La Obra Poética Reunida de Gabriela Mistral (LOM Ediciones, 2015) ha salido con un vagido universal y muy personal de las lecturas de Verónica Zondek, su autora: “pienso que los libros que se han publicado no son los libros que ella quiso publicar, entonces los ordené como pienso que ella lo hubiera querido y no lo hizo, porque era muy posesiva con sus cosas, no terminaba nunca de corregir, con eso me identifico mucho”.
Valdivia. Mayo 2015. Costanera. Manuel Montt 208, departamento 23. Era la segunda vez que nos veíamos con Verónica Zondek luego que nos presentara el poeta Jorge Polanco el otro día. Le ofrecí un café y nos tomamos 4 cada una. La transcripción de esta entrevista tiene 49 veces el sonido de un encendedor, risas sueltas y realidades como memorias, selecciones de versos para una conversación abierta. Publicada por LOM, Alquimia y Cuneta entre un mariscal de otros medios, editoriales y revistas, el trabajo poético de Verónica Zondek es un laberinto, un valle si lo queremos, un hueso con bastante médula y memoria.
VAGIDO (1991)
-Vagido…
Es una palabra que describe el grito que da el recién nacido y sólo se aplica al ser humano. Digamos que el grito que podría dar un animal, no funciona. Este vocablo lo encontré en la Mistral, ella lo usa.
-Vuelves a parir este Vagido luego de 23 años… ¿Cómo vives estas re ediciones?
Mira me lo viví escribiendo un poema. Al final del libro aparece. Trato de instalarme nuevamente en ese espacio del lenguaje, y que me costó mucho llegar a él y que después me valió mucho deshacerme. Y lo logro en parte, no del todo, creo que este poema tiene de Vagido pero tiene de otras cosas que he ido descubriendo mientras escribo, y por supuesto que es el post parto.
-De T: “me/ cantando/ canta/ tú/ mi lágrima/ mi mí”
Tiene que ver con los nacimientos: de los hijos, de los libros, de las casas, de todo lo que es parir algo. La sensaciones de ruptura y entrega y separación y crecimiento y mirar procesos, se da en todo, no solamente en el parto físico de dar a luz, entonces traté de meterme por ahí.
-¿Y cómo acontecen tus siguientes desenlaces?
Difícil, porque lo que me pasa –quizás por eso soy tan obsesiva- es que toda muerte, todo desenlace como lo llamas tú, conlleva un enlace, o un nuevo nacimiento. Uno rompe con algo, pero esa rotura te involucra nuevamente en un construir, en un parir, en un nacer, una cosa nueva.
-Eso pasa en tus libros…
Si, vuelves a pasar por un proceso similar, y no es nunca ni peor ni mejor, sino que es otro. Tampoco avanza. Es una especie de estar todo el tiempo en la duna tratando de subir y hundiéndote todo el rato. Lo único que me intriga es qué pasa después de que uno se muere, capaz que sea otro quiebre para ampliar otras cosas.
– Habitar la muerte…
Para mi la palabra tiene esa cosa muy física, corporal, de poder finalmente manipular, tocar, convivir con esos procesos fantasmales.
-“…en la casa que habito por pura palabra”
Sí, es una manera de aprehender la realidad, en la medida que lo escribo soy capaz de palpar.
EL LIBRO DE LOS VALLES (2003)
-¿Cómo fabricas la mirada, esa mirada que es la que luego dice? en concreto en El libro de los Valles.
En este caso, la mirada se fue fabricando a través de las conversaciones que teníamos con Camila Molina, quien me permitió usar sus fotos de desnudos y desmembrarlas. Es la hija de una amiga mía que murió, una gran poeta boliviana que se llamaba Blanca Wiethuchter. Este libro tiene tres lenguajes: el del cuerpo, el caminante que es el que habla los poemas, y después los textos en prosa poética que es ella mirándolo a él decir esas cosas. Es la fotografía del cuerpo como geografía, como espacio de marca, de signo, de expresión.
-¿Qué te interesa entonces de trabajar con otros creadores?
Me interesa crear un tercer lenguaje.
“Habito ese Valle Muerto/ en un descampado desarraigo”
y “llueve el deseo propietario/ el de ser enterrado/ el de tener nicho y elegir”
y “la entrega/ de un cuerpo cansado/ en lo tibio en/ la tierra”.
-¿Dónde es el lugar de tu entierro?
¿Si ya lo tengo definido? No (risas). Lo único que quiero, deseo, es que no me encierren en cosas muy “cerradas”… soy medio claustrofóbica. ¿Tú dices si es Valdivia? bueno, yo espero no moverme más –en este minuto- con todo mis problemas de espalda y de cuello mover los libros ¡sería una cosa terrible! (risas) …para qué me van a estar transportando. Lo que sí, me encantaría ser un árbol antiguo.
-¿Un olivo?
Eso, pero de esos olivos que se demoraban en crecer, no como los de ahora. Antes tú los plantabas para los nietos, ahora los plantas para ti. Eso es parte del cambio socio- etáreo, todo es “para mi” ahora nada es para el otro. Un egoísmo exacerbado donde no es posible trabajar para lo otro o él otro, la otra. Todo es show.
-¿Y existe el «Valle Vagido»? De ser así, cómo arrancaría un primer verso…
Oh, nunca lo he pensado. Es lindo. De todas formas creo que no podría existir el Valle Vagido porque el vagido es un instante, un momento donde se quiebra la seguridad y aparece algo, es indescifrable. Es el grito de la ruptura, del nacimiento. En cambio el Valle es algo que está expuesto y es un lugar habitable. Pero el Vagido podría ser esa primera explosión, como un volcán por ejemplo, que crearía un nuevo Valle. Hubieron en todo caso vagidos de la Tierra, y siguen habiendo.
POR GRACIA DE HOMBRE 2006
-¿Cómo nacen estos mundos paralelos entre la desolación y la resistencia?
Es un libro que me tomó mucho tiempo escribir porque tiene que ver con una incapacidad mía de entender de dónde puede salir tanta maldad en un ser humano como para provocarle a otros tanto dolor y desesperación. Quiero decir que uno también lo tiene. Entonces trato de mirarlo desde esa posible y latentemaldad que tengo yo, para poder entenderla en los otros. Es algo que hago desde el primer libro.
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-¿Y es una resistencia también desde el cuerpo, al escribir en la página?
No puedo hacer separación entre el cuerpo y el sentimiento o el alma como lo llaman algunos, o como lo quieran llamar, pero es esa cosa insustancial que uno no logra tocar pero que está presente, que nos hace activos. Yo llego a la conclusión de que cada uno tiene un espacio material donde puede expresar sus rabias, sus conflictos, sus resistencias, su modo de ver las cosas; y a mí me toca la palabra y la página. Entonces por ejemplo, yo sería totalmente inútil en un campo de batalla, porque me paralizo. Yo lo sufrí eso, me di cuenta por mucho que lo intenté en la época de la dictadura; tengo algo con la violencia que es muy paralizante.
-En qué sentido…
Que enfrentar físicamente eso a mi me produce… parálisis, definitivamente. Pero enfrentarlo desde el punto de vista de la escritura y del pensamiento, lo tengo súper claro.
-¿Fuiste violentada durante la dictadura?
Yo no, pero mi pareja de entonces, miles de amigos, si. Y las mismas manifestaciones en las que uno participaba, todo eso, es violencia. Yo me pongo en el caso de los cabros ahora…
-¿Qué te preocupa del presente?
Bueno, lo mismo que me preocupa del pasado. Yo no creo en un tiempo lineal; esa es una de mis angustias más grandes porque es como que todo siempre vuelve.
-¿Y en poesía?
Aquí son imágenes poéticas que están ancladas en el pasado que también son presentes.
-¿Y en la vida?
Creo que tanto la vida, el cotidiano y la lectura, son para mi una misma cosa. Entablo diálogos tanto con aquellos que me antecedieron o con las lecturas de los mismos, es decir, yo no logro leer la realidad desde un “fue” sino siempre un “es”, un “está”. Es un mismo magma desde donde interactúo.
-¿Y cómo es que llegas a los grabados de Guillermo Núñez?
Le pedí esos grabados luego de un exposición en Matucana 100. Él trabajaba la cosa del dolor y la represión utilizando exactamente los mismos autores que utilicé yo -ya lo estaba escribiendo hace cinco años-. Así que tenía súper claro con quién estaba dialogando. Y él tenia una especie de mampara que tú mirabas a través y veías un diaporama donde iban apareciendo las caras de todos los personajes con los que trabajé. Entonces fui a conversar con él y quedamos muy impactados por esa sincronía.
LA CIUDAD QUE HABITO (2012)
–“Sobrevives hundida por gracia de…” ¿Dónde es?.
La Ciudad que Habito es Valdivia. Un día empecé a escribir esta manera de elegir el espacio y cómo tu te pares a ti mismo dentro de él y te lo apropias, para poder habitar, crecer, ser.
-¿Cuántos años ya vives en Valdivia?
Van a ser 13.
-Es tu refugio.
Claro, uno siempre tiene que armarse refugios para poder resistir. Sin refugio te caen las bombas arriba.
-Antes de venir a Valdivia ¿dónde estabas?
En Santiago.
-¿Que es libro de los Valles no?
El Libro de los Valles es más que Santiago. Yo creo que es Chile.
-¿Me puedes contar acerca del “encapuchado” que te hace abandonar la ciudad?
Bueno el encapuchado está ahí como símbolo de lo amenazante, de aquello que no tiene cara, más que del encapuchado físico del que escuchamos en las noticias. Es una imagen de esa violencia que no da la cara y que está siempre amenazante. Y Santiago para mi es una ciudad muy amenazadora, tiene mucho ruido, violencia, mucho ser humano descontento, es una ciudad que no le entrega a su habitante el espacio humano necesario, vive en los márgenes, y esos márgenes no son habitables.
-¿Eres política?
Todos mis libros son de algún modo políticos. Creo que “lo político” es algo que no se puede evitar porque es el modo en que uno se relaciona con el mundo.
-En ese sentido ¿te parece que la ciudad actual pueda aparentar o portar un discurso que es capaz de modificar tu escritura?
Si, pienso que la realidad siempre modifica tu escritura, sino uno sería impermeable, y creo que vivimos dentro de un colectivo sea cuál sea y ese colectivo te afecta del mismo modo que tú lo afectas a él.
-¿Te sientes parte de las transformaciones sociales que ocurren en Chile?
Es que uno no puede escribir desubicadamente, porque uno vive en un tejido, habita un tejido y funcionas de acuerdo a esa telaraña. Está el mundo y uno es parte del mundo, el cuerpo también se modifica, el cuerpo propio y el cuerpo social. Cuerpos todos: cuerpos de agua, de tierra, los cuerpos de los otros seres humanos que te acompañan, del núcleo más cercano y también del núcleo anónimo. No eres indiferente a nada y la escritura es una especie de testimonio también.
-De Huella…
Sí, por eso “mi mí” es justamente esa relación entre el afuera y el adentro que es lo que me interesa. Sino, no modifica, o no influye.
-Das la batalla…
Mi campo de batalla es la escritura. La escritura es nada si no hay un lector. Yo no espero que mi libro sea leído como yo lo leo, de hecho muchas veces las lectura de otros abre espacios en mi.
-¿Corriges mucho?
Muchísimo. Es la parte entretenida, la escritura misma es dolorosa.
INSTALACIONES DE LA MEMORIA (2013)
-Saltamos al libro con Patricio Luco Torre…
Son cuatro libros, este es el primero. Es una especie de geografía político-poética, son básicamente fotopoemas. Es que Chile se enriquece con estas increíbles minas solo para crear más pobreza. Finalmente se extrae todo y queda la nada.
-¿Cómo te encuentras con Patricio?
En la primera exposición de FotoAmérica. Se inauguraba una galería en Estación Central abajo en el subsuelo, y miro esto, -yo no lo conocía a él para nada- eran unas fotografías de las salitreras que estaban tomadas a través de orificios enmarcados que se abrían y se cerraban y detrás estaba la foto…
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-Un orificio por el cuál tú viste la historia…
Ciertamente. También había otro agujerito -que era el de la cámara- donde yo me lo imaginaba a él que sería otra historia dentro de otra… al final son como tres planos; y me gustó muchísimo. Cuando me gusta mucho algo, siempre intento devolvérsela al creador porque el silencio es una cosa terrible para la creación.
-¿Y qué es para ti la memoria?
Es algo bien extraño. La memoria es el espacio donde nosotros guardamos los retazos de aquello que decidimos guardar y de aquello que tiramos a la basura. La memoria también es selectiva y es importante olvidar algunas cosas.
-Hay una página en la que hay un blanco sobre blanco y una palabra que dice “silencio”. ¿Cómo Verónica Zondek desaparece en esa misma textualidad?
Emerge ahí una preocupación siempre presente del proceso ese: del estar y luego no ser para que venga otra cosa. Y el silencio es efectivamente el lugar que (me) habita.
-¿Y que sería para ti “borrar memorias”?
Es que no las borro. Se borran. De alguna manera unas se quedan y otras desaparecen. A menos que alguien venga de repente te toque ese botón y emerja toda esa información que tú tenias clausurada por alguna razón. Eso es lo que llaman resiliencia ahora. Que hay gente capaz de sobrevivir a la tragedia, y algunos contarán la historia recordando lo que quieren recordar, y otros bloqueándose, y construyen una cosa totalmente distinta. ¿Son maneras de sobrevivir no? La resiliencia es eso.
NOMEOLVIDES: Flores para nombrar la ignominia (2014)
-¿Quién es la voz de este poema?
Hay tres voces ahí. Es casi un guión, un poema teatral. Está la voz de la adolescente, la voz de él que la deja embarazada, y está la voz de la moral, que es la voz de la vieja.
-Y hay cambios de tipografía ahí también…
Claro, es un poema largo. Tenía que encontrar un modo en que el lector pudiera diferenciar a cada una de estas voces y supiera cuando hay un cambio de interlocutor.
-¿Has leído este título en público? ¿Qué sientes durante las lecturas?
Si. Me interesa esa frontalidad con un público, porque se abren maneras de distintas de leer. La lectura en voz alta me conmueve profundamente, me desajusta, llego súper nerviosa, me cuesta leer, después me abstraigo por completo de lo que esta ahí adelante y no me acuerdo de nada de lo que pasó. Me acuerdo después, cuando ya aterrizo de vuelta, como el feedback de la gente que te rodea y dice cosas: y dicen que leo muy bien (risas). Siento que las lecturas deben tener un hábitat, donde haya disposición a escuchar la palabra, tiene que haber silencio, una corriente que va y viene, sino es muy difícil entregar y recibir.
-¿Dónde ocurre tu escritura? En una libreta, en la casa, en el bolsillo…
Es en cualquier lado y cuando ando con la obsesión entonces va saliendo, apunto y apunto hasta que ya tengo toda la masa y ya después me demoro diez años en corregir y tirar algunos (risas) te vas enamorando de ciertas cosas que no tienen nada que ver con lo que se está escribiendo, pero hay que tener esa capacidad de poder sacar lo que no enriquece el texto.
-¿Influencias?
Vallejos de todas maneras, Kafka, Bernhard, Weiss…
-¿Mujeres?
Después, no en los comienzos. La Simón de Beauvoir, Sor Juana Inés de la Cruz la leí mucho después. A la Mistral la odiaba y no la leía para nada, me enamoré de ella a fines de los 80s, recién empecé a releerla, ahora no podría ir sin ella. Y en un inicio la Bombal es algo que me interesó siempre. Yo leo mucha narrativa también, pero leo totalmente ecléctica.
– Cuéntame de la Mistral, acabas de publicar su Obra Poética Reunida…
Yo me he dado cuenta que la Mistral escribe de un cierto modo para evitar que la hagan callar, tienes que leer detrás de las veladuras, ella lo dice todo siempre, pero nadie lo lee por supuesto, nadie entiende, hasta que se rompe esa crisálida y puedes entrar realmente a masticar lo que está diciendo. Es una cosa muy potente.
-¿Te da de comer la poesía?
Ah no… unas nueces de vez en cuando (risas); pero la traducción si.
-¿Cómo sobrevive Zondek al medio económico?
A parte de las traducciones que me las pagan bien, hago talleres de lecturas hace ocho años, escribo para algunas revistas, hice muchas cosas con la Universidad Austral, el 2008 organicé el “Coloquio Internacional Escrituras de la Traducción Hispánica”, también un ciclo que se llamó Con-versos y Conversas de Poetas Latinoamericanas… he sido organizadora de muchas cosas.
-¿Te sientes más reconocida en Chile o afuera?
Yo creo que recién aconcho y se comienza a leer de verdad mi trabajo, me da la sensación que las misma generaciones de uno te leen poco.
-¿Cómo es tu relación con los poetas más jóvenes?
Ah si, Enrique Winter ha prologado uno de mis libros, me interesa mucho, yo creo que la poesía no es contemporánea, la poesía cuando realmente logra tocar un espacio significante, permanece. Es tan contemporáneo leer a Catulo como leer a Winter, porque la poesía es una experiencia y ésta es contemporánea, independiente de su año de publicación. Y si no te llega, muere.
LO QUE SIGUE
-¿Tus próximos proyectos?
Sewell. Ahí estoy trabajando el concepto de lo de arriba y lo de abajo, porque Sewell, es así. Luego viene Lota, y no sé cuando lo voy a escribir, no te puedo contar más (risas). Estoy con otro libro que se llama Instantáneas, lo estoy escribiendo hace ocho años: son fotografías. Empezó con textos muy escuetos a raíz de que se enfermó mi hijo y estuve mucho tiempo en blanco, y me acordé de algo que decía la Mistral, que cuando uno no puede hacer nada y está “trancá” lo que tiene que hacer es anotar la realidad.
Después tengo otro que son poemas que intento escribir desde las mujeres de mi vida, allí hay desde autoras a familiares, amigas, etc..También otro súper largo que ya está casi listo y que lo estamos trabajando con cine, danza, música, son textos bastante barrocos, un lenguaje totalmente distinto. Tiene que ver con los elementos y la incidencia del hombre en la Patagonia, se llama Fuego Frío y será editado por LOM el 2016.
Luego estoy con el libro de conversaciones con los poetas del Cono Sur, que eso van a ser, no sé, seis tomos (risas), porque cada conversación dura entre dos y cuatro horas, una cosa tremenda, tendré que hacer algo con eso.
-¿Nada más en el tintero?
Dos cosas más: una coreógrafa está trabajando con unos textos míos, y ahora tengo una cosa con Polonia, una cosa más visual, teatral… todo cae de repente. Textos listos pero no publicados. Y bueno, dos libros más, uno de hace treinta años que habría que re actualizarlo, porque empecé a hacerlo con escritores que deben estar la mitad muertos y otro de recetas erotizantes, pero en la manera de escribirlas no la manera de comer, y que me entretiene en ciertos momentos cuando estoy demasiado agobiada, me ayuda, es más lúdico…. y otra pila de cosas. También está por salir en México las traducciones de la poeta canadiense Anne Carson, y lo de Derek Walcott que aún no sé por dónde va a salir.
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Por Pía Sommer
Editora Arte y Cultura
El Ciudadano
Fotografías: Ferran García Ballesta