La mantis es un insecto intrigante. Su postura ligeramente hacia adelante, con las patas delanteras que parecen tenazas y los ojos que abarcan gran parte de su cabeza, le dan un aspecto de estar siempre alerta. Es una excelente cazadora de otros insectos y hasta de aves. Su manera de alimentarse parte por la cabeza de su presa: les comen el cerebro. Otra característica es que durante el apareamiento puede atacar al macho, triturarlo y comérselo. Eso sí, no en todos los casos. Esto pasa si se siente atacada o si el macho la irrita.
Esto último es lo que llevó a la escritora Rafaela Gómez (Copiapó, 1998) a tomar esta cualidad de la hembra y desarrollarlo en los personajes de su primera novela “Mantis” editada por Neón Ediciones en 2024, como una posibilidad de alejarla de definiciones o estereotipos histórico–patriarcales y darle otra posibilidad de significación.
La autora entrelaza las memorias de tres generaciones de mujeres, abuela, madre e hija, ambientada en el pueblo de Chañaral Alto. La necesidad de transmitir el estado mental de una joven altamente desgastada por un trastorno alimenticio, que cree mantener en secreto y que lleva mostrar las fracturas familiares, hace de esta novela un relato vertiginoso.
–La protagonista de la historia narra cómo vive en su cotidiano la bulimia, ¿por qué quisiste escribir sobre esto? ¿viene de una experiencia personal?
-Cuando comencé a desarrollar la idea de Mantis, estaba muy enfocada de manera paralela en la universidad, en la figura de la madre dentro de la literatura. Entre la terapia psicológica que cursé en ese momento y los textos teóricos respecto a la teoría feminista, nació el interés por unir ambos temas y tratar de hacerme cargo sobre este vacío literario. ¿Qué libros de ficción hispanoamericanos nos hablan, con un importante trabajo estético–literario, sobre la conducta alimentaria? Si bien, se habla mucho respecto a la figura de la madre y la relación con ella en la mayoría de los libros, no se habla de otros elementos que pueden afectar a dicho vínculo. Creo que la enfermedad es un tema relevante que permite entender qué está pasando realmente entre nosotras las mujeres, en mi relación conmigo misma y las figuras que hemos y han edificado de lo femenino. Creo que no es menor trabajar el trastorno de alimentación como el hilo conductor de la novela, pues uno de los factores para desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria es haber tenido una mala relación con nuestras figuras de apego en la infancia, y eso es justamente lo que intenta sanar Fernanda, la protagonista de Mantis.
–La historia se construye con distintas voces que narran la relación de la protagonista con la enfermedad, personajes que protege pero al mismo tiempo desearía que no estuvieran. Cuéntame sobre la decisión de construirlos de esta manera.
-Me parece que esta inestabilidad entre los vínculos por parte de la protagonista torna más realista la relación que existe cuando conformamos vínculos. No todas nuestras relaciones son planas, y eso, a su vez, le entrega dinamismo a la novela. Los personajes deben estar vivos, ser agentes, no simplemente voces que complacen o entregan un mensaje que luego el lector olvidará para siempre.
–Hay fragmentos o notas de las consultas que tiene la protagonista y su madre con la psicóloga, ¿qué lugar quisiste darle a la salud mental al momento de plantearte escribir la historia?
-De partida, aquellas acotaciones me parecieron complemente fundamentales a nivel estético. La novela puede tornarse muy densa y atrapante a veces, por lo que tener a otro personaje que hable en primera persona y entregue al lector otra perspectiva de las cosas, permite que el lector pueda respirar del monólogo eterno que mantiene la protagonista. A su vez, como bien lo plantea la pregunta, le otorga un espacio de visibilidad a la salud mental. La psicóloga tiene voz, tiene apreciaciones y tiene un diagnóstico dentro de la novela. Es un personaje que actúa y que conduce desde un espacio propio y determinado tiempo narrativo. Creo que ante esto, es evidente la importancia que la salud mental mantiene en mi novela, sobre todo cuando existen mujeres que tienen muchas cosas que resolver con su pasado y sus primeros vínculos, pero estos vínculos no están disponibles para sanar o entregar las respuestas que esperamos escuchar.
–La “Mantis” está siempre presente en el relato, ¿de qué manera dialoga con los personajes?
–Creo que en el fondo todas las mujeres de la novela son un poco Mantis. Todas son este insecto, solo que actúan de manera diferente de acuerdo a sus propias circunstancias. Es bonito pensar que la figura de la Mantis plantea un nuevo espacio de representación para lo femenino. Mi familia hoy en día me llama Mantis producto de la publicación de la novela, a mi mamá la llamo Mantis a veces, y se siente cercano, no es un signo que está ensuciado por otras definiciones o estereotipos histórico–patriarcales, por lo que me parece un signo en constante posibilidad de significación. Con esto quiero decir que si bien me defino como algo, al mismo tiempo estoy intentando seguir significando, a su vez, entendiendo aquello que quiero ser. Es un signo opaco en el que fluye el deseo, las penas, los vacíos, los anhelos, el cariño, la admiración.
–La relación madre hija se tensiona frente a la enfermedad, ¿qué fue lo más complejo de retratar en esa relación?
-Lo más complejo fue dejar hablar a mis personajes. Al principio sentía mucha culpa porque por lo general dicen cosas que quizá yo jamás diría, o al menos las intentaría decir de una manera más amena. Despojarlos de moralidad fue algo que me tomó tiempo, pero una vez que lo logré, gracias a buenos consejos que recibí de María Paz Rodríguez y Alejandra Moffat, sentí que la novela cobró el peso debía tomar. También, no fue fácil lograr un equilibrio entre la culpabilidad de un personaje y al mismo tiempo hacerlo ver como víctima, aquí me refiero a la figura de la madre, Clarina, la Mantis. ¿Cómo hacerla culpable e inocente a la vez?
–Como autora, ¿qué piensas sobre el aborto?
-Creo que es una experiencia horrible. Ojalá ninguna mujer tenga que pasar por eso, me parece traumático. Nunca he pasado por eso, pero no compro nada la pancarta de que es algo fácil y ambulatorio. Creo que es terrible para el cuerpo y la psiquis, independiente de que estés a favor y quieras y debas hacerlo. Ahora bien, esto no dice que no esté a favor de él, todo lo contrario, estoy a favor. Siempre estaré a favor de tomar decisiones con completa libertad, yo sé qué decido, quiero y qué no, pero ojalá que no me toque nunca pasar por él.
–Sobre el clasismo en sus personajes, ¿qué mensaje quisiste instalar?
-El tema de la clase me parece un tema atractivo literariamente, pero visto con un poco de humor negro. Clarina es quien más hace acotaciones sobre la diferencia de clase, quizá no de manera explícita, pero es curioso que un personaje lo desarrolle sin venir de una familia fundacional chilena. Es curioso, pero no está tan alejado de la realidad. Desarrollarlo en Mantis me pareció atractivo, lúdico e incluso un poco fresco. Creo que así funciona la sociedad chilena, llena de contradicciones.