, que no era otra que la Novena Sinfonía de Beethoven interpretada bajo la dirección del alemán Wilhelm Furtwängler, en 1951.
Con esta nueva extensión, el disco se iba a los 12,7 centímetros de diámetro. Al final, ambas firmas acordaron un estándar de compresión digital que en 12 cm de diámetro contuviera 74 minutos y 33 segundos de música.
Hay quien dice que la petición de Norio Ohga fue en realidad una estrategia comercial. Philips estaba más adelantada en la fabricación de discos compactos que Sony, y los japoneses querían ganar tiempo para igualar su nivel.
El caso es que esos 74 minutos y 33 segundos, que se establecieron como estándar a nivel mundial, siguen vigentes en la actualidad. Todo ello debido a Beethoven y a la última sinfonía completa que compuso el músico germano, una de las más importantes de la historia musical.
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