Fue uno de los regresos más importantes de la temporada musical 2008 en Chile, en particular en el campo rockero. Son los Santos Dumont, el grupo formado en 1990 en Concepción que, después de recibir una educación única para el rock chileno de parte de la psicodelia de habla inglesa de los años ’60 y ’80, se transformó en parte de los referentes del rock local durante una década, y que ahora están reencontrados por partida doble: en vivo y en disco.
Aunque hubo cambios de integrantes en las formaciones tempranas del grupo, la alineación más persistente de los Santos consistió desde mediados de los años ’90 en tres tercios creativos y un motor de propulsión. Los tercios son el rock y la psicodelia de Mauricio Melo (voz y guitarra), el romanticismo de los versos y la melancolía de Julián Peña (voz y guitarra) y las melodías narcóticas con letras en inglés de Alberto Rojas (voz y bajo), y la propulsión corre por cuenta de la batería libre de Iván Molina. Es la misma formación que volvió a verse las caras el año pasado y que además reeditó su más reciente disco a la fecha, «Similia similibus» (1999).
Ése es el cuarto disco de Santos Dumont después de «Hipnotizándote» (1991), «Santoscity» (1993) y «Un día en el ático (Y lo que encontramos ahí)» (1995), y es al mismo tiempo el más aventurado y el más completo. Sumada una cantidad asombrosa de músicos invitados, en la que caben al mismo tiempo Carlos Cabezas (de Electrodomésticos), Álvaro Henríquez (de Los Tres), Cristián Schmidt (de Michu), Samuel Maquieira (de Yajaira), Koko Stambuk (de Glup) y el trompetista Michel Durot, «Simila similibus» transcurre como un caudal de música, desde el largo ejercicio de improvisación de la propia «Similia similibus» hasta las melodías instantáneas de canciones como «Un avión cayó en mi jardín» y el auténtico éxito radial «Ayer». Y ahora, con la perspectiva del tiempo, también es posible darse cuenta de que en parte ésta es la escuela que iba a ser recogida en el nuevo siglo por un grupo como Los Bunkers, que ha proyectado ese sonido en direcciones insospechadas hasta nuestros días.
David Ponce/Música Popular
Onda Corta
El Ciudadano