Corría el año 1892 y para hacerle justicia al hermoso edificio neoclásico que iba a albergar la primera sala de ópera de América Latina, el presidente Rafael Núñez había dispuesto que hasta el telón de boca que debía cubrir el escenario en las ocasiones especiales debía ser una obra de arte.
Pero cuando el artista al que se le había comisionado la tela envió un primer boceto en el que varios campesinos observaban, curiosos, a los protagonistas de diferentes óperas clásicas, el mandatario inmediatamente pidió que otras figuras “más decorativas” sustituyeran a los personajes de ruana, el poncho tradicional de los habitantes de la tierra fría colombiana.
La anécdota cobra vigencia más de un siglo después porque, como resultado de un extenso trabajo restauración, los colombianos pronto podrán volver a apreciar en todo su esplendor el lujo y la majestuosidad de aquellos primeros años del teatro.
Aunque, según su actual director, Manuel José Álvarez, el proceso también es parte de una drástica reinvención del Colón que también le dará más espacio a los excluidos de antes. “Si se me permite la analogía, yo quiero poner todos los campesinos de regreso en el telón de boca” dice.
“Yo quiero dar espacio a todos los jóvenes, a toda la gente de todos los sectores de la ciudad. Vamos a traer a los taxistas, vamos a traer a los estudiantes. Vamos a seducirlos, vamos a convocarlos, vamos a programar para ellos”, promete. Para Álvarez se trata simplemente de que el Colón asuma debidamente su vocación pública y, como tal, que se ponga al servicio de todos los colombianos.
Diseñado por el italiano Pietro Cantini, el Teatro Colón de Bogotá fue declarado Monumento Nacional en 1975. “Este es el único Teatro Nacional que tiene el país, opera con recursos públicos, y por lo tanto su oferta cultural tiene que ser incluyente a todos los sectores y a todas las disciplinas de las artes escénicas”, explica. “Por eso la oferta va a ir desde la música clásica, a la ópera, al ballet clásico, a la música tradicional, a la música urbana, al hip-hop, a la música electrónica. Y lo mismo con el teatro y con la danza”, detalla.
Gracias a la renovación, que tomó seis años, muchos de los cambios propios de la nueva etapa del teatro también se podrán apreciar desde su misma puerta de entrada. “Por ejemplo, antes a la galería se entraba por un pasillo oscuro con una escalera al fondo y la gente que iba a galería no se podía mezclar con la gente de las otras zonas del teatro. Ahora la gente va a estar mezclada”, cuenta Álvarez.
Y con los boletos más baratos a 15.000 pesos colombianos (unos ocho dólares estadounidenses, sin considerar descuentos adicionales para adultos de la tercera edad o estudiantes), el director del Colón espera ver a colombianos de todos los orígenes en las lujosas butacas.
Este cambio de orientación, sin embargo, no significa de ninguna manera que la augusta institución dejará de intentar codearse con las más prestigiosas salas de espectáculos. Con un aforo de 848 personas, el teatro Colón de Bogotá puede acomodar apenas la tercera parte que su homónimo de Buenos Aires.
Todos los elementos patrimoniales del viejo teatro fueron restaurados, al tiempo que se modernizaron sus áreas funcionales. “En algún momento fue uno de los grandes teatros latinoamericanos y espero que lo vuelva a hacer”, dice su director. “Dentro de las limitaciones de su aforo”, aclara.
Álvarez reconoce que eso limita su capacidad de competir con las más grandes salas. “Pero estamos ahí. Vamos a insertarnos en ese circuito cada vez más, y vamos a trabajar en red con algunos de estos grandes teatros”, dice. “Y vamos a ser un teatro de producción: vamos a arriesgar, vamos a producir, vamos a coproducir –no solo con nacionales, sino también con teatros y grupos de otras partes”.
Fuente: El Buen Diario