Hace unas semanas viene de estrechar un lazo generacional entre tres voces de diversas edades pero de la misma vocación en la música popular chilena. Fue el pasado 12 de febrero en Valparaíso, en uno de los conciertos especiales del festival “Rockódromo 2010”, compartido junto a Manuel García y Andrés Godoy. Y ahí Payo Grondona era el mayor de los tres. En otras palabras, la prueba mayor de que hace cuarenta años de carrera ya era posible pasar por encima de todas las fronteras entre rock, canciones acústicas y hasta el folclor, aunque sea un folclor personal como el de este porteño fiel al puerto.
“No, es que me han puesto tanto nombres que ya no importa cuál sea: cantautor, trovador, cantor de protesta, folclorista urbano”, ha dicho el propio Gonzalo Payo Grondona, con la experiencia que da el haber empezado a tocar y cantar a mediados de los años ‘60 en el cerro Playa Ancha, en el puerto de Valparaíso donde nació en 1945. “No, es que córtala con eso de folclorista urbano, si lo que tú eres es un rockero”, dice Carlos Mac-Iver que le ha dicho a Payo Grondona, y algo sabe Mac-Iver, amigo, coterráneo y uno de los fundadores del precursor grupo rockero chileno Los Mac’s ya en 1962. Porque fue un joven Payo Grondona el que compuso para ese grupo la canción “La muerte de mi hermano”, grabada en 1967 y considerada por muchos como una de las primeras piedras del rock chileno.
Desde entonces Grondona ha sido una de las voces más libres de su generación. De todas las que le han tocado, en realidad. Fue parte de ese movimiento musical y también político, ideológico e idealista que es la Nueva Canción Chilena, hombro con hombro con figuras como los hermanos Parra y Osvaldo Gitano Rodríguez, pero al mismo tiempo cultivó unos versos distintivos de todo el resto de sus compañeros por el sentido del humor, de la ironía y de lo cotidiano que hay en canciones como “Il Bosco”, “Doña Lucha por la vida”, “El Sindicato de Esperadores de Micros”, “Me diste mal la dirección” o “La Nelly y el Nelson”, incluidas en sus dos primeros LPs, El Payo (1970) y El Payo vol. 2, lo que son las cosas, ¿no? (1971). Aparte del hecho de que nadie más tocaba un instrumento tan gringo como el banjo que Payo Grondona había nacionalizado por cuenta propia en los años de la Unidad Popular.
Exiliado después del golpe militar de Pinochet en 1973, vivió en el destierro hasta su regreso una década más tarde, cuando reanudó ese repertorio con nuevas canciones como “Cuando era guailón” y “La circunvalación Américo Vespucio” en casetes editados por el sello Alerce. Y más cerca en el tiempo están sus discos Playa Ancha, 1945 (2001), la antología Canciones y cancionemas (2002), Cancionero político (2006) y el próximo, que espera grabar este año y que, al menos según los planes del artista, va a ser el último. Ya tiene las canciones y ya las ha tocado en vivo, de hecho, con nombres como “La Doris Day” o “Viola”, inspiradas en la actriz de cine estadounidense Doris Day y en Violeta Parra respectivamente. Así es Grondona: de Doris a Violeta. No tuvo fronteras antes, menos las va a tener ahora. Él mismo saca la cuenta que hasta un antepasado cuequero hay en su familia: pariente suyo es Mario Grondona, porteño y fabricante de los más reputados panderos de Chile. “Claro”, dice Payo Grondona. “Del rock a las cuecas. Pucha: de chincol a jote”.
Por David Ponce
Onda Corta
El Ciudadano