Ramiro Molina toma el micrófono y bromea a la mitad de la presentación, a partir del abandono de la sala de cuatro personas. En su intervención Molina dice que siempre nos pasa esto a esta altura de las tocatas. Y se refiere a que en ese momento o incluso antes, en los primeros, la cara de sorpresa o de extrañeza se aloja en muchos de los asistentes. Lo que claramente tiene que ver con la propuesta de los integrantes del grupo (el mencionado Molina en guitarra, Daniel Navarrete en contrabajo y en esta ocasión Julio Denis en batería), es decir, un trabajo que indaga en la búsqueda y cuestionamiento de los timbres de los instrumentos y en la sonoridad de los mismos.
De allí la sorpresa en ver como Molina hace “raspar” la cuerdas de una guitarra recostada sobre unos soportes, una escobilla plástica, que su origen era el lavado de ropa. O ver como Denis desliza por los platillos de su batería un arco de los instrumentos de cuerda, algo similar es lo que realiza Navarrete con su instrumento al abordar un golpe o acometimiento casi en paralelo de sus cuerdas. Todo esto es algo que ellos trabajan desde una estructura básica libre que les permite recorrer instantes donde surgen influencias del jazz, del rock, o manifestaciones de música libremente improvisada.
Quizás por eso valga tomar la definición de su propio trabajo que los músicos despliegan en sus sitio web, donde señalan que «desarrollamos nuestro trabajo desde una relectura de la estructuración del universo interválico; un re-planteamiento en la manera de instrumentar el material sonoro; un cuestionamiento de los roles funcionales y tímbricos de los instrumentos; la experimentación dialéctica entre la intención y no-intención en la utilización estructural de la armonía; la relativización del concepto de tempo y tiempo musical y de los roles con respecto a estructuras como el walking (en jazz), el solo, la forma, las cuales tendrían ahora una importancia desde su construcción formal intrínseca, ajeno a una alineación armónica y a cualquier propósito de representación; una re-visualización de los arreglos».
Sin la lectura del párrafo anterior no aclara la idea, el verlos en vivo si lo hace, ya que allí es posible percibir, no sólo las “extrañezas” ya dichas y que generan este alejamiento de algunos o la agudeza de otros para tratar de determinar como la guitarra eléctrica, la batería o el contrabajo entregan tal o cual sonoridad. Así presentan sus piezas, así explican sus ideas tras ellos, así trasladan a los instrumentos improvisaciones que se construyen desde la sonoridad de la palabra como en “Schrftk en voz” o el cierre con “Redondo” donde la idea es inversa. O lo que realizan en “Estructura”, donde aparecen sonidos eólicos que se relacionan con la desintegración, con el espacio. O cuando piden un número a los asistentes y entregan “tres” aforismos, piezas brevísimas, que son como ráfagas de sonoridad que existen porque fueron interpretadas y que se apegan a la definición exacta de la palabra: sentencia breve que se propone como regla en alguna ciencia o arte. En este caso arte, solamente arte y no queda la menor duda.
Navarrete Molina Panóptico
Miércoles 19 de noviembre
Sala SCD Bellavista, ciclo Música que viene
Entrada gratuita
Por Jordi Berenguer