El film “La vida de los otros” (“Das Leben der Anderen”), fue filmado en 37 días. Se rodó desde el 26 de octubre al 17 de diciembre de 2004, y está ambientado en la era de la Stasi, la policía política de la antigua RDA, en Berlín del Este a mediados de los 80. Trata de un hombre bueno, que escribe, y de un hombre bueno, que lo tiene que espiar. Se hizo lo posible por filmar en lugares auténticos. La película es auténtica, sobre todo, llega a doler la simpleza, doler de bien, conmueve, con lo mejor que puede significar esa palabra.
El hombre bueno que espía, es significado en una voz, HGW XX/7, pronuncio voz, la mencionada sigla en la trama supera la nomenclatura de una sigla; el hombre bueno que escribe, en tanto, es significado en una sonata, que del mismo modo supera la nomenclatura de una sonata.
Las palabras durante dos horas son plegadas con una fragilidad que deslumbra. El film puede ser muchas cosas, pero por sobre todo desborda humanidad. Es humana la cinta, y es de textura triste, y por momentos es cruel, y es precaria, y es error, y es perdón. Es humana. Sabe recordar, y sabe ver. La fotografía y la música forman parte de cada estrofa entretejiéndose notablemente, son casi invisibles, y están allí. La imagen del hombre bueno espiando, solo, en el ático del edificio, con una pequeña luz, la sonata de Gabriel Yared, autor que probara suerte alguna vez en el Festival de Viña, cosa que nadie recuerda, y después de décadas dibujó esta genialidad al otro lado del mundo como si hubiera nacido en Berlín y hubiera vivido en la misma época y padecido la misma situación, la banda sonora toda, se presenta casi como un silencio. Y los detalles, en fin, la lectura de Brecht lo acaricia todo, el hombre bueno se esculpe como un verbo, el ser un hombre bueno, en cualquier parte, está más allá de la bondad.
Ulrich Mühe, el actor que encarna al agente, falleció en Julio del 2007, un año después de estrenada la galardonada cinta. Su cáncer al estómago le impidió continuar con sus proyectos, y no pudo rodar el último film en el que encarnaría el papel principal, la también galardonada “John Rabe”, que en México fue titulada como “Sonata para un hombre bueno”. Mühe quiso que su funeral se realizara de manera privada e íntima.
Tengo pegada esa mirada de Mühe, y me lo puedo imaginar claramente anunciando su deseo. No sé si habrán entendido su petición, o si haya sido bien vista, pero la entiendo y la hago mía, cada vez tengo más certeza de que las verdaderas cosas no debieran pronunciarse. Nadie hoy en día sabe responder a ellas tampoco. El solo hecho de ser pronunciadas asusta hasta las más victoriosas cosas. Sobre todo a las victoriosas cosas. No sé qué carajo significará victorioso, digo yo.
Extraño encontrarme con más humanidad en la calle y que me mire a la cara. Estoy harto de encontrarme con conocidos que me atiborren con discursos arcaicos y fanáticos que no me pertenecen, que me saquen el cuerpo, que no me vean, que no muestren ningún interés ni en mí ni en nadie si no tan solo en los sustentos de sus patéticas victorias. Me hace falta humanidad en el día a día para yo responder, como al final de la película, “es para mí”. Si se me aparece la reconoceré seguro, todo me interesa, sé que no habrá respuestas, será buen momento para guardar silencio.
Por Marcelo Munch