En el Hall de Anfiteatro Bellas Artes, en una lluviosa tarde, nos encontramos con una mini obra en un mini teatro, para sólo dos espectadores por función. La obra es un ejemplo más del teatro «Lambe Lambe», una técnica no muy antigua nacida en Brasil, que toma su nombre del oficio del fotógrafo popular de antaño, que salía a las plazas a sacar fotos a la gente con sus cámaras enormes como cajas sobre un gran trípode para levantarlas.
Algo similar es lo que hace «Catibrum» de Brasil y «Oani» de Valparaíso, las dos compañías participantes del festival, pero en vez de fotografiarnos nos invitan a acercarnos y ver lo que hay dentro de la máquina.
Este viernes, Catibrum nos presentó «O trem da memoria», una obra de nueve minutos, donde pequeños personajes se van desplazando por una escenografía a su escala, emitiendo sonidos sobre música incidental. Los sonidos juegan en nuestros oídos, de un lado para otro, siguiendo las posiciones de los personajes. Algo pasa, algo que nos cuesta comprender.
Una novia atraviesa el lugar llena de un sentimiento que no logra expresar. Sentimientos atrapados en el interior de esos rostros sin mirada, que no dudan en acercarse hasta nosotros, curiosos de esos enormes ojos que miran la escena.
O Trem da memoria da una impresión de mirada intrusa a un acontemiento familiar triste, representado por pequeños muñequitos que repiten la escena una y otra vez.
TAMBIEN SON HIJAS
En el mismo anfiteatro, unas horas más tarde, pudimos disfrutar del estreno de «Las cosas también tienen mamá», obra de la compañía de teatro «La Mona Ilustre», obra llena de emotividad y sentimientos femeninos.
Sobre el escenario, un montón de muebles cubiertos por sábanas blancas. Cuatro actrices caracterizadas con vestuarios y maquillajes de niña, joven, mujer y anciana, respectivamente, nos llevan en un viaje por el tiempo, inmiscuyéndonos poco a poco en la historia de una familia de mujeres solas de algún pueblo olvidado.
Las actrices van moviéndolo todo, corriendo muebles, manipulando peluches, subiendo escaleras, paseando a la abuela en coche, manipulando a los dos hombres de la historia, que coincidentemente son muñecos (a escala humana, eso si).
La historia trata de una niña que es enviada por su madre a estudiar a la ciudad, donde se queda trabajando, hasta el día en que le llega un telegrama con la noticia de la muerte de ésta, lo que le significará volver al pueblo y enfrentarse con su pasado guardado en los recuerdos que esconden los objetos; las cosas en este caso.
Una radio, un baúl, un teléfono, unos peluches, todo tiene su historia oculta, historia que se va descubriendo en el transcurso de la obra.
Los textos que acompañan este drama aparecen llenos de poesía, amenizados por graciosas intevenciones de la abuela, uno de los personajes más adorables de la obra, pero que a su vez esconde dos de los más oscuros secretos de su familia, así como un alma herida por la vida. «El frío no se pasa cuando se acaba el invierno, se queda, se impregna en los huesos», dice en el momento de su muerte.
En esta obra «La Mona Ilustre» se pasea entre los límites del teatro de actor y el teatro de muñecos, rozando incluso al teatro de sombras; los personajes principales son humanos, pero todas tienen un doble, pequeñas muñecas, y también peluches como tesoros.
Un gran estreno que el público agradeció con sus aplausos, aplausos que sonaron más fuerte que la lluvia del momento y emocionaron a las actrices, y las goteras que acompañaron la escena cayeron entonces sobre sus ojos.
«Nací antes de tiempo, pero me voy la noche correcta».
El Festival Internacional «La rebelión de los muñecos» continúa hasta el 3 de junio.
Por Tania Corvalán
El Ciudadano