En 1924 la poetisa, diplomática, feminista y pedagoga chilena Gabriela Mistral (1889-1957) no sólo se refería en su poema “Piececitos”, publicado en su libro “Ternura”, a los pies descalzos de niños y niñas, sino que también enfatizaba en la pésima situación de la infancia en Chile.
Una de las características de la poesía es que puede actuar como una forma de protesta frente a una situación opresiva, cuestión manifestada en los versos de Mistral respecto a la dura y compleja realidad social de pobreza.
Los historiadores Gabriel Salazar y Julio Pinto en el libro “Historia contemporánea de Chile. Tomo V. Niñez y juventud”, explicaban: “En realidad, con la ‘transformación’ de Santiago, los niños fueron desplazados desde las floridas quintas suburbanas (abiertas) a los contaminados patios de los conventillos (cerrados), y de las pedregosas orillas del Mapocho a las acequias de aguas servidas que cruzaban en dorsal el conventillo. Sus juegos a campo abierto quedaron atrapados en un laberinto de artesas, acequias, gateras, braseros y piezas oscuras. Allí se infectaron. O se asfixiaron. Y allí, a menudo, los sorprendió la muerte».
Por otra parte, la preocupación también venía de organismos internacionales por la miseria en la que se encontraban los niños y niñas del país, ya que el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), desde el 20 hasta el 31 de mayo de 1969 llevó a cabo una reunión mundial anual en Santiago de Chile. Una vez finalizada la actividad, la revista Ercilla publicó un reportaje de Fernando Barraza en el cual destacaba: “Los niños nacen todos iguales, pero no son iguales. El amor los concibe y el subdesarrollo los separa”.
A continuación, te dejamos con “Piececitos”, el poema de Gabriela Mistral que criticó la precaria situación de la infancia en Chile a comienzos del siglo XX:
Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!
¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!
El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;
que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.
Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.
Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!
Por Francisca Arriagada.
El Ciudadano