La imagen es roñosa y desenfocada. Como de video familiar. Año 2000 y en la Industrial Textil Viña, cuatro muchachos -de tierno cabello corto, jeans y poleras holgadas- son grabados tocando. Todos bordean los trece años. Parecen “cabros de bien”, típicos colegiales de séptimo básico. Pero no, estos gritan, sacuden y maldicen. Y el aguerrido slam que se forma a sus pies, da fe de algo: son puro punk, son protesta, y son los inicios de Sin Fronteras. Un grupo que partió como
un raro experimento -sólo un integrante sabía tocar instrumentos-, con guitarras acústicas y con ollas y tapas oficiando de batería y platillos; y que nació bajo el nombre de Proletarios, para luego ser cambiado. “Nos llamamos así por la simple idea de querer construir un mundo mejor, y un mundo dividido era un reflejo de lo que queríamos transformar”, recuerdan. También, surgieron en una escena que sería cuna de cientos de adeptos al punk rock y al hard core en la segunda mitad de los 90, con referentes como Fiskales Ad Hok, Los Miserables o BBS Paranoicos. Siempre en Valparaíso y bajo el discurso subversivo de cambiar lo establecido. Así al año llegó el primer demo -grabado en la escuela popular de Achupallas junto a otro grupo punkore, Remisos- y entre conciertos, como la de Textil, la mecha prendió hasta la actualidad.
Hoy Sin Fronteras que tiene diez años encima, varios cambios en sus integrantes, sigue presentándose de los últimos en las tocatas y posee un segundo disco que continúa promoviendo: “Banquete Superyo” (2006, Masapunk). En ese trabajo descargan contra el maltrato animal, la desigualdad de géneros o la represión sociopolítica. Con temas como “Vuelta a la simpleza” y “Sepulturero”, que destacan por la frescura en sus melodías -a pesar de instalarse en un género cerrado por excelencia-, donde el concepto porteño es transmitido en líricas e instrumentación, jugando con sonidos que escapan del punk duro, mezclando con otros ritmos como el folclor y el funk. “Fusionamos el hardcore con el ska, o a veces elaboramos largos pasajes instrumentales que difieren muchas veces de un estilo de punk más tradicional”, cuenta Gonzalo Sánchez, baterista y uno de los fundadores.
¿Anécdotas? “Banquete Superyo” vio la luz en mayo del 2004, pero en un viaje a Santiago, los cinco provincianos tuvieron la mala fortuna de formatear el computador que contenía las mezclas del LP. Todo borrado, todo de nuevo. “La esencia de Sin Fronteras es la sinceridad y frialdad para decir lo que sentimos y pensamos, acompañado de una potente, agresiva y muchas veces bailona música” dice Sánchez, al momento de definir la agrupación. Idea que se proyecta en el coro de la canción “Sin titulo”: “Cada letra una denuncia, cada nota una protesta”, dice ésta, en una suerte de leit motiv. Sobre el futuro, Sin Fronteras está en un proceso de reestructuración y ya tiene repertorio para hacer un nuevo LP de forma independiente y casera, en los estudios Konejo, un nombre recurrente en el circuito musical viñamarino. Y un amigo más de la Sin Fronteras Family.
por Jordi Berenguer
Onda Corta – El Ciudadano
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www.myspace.com/sinfronterastk