Paz Errázuriz (Santiago de Chile, 1944) lleva varias décadas a sus espaldas fijándose en lo que ocurre a su alrededor para contarlo y conmover al espectador.
La mirada hacia los excluidos, la pasión por el retrato y el gusto por el blanco y negro son algunas de las muchas cosas que esta creadora plantea en sus obras.
En la rueda de prensa de la premiación, se habló de un reconocimiento al «rigor, la empatía y el respeto con los que la autora ha retratado la vida social contemporánea, a través de grupos humanos tan dispares como sacrificados boxeadores, travestis estigmatizados, enfermos confinados en centros psiquiátricos, cuerpos desnudos esculpidos por la vejez, melancólicos tanguistas o personajes circenses». Y ella, ha contestado: «Yo trabajo en series cerradas, en algunas puedo estar años. Y no siento que pertenezca a ningún grupo, pero me siento cerca de todos. Son temas donde la sociedad no pone su mirada, y pretendo dar ánimo para que la gente se atreva a mirar».
Paz Errázuriz destaca por el trabajo previo e investigativo en sus series. Conoce y convive con sus retratados, hasta tal punto que, al cabo de semanas de confidencias, todos parecen olvidarse de la Nikon 35mm que la fotógrafa lleva consigo. Ahí es cuando sucede la magia.
Durante su trayectoria, Paz ha tenido incontables problemas con la censura y ha vivido décadas en las que el trabajo de fotógrafo no disfrutaba del respeto que, en general, disfruta ahora. Señalan la cifra de 30 años como la media para considerar que dominan la profesión y lamentan el desconocimiento de la historia de la que hacen alarde las nuevas generaciones. «Los chicos de 20 años no saben quien fue Pinochet en Chile», lamenta Errázuriz, «ni parece que quieran saberlo. Así es muy difícil trabajar sobre el futuro».
La artista chilena trabaja desde hace tiempo en una serie («Nunca las acabo del todo», reconoce) dedicada a la ceguera. «Estoy retratando a personas que sufren cromatopsia, un trastorno de la vista por el que se ven objetos de una coloración inexistente. Un amigo escritor trabaja sobre la parte documental y yo retrato a la persona. Son obras en blanco y negro donde queremos contar qué es lo que la persona no ve».
Este es el año Paz Errázuriz. Además de este premio, su obra representa a Chile, en la Bienal de Venecia. Su trabajo está siendo aplaudido en la actualidad, algo que sucede con muchos de sus compañeros de generación. El arte chileno de los 70 y los 80, olvidado durante un par de décadas, es hoy reivindicado a través de exposiciones, adquisiciones en colecciones importantes y premios. Algunos, como Pedro Lemebel, lo han vivido al final de sus días. A otros, como a Juan Luis Martínez, nunca les llegó.