10/01/2021
Daniel:
Sopla la brisa que a todos nos gusta, esa que me ha hecho sentir amada siempre, la brisa que me toca y me acomoda en mí misma, la brisa de toda la vida, y pienso en ti.
El cariño, la caricia, el ser tocado, el besar, el oler, los sentires universales, que no son ni tuyos, ni míos, ni de nadie, que se reparten entre nosotros como un derretimiento democrático, la sensualidad de la piel humana, su conformación felizmente azarosa y bendita, me hace pensar en ti.
Ahora los placeres tienen tu cara. Viven en la línea media de tu boca, en tu voz escuchada desde tu pecho, en el color arcilla de tu cuello, en la robustez de tus manos, en la caída de tu espalda, en tu fonética sexy, en tus palabras cosquillosas, en el recuerdo de tus fluídos, en el despudor de nuestras camas. En tu lengua cuando me encuentra, en mi desmayo cuando la dejo entrar. En el descontexto de un beso fuertón en la cocina, o de un apretón que se coló en un silencio.
En el silencio. En tus ojos clavados. Las cosas que no sé. Lo que no ha ocurrido. En lo que no te doy ni te daré. En lo que no seremos nunca. El lugar al que no iremos, los nombres que no tendremos. Lo que hemos hecho y no volveremos a hacer jamás. Lo que prometimos no hacer jamás y siempre hacemos. En las horas que matamos y en las que nos separan. El placer vive en este arte tuyo y mío, el pálpito mutuo, el haberte encontrado.
A.
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